Así deberíamos llamarlo al nuevo año que comienza hoy; para que todos escuchen; también los políticos israelíes que van dentro de menos de un mes a elecciones.
Y pensamos en todo lo que responsabilidad significa, ya que quien desempeña el cargo de primer ministro en un país como Israel, lleva una gran carga sobre sus hombros.
Entre los numerosos desafíos con los que tiene que lidiar, además de la agenda interna, que por cierto es un tema de gran importancia, están el esfuerzo nuclear de la República Islámica de Irán, las amenazas de Hamás, las armas químicas en Siria y la necesidad de hallar una solución pacífica al conflicto con los palestinos.
Dado que el declarado objetivo del Gobierno actual encabezado por el primer ministro Binyamín Netanyahu es hallar una solución pacífica al conflicto con los palestinos que garantice la seguridad de Israel, otro elemento clave del mosaico es maniobrar entre los intentos de lograr un acuerdo y la desconfianza que, inevitablemente, las últimas actitudes de la Autoridad Palestina encabezada por Mahmud Abbás, han despertado en el Gobierno de Israel.
La gran pregunta es si acaso Netanyahu - que según las encuestas de opinión bien podría ser también el próximo jefe del Ejecutivo israelí después de las elecciones - está reaccionando a esas actitudes negativas de Abbás con la responsabilidad que su cargo le exige.
El enojo de Israel por la actitud palestina de presentar una petición unilateral ante la ONU en lugar de volver a negociar, es comprensible. Pero un Gobierno que actúa con responsabilidad debe sopesar sus actitudes y las derivaciones de las mismas y no reaccionar visceralmente de un modo que déjà la sensación que se saca el enojo para afuera pero no se analiza con la cabeza fría las posibles repercusiones.
Netanyahu, cabe recordar, tiene el derecho politico de considerar que los asentamientos deben no sólo permanecer sino también crecer y fortalecerse. Sus opositores, tienen el derecho político de discrepar y combatir esta política.
Pero proclamar ahora a diestra y siniestra nuevas construcciones en barrios construidos más allá de la mal llamada «línea del 67» - que los palestinos y parte de la comunidad internacional ven como «asentamientos» aunque para Israel son parte de su capital soberana - no aporta nada.
Con ello no se fortalece a Jerusalén. En nada reafirma los derechos de Israel a su capital la forma en que el Gobierno israelí ha estado anunciando los planes de construir en diferentes puntos de las zonas en cuestión.
Al contrario, se ha estado dando la impresión de provocación, no de reacción sabia y basada en los derechos legítimos de Israel.
En esa impresión tuvo mucho que ver la declaración de Netanyahu diciendo que «no le importa» lo que dice la ONU.
Bien sabemos qué poco respeto merece ese organismo mundial por sus mayorías automáticas contra Israel, por sus votaciones contra la única democracia de Oriente Medio mientras permite que regímenes sanguinarios se presenten como paladines de los derechos humanos.
Pero Israel debe reaccionar en forma inteligente, no como un niño enojado en una pelea de barrio.
Lo más probable es que parte de la línea que está siguiendo Netanyahu en las últimas semanas esté siendo determinada también por consideraciones electorales para asegurar que los votos de los más conservadores vayan a él y no a partidos a la derecha del Likud que van ganando terreno en los sondeos.
Por eso, al comienzo, hablábamos de responsabilidad.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay