«Victoria decisiva» no es un concepto militar sino político. El ideal de victoria decisiva o «triunfo» consiste en obtener los fines requeridos evitando el combate. Así, la guerra misma ya es un fracaso político.
Esta no es la intención de las masas en Israel cuando claman «Dejen al Ejército triunfar». Parece que por «triunfo» entienden la completa aniquilación del enemigo, haciéndose eco del militar e historiador prusiano, Carl von Clausewitz, a quien ni siquiera han leído.
Ya hace mucho que esta estrategia resultó ser un fracaso indefectible.
Es cierto que en política y asuntos militares las intenciones se mantienen en secreto. Pero pueden ser juzgadas por sus resultados. Y si éstos son identificables como resultados de la intención y no de otras circunstancias, o como resultado de intenciones ajenas, no distinguiremos en adelante entre resultados e «intenciones operativas».
A juzgar por los resultados, el objetivo de la operación israelí «Pilar Defensivo» fue obtener poder de disuasión, por lo que victoria en este caso significa disuasión. Pero disuasión en términos negativos, o sea, la prevención de víctimas y destrucción en el propio territorio, no es suficiente. Es menester completarla con motivaciones positivas, es decir, con medidas que aseguren que el enemigo tenga lo que perder por el incumplimiento de acuerdos o entendimientos. Los acuerdos, escritos o no, deben aspirar a que su incumplimiento implique un perjuicio mayor que un presunto beneficio, mientras que las esperanzas por las ventajas que surjan de su cumplimiento sean mayores que la tentación de anularlos.
La Segunda Guerra de Líbano, en Julio de 2006, considerada por la opinión pública israelí como una guerra en la que Israel fue derrotado, juzgando nuevamente por los resultados, logró finalmente cumplir su objetivo, aunque por razones obvias, éste no figuraba entre los objetivos declarados: no era la derrota absoluta de las fuerzas chiítas de Hezbolá. Por el contrario, el objetivo fue obligar a ese movimiento a formar parte del gobierno libanés. Es decir, la guerra lo persuadió a tomar responsabilidad y tener en cuenta a las fuerzas políticas rivales dentro del país. La combinación singular del daño anticipable, que pudo aprender de su amarga experiencia en la guerra, con el fortalecimiento del ejército libanés y su ocupación del sur del país, llevaron a que desde entonces Hezbolá se abstenga de atacar a Israel, pese a que no le hayan faltado oportunidades para hacerlo, tal como afirma el ex jefe de Inteligencia Militar israelí, el General Amós Yadlin.
La situación en Gaza es diferente de la que prevaleció en Líbano, pero tiene similitudes. En este caso el resultado tampoco fue la total derrota de Hamás, sino precisamente facilitar a su ala política imponer su autoridad sobre su brazo militar y sobre los movimientos terroristas independientes como la Yihad Islámica palestina, promoviendo, en la medida de lo posible, un cambio en el mapa de alianzas internas y protecciones externas.
He aquí algunos de los logros de la operación: La gradual apertura de los pasos fronterizos con Egipto provocaría un mayor compromiso de Hamás para con Egipto, lo que implicaría un distanciamiento del apoyo militar iraní, es decir, que la facción pro-sunita supere a la facción que goza del apoyo chiíta no-árabe.
Hay que recordar que como respuesta a los constantes ataques con proyectiles desde Gaza, la operación israelí comenzó con la destrucción por medio de un bombardeo aéreo de la fuente de producción y provisión de los cohetes Fajr en Sudán - con los que se intentó atacar a Tel Aviv -, continuó con la destrucción de los arsenales de estos cohetes en Gaza, y terminó con el compromiso de Hamás a la reconstrucción económica de la franja. No es probable que los cohetes que quedaron a salvo vayan a ser reciclados y adaptados a fines civiles, pero eventualmente se debilitaría la motivación para el rearme mientras que la tendencia en pos del desarrollo económico encontraría condiciones más favorables. Un signo importante en este sentido es el edicto religioso (fatwa) emitido por el clérigo sufista más prominente en la Franja de Gaza, Suleimán al-Daya, respetado por los salafistas ultraconservadores como por Hamás. «Honrar la tregua, que fue patrocinada por nuestros hermanos egipcios, es el deber de cada uno de nosotros. Violarla constituye un pecado», dice el edicto.
También el sistema «Cúpula de Hierro» israelí de defensa contra cohetes, paradójicamente quizás, dio su aporte al fortalecimiento del Hamás político ya que asestó un golpe a la concepción disuasiva palestina basada en el lanzamiento de cohetes hacia poblaciones civiles en territorio hebreo. La relativa inefectividad de sus misiles es la que otorgaría legitimación a las facciones de Hamás que prefieren contener el fuego por parte de su brazo militar y de las organizaciones más militaristas. Según el periódico «Asharq Alawsat», los cohetes de Hamás fueron lanzados bajo presión de la Yihad Islámica a fin de romper la alianza entre Hamás y los rebeldes sirios.
Además, es probable que, contrariamente a la opinión corriente, el presidente palestino, Mahmud Abbás, pueda de todos modos cosechar algunos de los frutos de su política anti-terrorista ya que mientras que la Franja de Gaza es bombardeada, Cisjordania, bajo su gobierno, goza de un relativo bienestar económico. Hay que indicar, no obstante, que esta situación empeoraría si no cambia la posición intransigente del gobierno israelí ante su régimen.
Se destaca también la retórica contra conflictos armados del presidente egipcio Mohamed Mursi. Detrás de su retórica late la dependencia de la reconstrucción de su economía del Banco Central Europeo, del Fondo Monetario Internacional, y de Estados Unidos.
Surgió así una coalición operativa, endeble aún, de elementos relativamente moderados en Hamás, Al Fatah de Abbás, Egipto, Israel y quizás también Turquía junto con la Unión Europea y Estados Unidos. Todos estos tienen un fin en común, el apaciguamiento de la zona, el desarrollo económico y la promoción de acuerdos graduales de pacificación. Ésta es la coalición que triunfó, por el momento. No es una alianza vigorosa que tenga fines y motivaciones comunes, y tampoco se transformará en tal en el futuro próximo; pero funciona hoy como parte de las condiciones que permitirán favorecer los esfuerzos políticos. Esto debe aprovecharse ante todo para negociar y llegar a acuerdos con la Autoridad Palestina de Abbás.
El logro más importante de esta guerra, otra vez juzgando por sus resultados, es la posibilidad de debilitar uno de los llamados «brazos largos» de Irán, luego de que el brazo libanés, Hezbolá, fue considerablemente reducido y quizás ya neutralizado. La legitimidad de su fuerza quedó reducida a la defensa de intereses libaneses. El jeque Hassan Nasrallah, líder máximo de Hezbolá, se vio obligado a declarar, a fin de calmar los temores del resto de las fuerzas políticas libanesas, que ellos no responderán automáticamente si y cuando los intereses de Irán se vean agraviados. Irán se apoyaba en estos brazos para progresar con su proyecto nuclear como fuerza disuasiva contra la opción militar, siempre presente en las negociaciones.
Puede que esta prognosis no llegue a concretizarse, pero es indudable que se han dado las condiciones para su realización.
* El profesor argentino-israelí, Oded Balabán, es director de la cátedra de Filosofía en la Universidad de Haifa.