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Misión, no faena


El florecimiento económico de Israel, los salarios, los diferentes beneficios de los parlamentarios y los horizontes financieros que se abren para los dirigentes después de su retiro de la política, cambiaron el clima en la arena partidaria.

Teniendo en cuenta el desprestigio al que se ven expuestos muchos de nuestros políticos en los últimos años, podemos suponer que cuando ellos designan a alguien para cualquier función, la mayoría prefiere la afiliación partidaria de los candidatos y utilizan esas nominaciones para incrementar sus posibilidades de ser electos en las internas de sus partidos.

¿Acaso siempre fue así, como sostienen hoy en día? ¿Quién recuerda todavía a aquellos políticos que veían en sus funciones una misión que exigía su entrega total a los intereses del pueblo y no una tarea que serviría de trampolín para un enriquecimiento futuro? La lista es larga: David Ben Gurión, Moshé Sharet, Levi Eshkol, Golda Meir, Itzhak Rabín, Menajem Beguin e Itzhak Shamir.

Todo ellos aceptaron con dudas ser elegidos como primeros ministros comprendiendo el peso y la responsabilidad extraordinaria que tomaban a su cargo. No cabe suponer que dichas personalidades designaron funcionarios restando la más mínima importancia a la capacidad de los mismos. Eran demasiado responsables como para conducirse de otra manera.

Similares incentivos motivaron a muchos de aquellos que sirvieron bajo sus órdenes.

Se dice que los nombramientos que tienen como base la pertenencia partidaria eran una tradición enraizada en los años en que rigió en Israel el Partido Laborista Avodá. No cabe duda que eso es cierto. En los primeros 29 años de existencia del Estado judío, numerosos candidatos aptos no tuvieron la posibilidad de poner su capacidad al servicio del país, dado que no pertenecían al partido correcto o no estaban afiliados a ninguno.

Pero hay una gran diferencia entre aquellos tiempos y el actual. Los nombramientos en el Partido Avodá, que merecen censura, no se hicieron con el objetivo de fortalecer la postura política del dirigente que designaba, sino por la ambición de enaltecer la hegemonía del partido mismo. No existía en ellos el "cuídame, que yo te cuidaré".

No obstante, últimamente vemos políticos que recubren su posición y construyen un conglomerado de adeptos bajo entrega de gratificaciones.

Cuando Beguin ascendió al gobierno, prometió un nuevo inicio. Pero tanto él como Shamir fueron culpados asiduamente por los mismos miembros de su partido de no preferirlos a ellos. Sin embargo, nada originó un cambio en sus posturas. Ambos prestaban suma importancia a su responsabilidad por el Estado como para actuar diferente.

A pesar de ello, hubo un cambio originado por el Likud. Inmediatamente después de haber llegado al gobierno, este partido fue apabullado con solicitantes de trabajo, que se incorporaron a sus filas con la expectativa de recibir un sueldo. ¿Y porqué no? ¿Porqué solamente los miembros de Avodá tenían derecho a disfrutar de los placeres del poder?

Le llegó el turno al Likud. Fue entonces que el Comité Central del partido se convirtió en el símbolo de la política sucia, de la influencia sobre el gobierno de los poderosos y ambiciosos que exigían trabajo para sus amigos más cercanos.

Qué ironía que en el partido Kadima, que se separó del Likud y prometió una nueva política para Israel, hubo algunos miembros como esos. Es posible que algunos de los que se pasaron a Kadima fueron impulsados por razonamientos oportunistas y no precisamente ideológicos.

El florecimiento económico, los salarios, los diferentes beneficios de los parlamentarios y los horizontes financieros que se abren para los dirigentes después de su retiro de la política, cambiaron el clima en la arena partidaria.

La política a los ojos de muchos se presenta actualmente, no como una misión, sino como una carrera.

Campanas de advertencia se dejan oír: Nosotros no podemos permitirnos semejante accionar. Necesitamos no sólo los mejores políticos, sino también que éstos designen a las personas más capacitadas para las funciones que deben servir a la nación.

Es de esperar que quienes desoyen esta advertencia sepan que asumen un grave riesgo.

Fuente: Haaretz - 21.7.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il