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Diálogo antes que narrativa

Mientras que el gobierno de Netanyahu ha convocado una y otra vez a la Autoridad Palestina solicitándole su regreso a la mesa de negociaciones, la AP decidió apelar a las Naciones Unidas. Tal movimiento no supone ningún avance hacia la paz; todo lo contario: la aleja.

"Nunca se resolverá el conflicto a menos que nos decidamos a negociar": es lo que nos han dicho durante años. Los gobiernos israelíes siempre han sostenido que la única manera de resolver los problemas de Oriente Medio habría de ser a través del diálogo.

Así, la solicitud de los palestinos esta semana ante las Naciones Unidas señala el final de la era de diálogo y el inicio de un proceso de imposición a Israel de un Estado palestino a lo largo de fronteras peligrosas.

La cuestión principal hoy consiste en saber cómo habrá de configurarse la historia de ese acercamiento por parte de los palestinos a la ONU, ya que la configuración de la narrativa histórica opera una influencia sobre la percepción mucho mayor a la que ejercen los hechos reales.

Las palabras que un periodista utiliza para describir algún suceso determinado, el contexto en el que elige situar la historia, la gente que selecciona para entrevistar y el ángulo desde el que son fotografiadas: todo colabora para forjar la forma de percepción de la historia por parte del público.

Hace una década, la segunda Intifada obligó al gobierno de Ariel Sharón a adoptar una serie de medidas unilaterales. La construcción de la cerca de seguridad y la desconexión de Gaza fueron las expresiones de una política basada en el unilateralismo.

En un primer momento, el gobierno de Olmert intentó continuar con esa estrategia, proponiendo el "plan de convergencia", que establecía la evacuación de partes de Cisjordania. Pero después de la Segunda Guerra del Líbano se decidió regresar a los esfuerzos bilaterales e iniciar negociaciones con la Autoridad Palestina.

Los propios palestinos abandonaron el diálogo durante la segunda Intifada. Su premisa al comienzo de la década de 2000 era que lo que no se podía obtener por medio de negociaciones podría obtenerse por la fuerza. La Operación "Muro Defensivo" en Cisjordania sirvió para demostrar a una parte de los palestinos que la prosecución de la violencia equivalía a un acto suicida, mientras que la desconexión resultó ser para otros la evidencia de que la verdad era justamente lo contrario: la retirada de Gaza fue percibida como una capitulación ante el terrorismo.

Hoy, la OLP continúa con la estrategia unilateral a través de la campaña de deslegitimación en contra de Israel, mientras Hamás insiste también en esa estrategia por medio del terrorismo.

Una posible votación en la ONU sobre el reconocimiento de un Estado palestino no constituye un hecho de tanta importancia; el resultado es algo que ya se conoce. Lo que es realmente importante es la forma en que la historia habrá de configurarse tanto en el discurso israelí como en el internacional.

Los palestinos, de acuerdo con aquel método unilateral, están tratando de establecer una correlación entre la creencia de que la solución del conflicto supone un estado palestino y el apoyo a una decisión de la ONU en la materia. En otras palabras, los palestinos pretenden que el ciudadano promedio realice el siguiente razonamiento: "Apoyo la creación de un Estado palestino; incluso la ONU está a favor, mientras que Israel se opone. Por lo tanto, debemos trabajar en contra de Israel y obligarlo a aceptar la resolución".

Durante los Acuerdos de Oslo, la derecha israelí hacía repetidas advertencias de que éstos ponían en peligro la seguridad de Israel. La izquierda, por su parte, continuaba afirmando que no existe otra solución más que las negociaciones, ya que la paz se hace con enemigos.

Hoy, más que nunca, deberíamos recordar las voces de quienes - como Itzjak Rabín - estaban a favor de las negociaciones y fueron capaces de defender con firmeza la campaña de deslegitimación interna y la estrategia unilateral por parte de la Autoridad Palestina, y de presentar, tanto a los israelíes como al mundo entero, el acercamiento palestino a la ONU como lo que realmente es: un movimiento beligerante que contraviene los Acuerdos de Oslo.

Mientras que el gobierno de Netanyahu ha convocado una y otra vez a la Autoridad Palestina solicitándole su regreso a la mesa de negociaciones, la AP decidió apelar a la ONU. Tal movimiento no supone ningún avance hacia la paz; todo lo contario: la aleja, ya que, en directa contravención de los Acuerdos de Oslo, trata de imponer unilateralmente a Israel lo que no se logró por medio de negociaciones.

Coerción unilateral es violación de acuerdos firmados, no paz.