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¡El crisol se dio vuelta!

Cada grupo en Israel enfatiza lo que lo diferencia del conjunto; discriminación, racismo, abandono - el argumento no importa - lo que se estila es alejamiento y desconexión. El patriotismo local usurpó el lugar del general. El crisol de diáporas se dio vuelta.

No sé si hemos llegado al punto en el que ya es imposible retroceder; espero que no; pero el hombre racional, en estos días, no puede sino llegar a esta temible conclusión: las escisiones en el pueblo judío se profundizaron tanto, que será muy difícil volver a amalgamarlas.

Las muestras son numerosas y tocan todas las áreas de la vida y los grupos: niños "blancos" fueron separados en un jardín de infantes de Beer Sheva de niños etíopes; en Emanuel no permiten a las niñas asquenazíes estudiar junto a las de origen oriental; el intendente de Tel Aviv, Ron Huldaí, atacó fuertemente al sector ortodoxo alegando que son "analfabetos y hacen peligrar nuestra estabilidad económica"; el número de los que se alistan en Tzáhal es menor del 60% de los convocados y la tendencia es descendente; 3.000 intelectuales judíos europeos, y entre ellos acérrimos adeptos a Israel como el filósofo Bernard Henri Lévy y Alain Finkielkraut, firmaron una solicitada exigiendo al gobierno de Israel congelar la construcción en Jerusalén.

Cada uno de estos eventos y datos - y muchos otros - representa un enfrentamiento con un fondo diferente: comunal, social, religioso. En cada uno de ellos se suscita un proceso destructivo de desintegración de la contextura social: el judío se desconecta del israelí, el oriental del asquenazí, el religioso del laico.

Pero lo que preocupa es el alborozo en el que caen todos los implicados en los temas de dichas confrontaciones y profundizan las hendiduras como si no existiera el mañana. El diputado ortodoxo Moshé Gafni refutó las declaraciones del alcalde de Tel Aviv. Con fruición proclamó que "Huldaí dice sandeces, y en realidad, nosotros (los ortodoxos) los solventamos a ustedes (los laicos) de los impuestos". Sin entrar en discusiones quién tiene razón, la separación entre 'nosotros" y "ustedes" que manifiesta el rabino Gafni con tanta naturalidad, es, a mi entender, demasiado peligrosa.

En la escuela primaria Weitzmann de Holón, lugar en el cual estudié, estaba colgado un planisferio en una pared de la entrada; en cada país del mapa se destacaba la cantidad de alumnos judíos que llegaban de allí al colegio. Era un barrio de inmigrantes heterogéneo. Yo acostumbraba a observar esa pared con orgullo; pensaba que era magnífico que unos 500 alumnos de casi 30 países se concentraran en un solo lugar, y todos aprendieran el mismo idioma.

Veía en ese crisol de diásporas la expresión verdadera del milagro del establecimiento del Estado de Israel. Lo que se acostumbraba, a mediados de los '60, era incorporarse lo más rápido posible a todo lo que significaba "israelí"; los niños más admirados eran aquellos que habían nacido en Israel; era como un galardón que los diferenciaba de los nuevos inmigrantes como yo. Por mi parte hacía todo lo posible para ocultar mi pronunciación, estudiaba el hebreo actualizado y entonaba las canciones modernas; tenía una extraordinaria motivación de formar parte de la sociedad y del Estado; pertenecer al "aquí".

Hoy día observo cómo cada grupo en el país, enfatiza justamente lo que lo diferencia del conjunto; discriminación, racismo, abandono - el argumento no importa - lo que se estila actualmente es alejamiento y desconexión del "todos unidos" israelí. El patriotismo local usurpó el lugar del patriotismo general. El crisol se dio vuelta; no mancomuna, sólo secciona. 

Paulatinamente se está creando en Israel una realidad étnica negativa, cuya interpretación es que el Estado no es un conjunto de ciudadanos - ni siquiera una mezcla de grupos - sino un marco separatista, cerrado y agresivo de unos hacia otros.

Nunca aquí nos destacamos por exceso de tolerancia y templanza. Aceptar al prójimo se hizo siempre con responsabilidad limitada. Pero existía una sensación de objetivo compartido, de destino común. Actualmente los marcos disminuyen, los grupos de pertenencia e identificación se radicalizan y se convierten en más y más hostiles hacia los demás.

Parte de la responsabilidad recae sobre los políticos que aprovechan cualquier situación tensa para recolectar capital político: partidos que hacen uso cínico de los sentimientos de segregación comunal o religiosa; organizaciones políticas cuya justificación de existencia se basa en la negación del otro.

No sería justo considerar que estos casos puedan desaparecer de la noche a la mañana. Pero tiene que haber un cambio de conducta de todos los ciudadanos del Estado. Es posible que si el público está atento a ello, las palabras insidiosas influyan menos.

Una gran responsabilidad recae sobre el ministerio de Educación; éste debe hacer un esfuerzo superlativo en educar a los futuros ciudadanos para una vida en común, aún cuando los frutos sean cosechados por generaciones venideras.

La luz de la esperanza está en la ciudadanía israelí, que ya demostró en el pasado que no es tonta, y que generalmente es más sabia que sus líderes.

Si le provee una visión adecuada, saldrá adelante.  

Fuente: Israel Hayom - 7.5.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il