Cada israelí, por cierto, tendrá la suya. Su visión de la realidad. Su convicción acerca de lo que es cierto, de lo correcto al decidir por quién votar.
Como suele suceder en toda campaña electoral, también los políticos israelíes muestran lo que desean que el pueblo tenga presente y recuerde. Lo menos elogioso, queda fuera.
El serio problema es que en muchos casos, la verdad está en algún punto en el medio y en el furor de la discusión política, se desdibujan los detalles.
El que pierde, por cierto, es el ciudadano que no sabe leer entre líneas.
El pasado miércoles al mediodía escuchamos en la radio pública israelí una entrevista al ex ministro de Defensa y ex jefe del Partido Laborista, Binyamín (Fuad) Ben Eliezer, hoy candidato a diputado, nuevamente, en el mismo partido. El detonante del reportaje fue una serie de declaraciones que el periodista norteamericano, Jeffrey Goldberg, atribuía en la página web de la agencia noticiosa Bloomberg, al presidente norteamericano, Barack Obama, con el que tiene, según se ha informado, gran cercanía.
En dichas declaraciones, citadas por los medios israelíes, Obama habría dicho que «el Gobierno de Israel no sabe cuáles son sus mejores intereses» y que el primer ministro, Binyamín Netanyahu, «está llevandoa su país hacia un total aislamiento internacional».
Según Goldberg, en opinión de Obama, «si Israel, un estado pequeño en una región inhóspita, se convierte en un paria que enajena incluso el afecto de EE.UU, su socio constante, no sobrevivirá», agregando que «Irán representa una amenaza a corto plazo para la supervivencia de Israel; el comportamiento propio del Estado hebreo plantea un problema a largo plazo».
A ello se agregó una crítica personal a Netanyahu, señalando Goldberg que según Obama, el mandatario israelí es un «político que no sabe tomar decisiones y un dirigente que no se manifiesta dispuesto a liderar o a gastar capital político para hacer avanzar causas de compromiso».
Mencionamos todas estas citas, ya que uno de los puntos sobre los que más se ha polemizado en la parte política de la campaña electoral, es sobre la sabiduría con la que Netanyahu conduce o no logra conducir los asuntos de Estado en Israel. Y sus principales críticos, sostienen que el haber logrado tensionar a tal punto las relaciones con un amigo como Estados Unidos, es un serio problema.
De más está decir que no se oyó - y seguramente no se oirá al presidente Obama - decir con su voz y por su boca, públicamente, lo que le fue atribuido. Por otra parte, el periodista citado es conocido como allegado a Obama y el «sistema» de transmitir mensajes de esa forma, no es nuevo.
Pero también mencionamos este tema, en relación a la entrevista con el laborista Ben Eliezer, ya que a raíz de los comentarios críticos que él hizo al primer ministro Netanyahu, apoyándose entre otras cosas en lo atribuido al presidente Obama, «Fuad» dijo a quien lo estaba reporteando que «dejen ya de inventar que nos quieren destruir, que Abu Mazen no quiere negociar» y aseguró que «yo lo puedo traer mañana de mañana a la mesa de negociaciones».
La verdad, decíamos, está a nuestro criterio en algún lugar en el medio. Es cierto que el que Netanyahu haya logrado llegar a tanta tensión con el presidente Obama, que apoyó a Israel en votaciones muy complejas en Naciones Unidas - quedando bastante solo frente al mundo - y que se comprometió a continuar ayudando con el desarrollo de los sistemas antimisiles «Cúpula de Hierro», es motivo de preocupación.
Está en lo correcto, nos parece a nosotros, todo aquel que duda si acaso la política actual de «nosotros tenemos razón y eso es lo único que importa» (no es una cita, claro, sino una interpretación nuestra de cómo plantear lo que está sucediendo), es la más sabia y responsable para Israel.
Por más críticas que Israel tenga, en muchos casos con razón, a la comunidad internacional, su gobierno debe saber maniobrar entre sus convicciones y la necesidad de no verse aislado diplomáticamente. No se va la dignidad nacional si se intenta explicar en lugar de actuar como motivados por enojos y en tono de desafío hacia afuera.
Por otro lado - y por eso hablábamos de puntos intermedios -, no son «inventos» eso de que hay enemigos que desean destruir a Israel ni el argumento de que el presidente palestino rehúsa desde hace años sentarse a negociar con Israel.
Sin duda, Netanyahu podría haber irradiado otro espíritu, de modo que su discurso de «dos Estados para dos pueblos» causara el efecto deseado, en lugar de dejar la impresión de que estaba lleno de condiciones y agregados. Pero no se puede negar que los palestinos no ayudan a Israel a tener confianza.
Ojalá eso de «los enemigos que intentan destruir» a Israel fuera un mito usado únicamente en manos de políticos irresponsables. Lamentablemente, es también una realidad.
Pero cuando los israelíes van a votar, deben pensar en todo tipo de peligros, o mejor dicho en quiénes lidiarán mejor con ellos. Mientras la derecha sostiene que es un peligro ceder en la situación actual - por ejemplo en términos de retiradas - , el centro y la izquierda sostienen, cada uno con sus matices, que es peligroso seguir en la situación actual por la amenaza a la seguridad que supone la inestabilidad política, por la amenaza de un nuevo estallido de violencia, por los presupuestos destinados a los asentamientos que podrían ser utilizados para fines claves en el Israel soberano y - no menos importante - por el significado moral de mantener presencia en Cisjordania (Judea y Samaria), donde los palestinos quieren construir su Estado soberano.
Las amenazas a Israel seguirán presentes, cabe suponer, por mucho tiempo. El Estado judío no puede bajar la guardia y debe ser fuerte, muy fuerte, en sus fronteras.
Creemos que la separación de los palestinos fortalecería a Israel, no lo debilitaría. Le obligaría, claro está, a mantenerse muy alerta, siempre, en sus fronteras, a mirar con muchos ojos, siempre, a su alrededor. Pero con mayor tranquilidad hacia adentro, con la altura de valores que le permitiría garantizar para siempre su carácter de Estado judío y al mismo tiempo democrático.
El asesinado primer ministro Itzjak Rabín, hablaba de «riesgos calculados» en pro de la seguridad. El terrible terrorismo que azotó a Israel al año siguiente de su asesinato, cuando comenzaron a volar autobuses en diferentes partes del país, hizo perder mucha confianza. La segunda Intifada, cuando el israelí promedio se levantaba a menudo preguntándose dónde sera hoy el nuevo atentado, fue el ataúd en el que quedó sepultada la confianza que gradualmente se había comenzado a construir entre Israel y los palestinos.
Lo recordamos porque paralelamente a nuestra convicción de que Israel debe intentar llegar a una solución - por sus propios intereses, no por los derechos palestinos - sabemos que mucho depende de la actitud de los vecinos de Israel. Es un tango que se baila de a dos.
Paralelamente a las críticas al gobierno actual de Israel en lo referente a su política en el tema palestino, es inevitable recordar que ya hubo gobiernos de centro y centro-izquierda que negociaron con Yasser Arafat y con Mahmud Abbás, sin lograr llegar a nada.
En todo este complejo mosaico deberán pensar los israelíes al ir el martes a votar.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay