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Ya nos acostumbramos

El poder de la costumbre es más poderoso que el poder del destino, porque el hábito determina nuestro destino. La rutina - madre de todos los males - es lo que emerge tras sumergirse uno en el fango, y su hermana se llama aceptación .

Una vez le dije a un preso liberado que trato de ser una persona decente ya que no podría soportar pasar un solo día en prisión. "Uno se acostumbra", me dijo, "simplemente te acostumbras; te sorprenderías".

Ya nos hemos acostumbrado a muchas cosas. ¿Quién por aquí habla todavía de "paz"? La palabra misma suena terriblemente divertida. Sólo aquellas personas que no tienen sus pies lo suficientemente asentados sobre la tierra son capaces de traerla a colación.

Hay una persona, única en su generación, que camina entre nosotros; alguien que alguna vez recibió un premio en Oslo. Algunos creen que inventó la dinamita o la acetona. Él mismo olvidó ya porqué lo ganó, pues ha dedicado el orden de sus preocupaciones a la nanotecnología y a las bellas letras.

Nos hemos acostumbrado a una Corte Suprema reducida a su mínima expresión. Sus leyes no son leyes y sus sentencias no son sentencias; no son más que recomendaciones. Sería mejor desafiar al Tribunal Supremo en lugar de burlarse de él: se desplazarán ahora cinco remolques en un asentamiento, por unos 50 metros, como si de esa manera se cumpliera con el deber.

Pero, ¿cuál es la novedad? Después de todo, esa ha sido la rutina desde que Yigal Alón delegó las jefaturas a los colonos de Hebrón y Shimón Peres puso palas de arqueólogos en manos de los colonos de Sebastia. El ministro Benny Begin no se ha alejado de ese camino; él es un devoto de la corte y un defensor del imperio de la ley, al igual que sus antepasados espirituales; aunque su padre biológico, el primer ministro Menajem Begin, actuó de manera diferente.

Nos hemos acostumbrado a fracasos que quedan huérfanos, a percances por los cuales nadie se hace responsable. De fracaso en fracaso, su poder no hace más que aumentar.

En el aniversario del incendio del Carmel, el primer ministro Binyamín Netanyahu y el ministro del Interior, Eli Yishai, deberían haber sido galardonados con el premio de los bomberos, el cual tendría que ser especialmente acuñado en honor del evento por parte de la Corporación de Medallas y Monedas del Gobierno de Israel.

Aunque Kim Jong-il falleció en Corea del Norte, el culto a la personalidad conserva toda su vitalidad en el Carmel.

¿Dónde está el profeta Eliahu para que luche por nosotros en contra de los falsos profetas en ese mismo monte? ¿Quién revelará a su Dios con una voz suave en lugar de hacerlo con truenos y toques de clarines, o con viento y fuego y aviones supertanques, o incluso mediante el informe del Contralor del Estado?

Tontamente nos engañamos pensando que los primeros en "comprender la magnitud del evento" eran las 44 desconsoladas familias de las víctimas, y junto con ellas, los refugiados del kibutz Beit Oren y las poblaciones de Yemín Or y Ein Hod, quienes vieron como la obra de sus manos desaparecía bajo las llamas, cerca del mar. Pero nos equivocamos, como de costumbre; eso hace el poder del hábito.

Es un mal hábito acostumbrarse. Ahora nos están acostumbrando a otra serie de cosas más. ¿Cuántas veces más, según la opinión de los lectores, puede nuestro presidente expresar su consternación por cada mezquita incendiada y profanada? ¿Cuántas veces más nuestro primer ministro habrá de instruir a las fuerzas de seguridad para que detengan a los "anarquistas" de inmediato?

Incluso el discurso tiene límites, al igual que su manifiesto: Abran paso para futuros actos despreciables, que tampoco habremos de "tolerar".

Del mismo modo que no toleramos la humillación de las mujeres que cantaron, permanecieron en silencio o hablaron demasiado. Después de todo, no se puede esperar de Peres y Netanyahu, quienes siempre están muy ocupados, que se levanten cada mañana y elogien falsamente a la moralidad. La rutina hace su trabajo; los autobuses con las mujeres en la parte trasera siguen viajando hasta Alabama para regresar luego; el umbral de la rebelión es cada vez mayor, e incluso los "queridos líderes" tienen dificultades para fingir un orgasmo de turbación cada semana.

Así como alguna vez nos negamos a tolerar - ¿cuándo fue eso? - la separación entre niños y niñas, todos ellos de la peligrosa edad de 5 años, o la segregación de las niñas askenazíes y sefardíes, o enterramos a los niños de Etiopía fuera de los muros. "No vamos a tolerarlo y mucho menos lo aceptaremos". Pero nadie moverá ni solo dedo para cambiar la situación por temor a que la coalición se quede sin manos suficientes para levantar durante las votaciones.

Nos hemos acostumbrado a las cosas y seguimos acostumbrándonos a ellas. Y hay gente que está aprovechándose de nuestra capacidad de acostumbrarnos.

Tal vez alguno de los lectores no se haya dado cuenta, pero toda su personalidad ha cambiado, se ha desfigurado por completo, mientras nos íbamos acostumbrando al estado de cosas.

La próxima vez que el presentador Dan Kaner cante las alabanzas del líder de inspiración divina, Bibi Netanyahu, nuestros oídos no se irritarán. Ya se habrán acostumbrado.

Fuente: Haaretz - 28.12.11
Traducción: www.israelenlinea.com