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Crimen sin castigo


Algún día la dirigencia política comenzará a entender que el desafío más grande que enfrenta Israel, aún más que el proceso de paz con sus vecinos, es la integración de la gran minoría árabe en la sociedad israelí.


Mientras el tiempo pasa, los gobiernos de Israel continúan desentendiéndose de este desafío, los ciudadanos árabes se desvinculan cada vez más del Estado y la situación es más problemática.

Cada tanto suena la alarma advirtiendo, pero nuestros políticos, que despiertan de su modorra, vuelven a ocuparse de otros problemas, aparentemente más urgentes. Primero lo que urge y lo más importante a posteriori; este es un sistema de trabajo moderador de los gobiernos en Israel.

El último llamado de alerta sonó en la manifestación realizada la semana pasada en la aldea de Sajnín, en la que algunos de los manifestantes portaban pancartas con las fotos de Hassan Nasrallah e Imad Mugniyah, dos de los enemigos más acérrimos de Israel.

También los sangrientos acontecimientos de Octubre 2000 aún no desaparecieron de nuestra memoria. La Comisión Or, encargada de investigar los hechos, extendió su dedo acusador hacia la línea radical del movimiento islámico y su líder Raed Salah (foto).

La comisión estipuló que "el Jeque Salah fue el responsable de transmitir mensajes que incentivaron el uso de la violencia, negaron la legitimidad del Estado de Israel y lo consideraron un enemigo" ; además, envió avisos a raíz de los cuales fue programada la masacre en Al Aqsa el 29 de Septiembre de 2000.

El informe afirma que el Jeque Salah aportó significativamente en "encender la mecha" que condujo a la irrupción violenta de Octubre 2000.

No se tomó ninguna medida de castigo contra el Jeque; éste continuó con su satánica actividad, incluyendo la organización de la convención multitudinaria en la ciudad de Umm al-Fahm, bajo la consigna "Al Aqsa está en peligro", una acción de adoctrinamiento contra el Estado en el seno de los beduinos en el Neguev y provocación de disturbios en Jerusalén.

Todas las pruebas apuntan al hecho de que la línea radical del movimiento islámico, liderada por el Jeque Salah, es una organización subversiva que se ocupa de instigación, siendo su objetivo principal la destrucción del Estado de Israel. Con todo, le permiten difundir su propaganda sediciosa, aprovechando la democracia israelí a la cual anhela destruir.

Así, mientras el abandono del sector árabe en manos del gobierno crea el terreno propicio para los movimientos sediciosos, no se tomó ninguna medida significativa para neutralizar la acción demoledora de la línea radical del movimiento islámico. Resultaría totalmente justo declarar que sus acciones son contrarias a las leyes. 

¿Cuál es el motivo de la impotencia del sistema judicial israelí en este asunto?

No debemos subestimar el poder de su influencia negativa al lavarse las manos con respecto a los ciudadanos árabes. Muchos lo interpretan como un permiso para realizar acciones contra Israel, los árabes más moderados se sienten cada vez más solos en presencia de lo que parecería el dominio de los extremistas islámicos sobre la corriente central de la sociedad árabe-israelí. Los beduinos, que sufren el abandono gubernamental durante largos años, caen como frutas maduras en manos de los provocadores.

El gobierno demuestra poco interés en los ciudadanos árabes israelíes. Sólo en contadas ocasiones algún ministro o el mismo primer ministro visitan sus poblaciones.

La proposición de Avishai Braverman - actual ministro responsable por las minorías - de otorgar una ayuda financiera a una parte de los ayuntamientos locales árabes, es un comienzo modesto y sólo rastrea el terreno. El Gobierno debería adoptar una política bidireccional: un  programa a largo plazo para elevar el nivel educativo de las escuelas árabes, una acción intensiva para incrementar la ocupación en dicho sector, incentivos para alistarse en el ejército y en los servicios nacionales y un plan de emergencia para los beduinos en el Neguev, el sector más desfavorecido en Israel.

Paralelamente, debemos tomar medidas contra organizaciones sediciosas que incitan hacia la violencia y apoyan a los enemigos de Israel.

Es cierto, es un poco tarde. Pero aún hay tiempo.

Fuente: Haaretz - 7.4.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il