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Fiesta tormentosa


Llegó la hora de que aquéllos a quienes la vida les sonríe, se hagan responsables. En la situación tan difícil que atraviesa Israel, la riqueza no es sólo un privilegio, es también una obligación.

  

Nunca nuestra situación estuvo mejor que ahora. Es un hecho: El número de millonarios en Israel aumentó en el último año en un 43%. 2.519 flamantes ricos israelíes se adhirieron a los ya 5.900 veteranos; el número generalizado de millonarios israelíes es de 8.419.

El total de la riqueza de dichos millonarios ascendió en un 41%: de 30.1 billones de dólares a finales de 2008 a 42.4 billones al término de 2009. No es extraño que sea imposible conseguir un departamento de lujo en Tel Aviv; no es extraño que sea imposible reservar un lugar en un restaurante lujoso en Tel Aviv; No es extraño que haya sido imposible comprar una entrada para ver la ópera "Nabuco" en Massada.

Jamás se concentró tanta riqueza en manos de un pequeño grupo de israelíes. Nunca la elite pudiente tuvo una vida tan próspera en un país al borde del abismo.

Nunca nuestra situación estuvo peor que ahora. La gran potencia bajo cuyo patrocinio nosotros vivimos se va debilitando. La gran potencia que nos auspicia se va alejando. Como resultado de estos dos procesos, que se potencian mutuamente, Oriente Medio se sume en la inestabilidad.

No existe quien infunda seguridad a los moderados en Egipto, Arabia Saudita, Jordania y Palestina. Países orientales se muestran temerosos ante la próxima retirada americana de Irak. Países septentrionales se potencian ante el programa nuclear de Irán. Paralelamente, la tormenta de odio contra Israel se expande en el mundo. También la legitimidad y la estrategia israelí se van desgastando.

No es de asombrarse que el asesor de seguridad nacional añore la época del gobierno anterior de Binyamín Netanyahu. Es comprensible que el Jefe del Estado Mayor extrañe la época en que Ehud Barak era el Comandante en Jefe.

La realidad geo-estratégica es gravísima. La fiesta israelí de 2010 es una fiesta tormentosa.

Nunca hubo tanta diferencia entre nuestra situación económica y nuestra situación política, entre nuestra situación de conscientización y nuestra situación de seguridad. Incluso en los días que precedieron a la Guerra de Yom Kipur no vivimos en un proceso de negación tan profundo.

Israel interiormente es todo alegría y jolgorio. El mercado florece, la sociedad se divierte, la vida es bella. Sin embargo, a nuestro alrededor, el cerco se va estrechando; no se perfila una respuesta acertada a la amenaza nuclear y a la amenaza balística. No se divisa un final rápido al conflicto israelí-palestino.

Mientras los 8.419 millonarios obtienen su riqueza del capital humano israelí, impresionante en su calidad, millones de árabes y musulmanes elucubran sobre si el Estado judío continuará existiendo. Ellos perciben un Occidente que se hunde y le da la espalda a Israel. Ellos ven un Oriente ascendente que provoca a Israel. Ellos ven un Israel que actúa una y otra vez sin visión alguna. Muchos de nuestros vecinos, entre ellos mismos, empiezan a esbosar pensamientos peligrosos.

Israel no es un país débil. Si alguno de sus vecinos comete un error, será castigado y vencido. Pero si hay un gobierno en Jerusalén, debe hacer lo imposible por evitar el desmoronamiento. Debe otorgarle nuevas fuentes de vida a la paz con Egipto y Jordania. Debe remover toda las piedras del camino hacia la paz con Siria. Avanzar en el proceso de la división del Estado. Crear un marco de trabajo en cooperación con Estados Unidos y con los países árabes moderados. Promover un ambiente estable para equilibrar la situación que amenaza actualmente a Oriente Medio.

El gobierno entiende todo pero no hace nada. Su impotencia es desesperante, tal como lo es la conducta del partido opositor "Kadima", que hasta el presente no demostró ninguna predisposición para permitir al gobierno cambiar su imagen y su rumbo. La falta de creatividad de Netanyhau por un lado, y la nimiedad de Tzipi Livni por otro, perpetúan un terrible estatismo.

Las masas en Israel no saldrán a las calles. Están cansadas, confundidas y desesperadas. Pero la elite económica puede actuar de otra manera. Los 8.419 israelíes que se enriquecieron en este último año pueden promover el cambio. Si los que tienen fortunas y los que tienen ideas exigen a Netanyahu, Livni y Barak que se junten, hay buenas posibilidades de que lo consigan.

Llegó la hora de que aquéllos a quienes la vida les sonríe, se hagan responsables. En la situación tan difícil que atraviesa Israel, la riqueza no es sólo un privilegio, es también una obligación.

Fuente: Haaretz - 25.6.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il