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Un largo invierno árabe

El sistema educativo en los países árabes sufre un retraso grave; las escuelas sólo producen jóvenes ignorantes. Al parecer, a la primavera árabe le sucederá un invierno árabe. Se trata de una consecuencia enteramente predecible: los islamistas heredarán la tarea de los dictadores .

El Informe sobre Desarrollo Humano Árabe de 2002 del Programa para el Desarrollo de Naciones Unidas señala entre sus conclusiones la existencia de "profundas deficiencias estructurales" en los países árabes. En otras palabras, para la época en que se realizó el informe, las sociedades árabes no mostraban una condición saludable. Según el informe de las Naciones Unidas, esta enfermedad se hacía evidente en la falta de "respeto a los derechos humanos y a las libertades individuales", la situación de la mujer árabe y el estado lamentable de la "adquisición de conocimientos y su utilización efectiva."

El informe de seguimiento de 2003 afirmaba: "La verdadera democracia está ausente y es algo que se precisa con suma urgencia. El sistema educativo sufre un retraso grave; las escuelas sólo producen hombres y mujeres jóvenes ignorantes. La mayoría de los intelectuales [árabes]se dan cuenta, aunque lo nieguen, de que la mayor parte de las conclusiones del último Informe sobre Desarrollo Humano Árabe es verdad".

Así que, si lo que se creía era que la llamada primavera árabe iba a solucionar todas esas deficiencias, entonces sería mejor considerar el asunto nuevamente. Al parecer, a la primavera árabe le sucederá un invierno árabe. Pensándolo mejor, se trata de una consecuencia enteramente predecible: los islamistas heredarán la tarea de los dictadores.

Zine El Abidine Ben Ali en Túnez, Hosni Mubarak en Egipto, Muammar Gaddafi en Libia y Ali Abdullah Saleh en Yemen fueron todos dictadores corruptos que lograron sobrevivir a su época. Todos ellos suprimieron los movimientos islámicos en sus respectivos países, poniéndose, por tanto, del lado de los laicos a su manera - manera ciertamente perversa.

Lo mismo puede decirse de Bashar Assad en Siria, cuyo padre, Hafez, mató a unas 20.000 personas en la ciudad de Hama en 1982, sofocando una rebelión de los Hermanos Musulmanes. Ahora, su hijo, Bashar, no menos despiadado, parece estar a punto de seguir el mismo camino de Ben Ali, Mubarak, Gaddafi y Saleh.

Las manifestaciones en Túnez y Egipto fueron lideradas inicialmente por grupos laicos - jóvenes cultos, expertos en el uso de Internet, Facebook y Twitter. En Egipto, esos grupos lucharon hombro a hombro con los miembros de la comunidad cristiana copta, que constituye el 10% de la población egipcia. Como es natural, exigían la realización de elecciones democráticas tras la caída de Mubarak. Ese variopinto grupo de gente que logró derrocar a Gaddafi en Libia contó con el apoyo de las democracias que integran la OTAN, y es inimaginable que aquel baño de sangre que libró al país del "perro loco de Oriente Medio", tal como lo llamó el ex presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, no de paso a la realización de elecciones democráticas - incluso en el caótico escenario tras la caída de Gaddafi.

Pero, ¿quién ganará las elecciones, cuando se llevan a cabo - en Egipto, en Libia, en Yemen y, finalmente, en Siria?

Ya tenemos un adelanto: En Túnez, el país que había sido el más laico y occidentalizado de los Estados Árabes, la elección fue ganada por Ennahda, el partido islámico, con los partidarios de un Túnez laico muy por detrás.

Los medios de comunicación occidentales, en un intento por poner buena cara a lo que había sido claramente un resultado decepcionante, insisten en llamar a Ennahda un "partido islámico moderado". Sin embargo, los hechos están a la vista de todos: Túnez ha quedado repentinamente bajo dominio islámico. Y no hay razón para esperar un resultado diferente en Egipto, Libia, Yemen o Siria, una vez que se celebran elecciones allí.

Una ola de dominación islámica, con todo lo que eso implica, se extiende por el mundo árabe. Habrá de reemplazar las dictaduras laicas por otras islámicas. No deberíamos haber esperado otra cosa.

La demografía ha realizado un esforzado trabajo a lo largo de los últimos años. Para quienes no lo hayan notado, durante ese período de gobierno totalitario en los estados árabes, la población fervorosamente musulmana aumentó su número mucho más rápidamente que la población secular. Ahora, las mujeres que llevan velo superan en número a las que desean mostrar su cara en público. Esta situación alcanza tal extremo que ya no hay necesidad de esperar el conteo de los votos después de las elecciones; el resultado de ellas en los países árabes es algo que se conoce aún antes del momento de la votación.

Los observadores bien pueden engañarse a sí mismos al creer que los partidos islámicos que compiten en las elecciones son "levemente" islámicos o islamistas "moderados", pero el caso es que sus líderes no son ni una cosa ni la otra.
Ciertamente, esperar que las deficiencias básicas que caracterizan a las sociedades árabes - descritas en los informes sobre Desarrollo Humano

Árabe del PNUD - sean subsanadas bajo el gobierno de partidos islámicos no es más que una vana esperanza. En todo caso, es mucho más probable que ocurra todo lo contrario: que prevalezca la ley musulmana, con todo lo que ello significa.
El derrocamiento de los dictadores árabes fue inevitable; sin embargo, y desafortunadamente, también será inevitable lo que vendrá tras su derrocamiento.


Según parece, será un largo invierno árabe.

Fuente: Haaretz - 27.11.11
Traducción: www.israelenlinea.com