Obedeciendo a una tradición ya centenaria, el próximo mes el pueblo norteamericano concurrirá a las urnas para elegir al presidente que los gobernará durante la cadencia venidera.
Al mismo tiempo, parte del liderazgo político e intelectuales de Israel y de la comunidad judía norteamericana se empeñan en modelar una nueva tradición interfiriendo groseramente en este acto democrático estadounidense para impulsar la elección del mandatario que más se adapte a los propósitos de la política israelí y de la comunidad judía.
El objetivo es provocar la elección del sirviente más maleable para los intereses de Israel y el judaísmo de acuerdo a las posiciones del vocero del caso.
Los medios de información acostumbran a mencionar interferencias en campañas proselitistas por parte de representantes de toda índole de otros países, aunque en general, en defensa de posiciones ideológicas del otro estado afines con uno u otro candidato.
Lo insólito, antidemocrático e inadmisible de este caso es el accionar en una nación determinada de representantes de otra en pro de intereses de ella misma. La participación de ciudadanos locales pertenecientes a grupos étnicos identificados con los provechos de ese otro país no hace más que acentuar un claro simbolismo de deslealtad.
Pese a tratarse de la súperpotencia número uno del mundo, sorpresivamente ambos candidatos norteamericanos asumieron y se identificaron abiertamente con su nueva función.
Todo espectador del último debate televisivo entre los dos aspirantes a la presidencia que se ocupó de política internacional no dejó de sorprenderse de la feroz competencia en demostrar quién es el más fiel servidor de los intereses de Israel.
Mitt Romney, candidato presidencial por el Partido Republicano, se adaptó al nuevo rol por propia iniciativa y sin reparo. Barack Obama, aspirante al alto cargo por el Partido Demócrata, pretendió aparecer durante su primer mandato como líder con iniciativas independientes en podios levantinos. Bastó la lección y sermón de Netanyhau para que comprendiera el lugar que le corresponde. Desde ese momento se comporta como un niño muy disciplinado.
Ante la sorpresiva apatía e indiferencia que caracterizan la respuesta de la sociedad norteamericana y sus líderes frente a un comportamiento tan inusitado y anómalo, nadie se debe sorprender que el obrar de los representantes de Israel y del judaísmo sea cada vez más osado e insolente. No sólo que actúan, lo proclaman a viva voz. He aquí algunas perlitas.
Caleb Meiers, conocido jurista y asesor del Instituto Jerusalén para la Justicia, es muy conciso y preciso: «Para mí la elección no es difícil, Romney es bueno para los judíos» [1]. Amós Dahi sugiere la misma opción a los judíos norteamericanos, salvo que le da un respaldo de mucha lógica: «Obama es musulmán. ¿Usted quiere la destrucción del Estado judío? Si usted, judío norteamericano, tiene derecho a voto y apoya a Obama, es partidario del terrorismo islámico global. Piense en eso» [2].
La rabina Noemí Shajor recurre a una interpretación de los escritos del profeta Ezequiel que indican claramente que los judíos de EE.UU deben preferir al candidato republicano porque la experiencia demuestra que «la mayoría de los presidentes democráticos no se preocuparon necesariamente de los intereses de los judíos fuera de EE.UU» [3].
El conocido columnista israelí, Nadav Haetzni, trata en todo lo posible de convencer a la comunidad judía norteamericana de votar al candidato republicano porque «la mayoría de la comunidad judía es ignorante y no entienden que Obama es peligroso para nosotros» [4].
Alex Halberstein, destacado activista judío en el Estado de Florida, atestigua que los judíos no escatiman en recurrir a lo que se podría denominar soborno político para lubricar la maquinaria de toma de decisiones a favor de otro país: Israel. Halberstein «ingresó al activismo político al fundar el Florida Congressional Committee (FCC), una organización no partisana que apoya financieramente a senadores y congresistas norteamericanos pro-Israel» [5].
De todas las intromisiones en el proceso electoral norteamericano no cabe duda que las de los máximos líderes de Israel son las más significativas e inadmisibles al mismo tiempo.
Netanyhau no ocultó en ningún momento su disconformidad con Obama y su simpatía con Romney. En un acto típicamente antidemocrático y de grosera intromisión en un proceso electoral ajeno, con su silenciosa anuencia, autorizó el uso de su imagen y palabra en campañas televisivas a favor de su amigo Romney [6].
Su compañero de gabinete, el ministro de Defensa, Ehud Barak, no se quedó rezagado e impertinentemente también se metió en campos ajenos; eso sí, para alabar y promover en otra campaña televisiva a su tocayo, Barack Obama [7].
Toda persona sensata debe tener muy claro que es sólo cuestión de tiempo hasta que la sociedad norteamericana se despierte de esta espantosa pesadilla que está sufriendo por un desmedido aprovechamiento foráneo.
Más importante aún es que Israel y el pueblo judío se compenetren en que por este camino sólo se pueden cosechar victorias pírricas.
Ojalá me equivoque…
[1] «Romney es bueno para los judíos»; Caleb Meiers; Maariv; 18.9.12.
[2] «Alegría por la tragedia de Obama»; Amos Dahi; News.co.il, 4.10.12.
[3] «Judíos de EE.UU, voten a favor de Israel»; Rabina Noemí Shajor; Diario Besheva; Israel; 18.10.12.
[4] «La ignorancia y la insensate»; Nadav Haetzni; Maariv; 17.10.12. En la misma nota, el autor cita a un profesional judío norteamericano quien le trasmitió, como judío, su falta de preocupación del resultado de las elecciones pues «nosotros, los judíos, dominamos el país».
[5] «Judíos latinos basan su decisión para las elecciones norteamericanas en el tema de la inmigración e Israel»; JNS org.; Publicado en Diario Judío; México; 5.10.12.
[6] «Propaganda electoral con Netanyhau como estrella llama a votar a Romney»; Globes; 15.10.12.
[7] «Barak con Barack: el ministro de Defensa como estrella en la campaña por Obama»; Walla; 22.10.12.