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Un Estado trinacional

La consolidación de un ethos nacional que contemple a árabes, judíos laicos y ortodoxos, se considera una misión imposible. El actual gobierno de Israel no está preparado para conseguirla. Debemos centrarnos en el cambio desde abajo.

Israel se encuentra en el meollo de un cambio social sin precedentes. Éste se desarrolla en su interior y no por causa de una ola de aliá externa. Florece aquí una sociedad diferente y multicultural, un país trinacional de judíos laicos, ortodoxos y árabes con una pequeña minoría religiosa-nacional. Por lo general, existe mucha riqueza en un Estado con variedad social y cultural, pero en Israel es un gran problema.

Las tres comunidades sostienen narrativas diferentes y carecen de un ethos nacional común y unificador. Sin embargo, están forzadas a vivir en conjunto. Peor todavía, los ultra religiosos y los árabes están exentos del servicio militar y la mayoría de los hombres ortodoxos y las mujeres árabes no trabajan.

Si esta realidad continúa ¿quién defenderá al país y quién sustentará a la población asistencialmente amparada que se incrementa cada año?

"Las diferencias en el servicio militar crean una sensación de injusticia, pero el problema laboral existencial es tangible", advierte un economista destacado. "Tenemos por lo menos quince años para solucionarlo; si no lo logramos, Israel no podrá subsistir. Por cada persona que trabaje habrán cuatro desocupados".

Resulta difícil exagerar la gravedad del tema o la complejidad del desafío. Los árabes desean trabajar, pero tropiezan con muros de alienación y discriminación por parte de la mayoría judía. Entre los ortodoxos prevalece una norma social que prefiere el estudio de la Torá al trabajo. Ambas comunidades no son sionistas y se relacionan con desconfianza y hostilidad hacia las autoridades.

Los líderes del país, que en el pasado ignoraron el problema, son concientes de esta bomba de tiempo colocada en el umbral de sus puertas. El Jefe del Estado Mayor de Tzáhal, el General Gabi Ashkenazi, teme que en una o dos décadas no habrán suficientes soldados reclutados en el ejército.

El Presidente Shimón Peres intenta motivar a grandes empresarios para que empleen trabajadores árabes. El Primer Ministro Binyamín Netanyahu aspira a que tanto árabes como ortodoxos se incorporen al ramo de alta tecnología. El Profesor Eugene Kandel del Departamento de Economía de la Universidad Hebrea de Jerusalén, investiga el tema y busca soluciones.

¿Qué hacer? Las propuestas de los dirigentes a este desafío social se centran en oprimir a las minorías: invalidar la ciudadanía a los árabes y quitar subsidios a los ortodoxos; mantener la supremacía económica y posicional del núcleo laico y sus afiliados.

Estas actitudes son inadecuadas a nivel ideológico y no son prácticas teniendo en cuenta los números. Las exigencias económicas que impulsan a ortodoxos a la búsqueda de trabajo y a empleadores judíos a absorber árabes, implementan cambios éticos en el panorama laboral; planes gubernamentales como el Servicio Nacional o instrucción militar para ortodoxos, contribuyen a derrumbar murallas.

Pero no es suficiente. Se necesita una agitación cognitiva en la relación de la mayoría que se comprime hacia las comunidades minoritarias. Debemos entender que nuestro futuro depende de la integración de árabes y ortodoxos en los diferentes marcos de la sociedad. En lugar de verlos como golosos que desean engullir nuestro pastel, debemos aceptarlos como una extraordinaria oportunidad: Si Israel ha conseguido lograr semejante nivel de vida sin ellos, podemos imaginar adónde llegaremos si adicionamos sus talentos y la motivación desaprovechada en la actualidad.

Se trata de recursos económicos mucho más grandes e importantes que las reservas de gas natural descubiertas hace poco tiempo frente a las costas de Haifa.

La consolidación de un ethos nacional profundo, que contemple a árabes, judíos laicos y ortodoxos, se considera actualmente una misión imposible. Resulta claro que el gobierno de derecha de Netanyahu y Liberman no está preparado para conseguirla. Por lo tanto, debemos centrarnos en el cambio desde abajo.

Cada uno necesita preguntarse en qué medida puede contribuir a tal integración: comprar en comercios que emplean árabes y ortodoxos, movilizar trabajadores pertenecientes a esos marcos, alquilarles departamentos, ver programas y canales que presentan mosaicos culturales, contactar personalmente con un árabe o un ortodoxo en lugar de temerles.

Si abrimos las puertas y les brindamos oportunidades, todos ganaremos. Si continuamos encerrándonos, todos perderemos.

Fuente: Haaretz - 18.2.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il