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A Bibi le crece la nariz

Las secciones de chismes en medios de difusión israelíes de esta semana se colmaron de rumores que aseguran haber comprobado que Bibi no se mira en el espejo. No es para menos. Una serie de promesas falsas, embustes y engaños le produjo una erupción del «síndrome de Pinocho» con una nariz que le crece día a día.

Es de público conocimiento que las convicciones ideológicas de Netanyahu van acompañadas de un pensamiento económico basado en una estricta y muy ortodoxa doctrina liberal que condiciona el crecimiento sólo en función de la iniciativa privada a la que únicamente se puede incentivar por medio de una masiva privatización y una política presupuestaria muy restrictiva y, sobre todo, un permanente control del déficit presupuestario a niveles mínimos.

Los indicadores hasta el último año demuestran claramente que en un mundo envuelto en una profunda crisis, Israel vive un milagro atípico de alto crecimiento macroeconómico pero con una gran mayoría de su población que pagó su costo y hoy es excluida de los beneficios. En resumen, mientras que unos pocos magnates y emporios económicos se enriquecen, la mayor parte de su ciudadanía se empobrece.

Tan sólo seis meses atrás, durante la visita del secretario Ggneral de la OCDE, Netanyahu y Steinitz, su ministro de Finanzas, aprovecharon la oportunidad para alardear de sus hazañas y exponer sus verdades. En esa ocasión Netanyahu afirmó que «nuestra política continuará en el futuro con un cuidadoso y responsable control de los gastos. Debemos limitar los derroches gubernamentales. El crecimiento económico se consigue únicamente si se maneja el dinero público de manera responsable, evitando desembolsos si no se tienen la cobertura correspondiente» [1].

En esa misma ocasión, Yuval Steinitz hizo propias las palabras del secretario general de la OCDE: «Si no cuidan la responsabilidad del equilibrio presupuestario, si rompen los marcos que mantienen un déficit razonable y bajo control, si no se cuidan de todo ello, harán peligrar la economía de Israel y sus ciudadanos».

Discursos pomposos por un lado y realidad por otro. Ante la perspectiva de una imposibilidad política de movilizar su coalición para fijar un presupuesto razonable, Netanyahu, en última instancia, se vio obligado a adelantar las elecciones generales. Para rematar su primera cadencia en beneficio de los grandes emporios económicos, su Gobierno promulgó una ley que les otorga deducciones fiscales millonarias.

Para analistas económicos expertos en la materia, estos aparatosos discursos no fueron más que una triste farsa y un fraude a la ciudadanía. Ellos sabían muy bien, y se encargaron de alertar a tiempo, que el presente año tiene perspectivas de finalizar con un déficit presupuestario descomunal.

En estos días, el ministerio de Finanzas informó oficialmente: «El déficit presupuestario para el año 2012 arribó a la suma de 10 mil millones de dólares (4,2% del PBI), más que el doble del presupuestado originalmente, 4,5 mil millones de dólares (2% del PBI)» [2]. Según fuentes del mismo ministerio, el enorme desacierto del marco presupuestario surgió de un significativo error de estimación de los ingresos. En otras palabras, los funcionarios oficiales no tenían idea de las desmesuradas dádivas impositivas a magnates y grandes empresas que este Gobierno se proponía otorgar.

Parece que la atmósfera electoral fue impregnada de una rara fragancia que llevó a Netanyahu, sin previo aviso, a un cambio drástico de su máscara económica para justificar aquello que ideológicamente era injustificable hasta seis meses atrás.  El gran fiasco presupuestario que los especialistas definen como «escándalo» [3], el Bibi preelectoral nos quiere vender el cuento de que no hay de qué preocuparse ya que sólo «se trata de una ínfima diferencia de 3 milésimas; todo estaba previsto y ni siquiera tendrá efecto alguno sobre los ciudadanos» [4].

Con la misma intención de despreciar la importancia de escandaloso traspié, Steinitz trató burdamente de calmar los ánimos prometiendo que «no habrá necesidad de nuevos aumentos impositivos durante el año». El desparpajo de su declaración puso en alerta a la jerarquía técnica de su ministerio quienes refutaron al ministro argumentando que «sus palabras son un ejemplo de irresponsabilidad» [5].

La política económica no es el único área en donde Bibi desparrama promesas falsas y groseros embustes [6]. Lo que realmente llama la atención es el carácter pasivo de la ciudadanía de Israel, esa que tanto se alardea de su inteligencia, que una vez tras otra se traga promesas falsas inclusive en el tercer ciclo del mismo candidato.

Fuera de los elevados impuestos que de por si se pagan, la reelección casi segura de Netanyahu como primer ministro no tiene otro significado para cada familia promedio más que firmarle un cheque mensual por un importe de aproximadamente 400 dólares durante todos los años de su tercer mandato sólo para cubrir ese enorme descubierto que nos dejó el brillante manejo de este mago de las finanzas.

[1] «Discursos del primer ministro, secretario general de la OCDE y ministro de Finanzas en una rueda de prensa conjunta»; Departamento de Prensa; Oficina del primer ministro; 5.6.12.

[2] «El enorme agujero que el próximo gobierno debe tapar»; Globes; 13.1.13.

[3] «La pérdida de control presupuestario»; Avi Temkin; Globes; 14.1.13.

[4] «Netanyahu sobre el déficit: estaba previsto y no influye sobre los ciudadanos»; Walla; 13.1.13.

[5] «Jerarcas técnicos del ministerio de Finanzas en contra de Steinitz»; Walla; 14.1.13.

[6] Un amplio detalle de los cuentos de Netanyahu se puede leer en: «Dense cuenta tontos; es un fraude»; Uzi Benziman; Haaretz; 14.1.13 y en «Nosotros no somos idiotas» Ariana Melamed; Ynet; 14.1.13.