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¿Se acuerdan de Entebbe?


Si Israel en el pasado no dudó en arriesgar y puso en peligro la vida de numerosos israelíes para poder liberar secuestrados, no hay motivo, en una situación donde la opción militar no existe, que no se haga cargo de un riesgo para rescatar a un soldado de Tzáhal.

Entre todos los argumentos de quienes se oponen a las negociaciones de Guilad Shalit, hay quizás uno que tiene vigencia moral. No se trata de lo relacionado con la imagen de fuerza de Israel, dado que en el pasado, al concluir guerras, ya cambiamos cientos, sino miles de prisioneros de los enemigos por pocos prisioneros nuestros. Esos intercambios, en mi opinión, sólo fortificaron nuestro honor valorándonos a nosotros mismos y a los ojos de los demás.

Tampoco en lo que se refiere a los argumentos sobre el posible fortalecimiento de Hamás. El gran altibajo en la operación Plomo Fundido ensombra la hipótesis de que el liderazgo de Hamás ganará en la tratativas de intercambio de prisioneros.

Ni siquiera a las posiciones enhiestas, nacionales e internacionales, de la Autoridad Palestina, que consigue hace tiempo estabilizar la situación de seguridad en Cisjordania, desarrollar allí una infraestructura económica vigorosa y establecer un orden interno que se apoya en numerosos motivos ideológicos y políticos relacionados con la vida de los palestinos y sus intereses, y que no se desmoronará porque algunos centenares de terroristas de Hamás, que estuvieron muchos años en la cárcel, sean devueltos a sus hogares.

Si Israel solicita reunirse para conversaciones de paz directas con la Autoridad Palestina, lo hace debido a la información de que allí existen bases confiables con las que se puede llegar a un acuerdo de "dos Estados para dos pueblos", tal como, según a sus palabras, lo desea Netanyahu.

Entonces, el único argumento moral posible para oponerse a la negociación de Shalit se reduce a experiencias pasadas, según la cuales algunos de los liberados podrían volver a llevar a cabo atentados, y por lo tanto, no corresponde salvar a un soldado prisionero a cambio de un peligro que puede costar la vida de otros israelíes.

Sin embargo, en la actual situación, la posibilidad de una ola de atentados a raíz de las tratativas para rescatar a Shalit, es poco probable.

La amarga experiencia de la llamada "negociación Jibril", e incluso las tratativas para devolver a Tenenbaum, se realizaron en condiciones políticas y militares totalmente diferentes.

La negociación Jibril se llevó a cabo justo antes del estallido de la primera Intifada, mientras que la tratativa de Tenenbaum se hizo antes de la desconexión  de Gaza.

Ahora se trata de una situación en la que parte de los liberados retornarán a Gaza; allí estarán limitados desde el punto de vista de los daños que pueden ocasionar a Israel. Quienes sean enviados a Cisjordania deberán enfrentarse a una efectiva cooperación entre los servicios de seguridad israelíes y palestinos, que por supuesto podrán controlar todos sus movimientos.

Pero con todo, no debemos escapar a esa suposición: es posible que parte de los presos liberados intente realizar atentados. Y aquí surge, en mi opinión, el argumento moral que descarta el peligro de futuras vidas humanas israelíes en relación al pago por la liberación de un soldado prisionero.

En contraposición a dicho argumento, deseo elevar el recuerdo de la Operación Entebbe, de la cual todos los israelíes nos sentimos orgullosos hasta hoy. En aquella oportunidad, Israel estaba dispuesto a poner en peligro, y de facto lo hizo, la vida de muchos pasajeros y soldados para rescatar pasajeros secuestrados durante un tiempo menor a dos semanas, y existiendo una segura posibilidad de liberarlos a través de negociaciones por intermedio de organismos internacionales.

Tres israelíes, dos pasajeros y un alto oficial de Tzáhal - Yoni Netanyahu - cayeron en esta acción peligrosa, que sólo por milagro no culminó en tragedia. Sin embargo, tomar un riesgo tan grave, es mostrado hasta el presente - también en mi opinión - como un ejemplo totalmente justo de agalla moral.

Por lo tanto, si Israel no dudó en arriesgar, y además puso en verdadero peligro la vida de numerosos israelíes con el propósito de liberar a secuestrados, no hay motivo alguno, en una situación donde la opción militar no existe, que no se haga cargo de un riesgo - que entretanto es sólamente teórico - para rescatar a un soldado suyo que se encuentra encarcelado durante cuatro años, y que si no se libera, puede allí mismo acabar sus días.

Fuente: Yediot Aharonot - 2.7.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il