Es imposible hacer una medición exacta de la perturbación informativa que causa un ataque mediático despiadado hacia un Estado, a su política o a todos sus ciudadanos en conjunto pues esta nubosidad variable, ya familiar, en la llamada sociedad de la información nos afecta a todos y cada cual saca su paraguas para resguardarse del chaparrón de noticias que producen los conflictos, los desastres, las desgracias y, en definitiva, la vida misma.
Si nos asomamos al mapa de isobaras hay algo que podemos aprender fácilmente: el tiempo histórico y el meteorológico tienen un parecido asombroso pues podemos contemplar la fuerza que, como el viento, tienen los hechos, las opiniones, las declaraciones o los exabruptos sobre Israel y los judíos. Y naturalmente también la dirección que llevan; un gráfico esclarecedor de la presión a la que está sometida Israel que, afortunadamente hasta ahora, siempre será infinitamente menor que la que ha sufrido el pueblo judío a través de la historia.
Un peligroso anticiclón se cierne ahora sobre el Estado judío pues cada vez que se agudiza la crisis de Oriente Medio, se agudizan también las contradicciones dentro de Israel y es su plural fuerza ciudadana la que incide sobre los partidos y estos, a su vez, sobre la política exterior del Estado judío que, en palabras de Barack Obama, no sabe ni lo que quiere y lo que es peor aún: no sabe hacerlo con inteligencia en el entramado político internacional.
Así pues, para que el gran diluvio antisemita se desate sólo hace falta que los mismos amigos de Israel expresen libremente sus opiniones sobre la torpe actuación de los políticos israelíes para que amplios sectores de su ciudadanía comiencen a disparar sus improperios y manifiesten, a ojos de todo el mundo, ese discurso inaceptable que proviene siempre de radicales ultraconservadores, fanáticos religiosos, ultraortodoxos, askenazíes que no soportan a sefaradíes, judíos del interior que echan en cara a los del exterior su supuesto desconocimiento sobre la vida y padecimientos en el interior de Israel, y toda esa pluralidad que afortunadamente es existencia, lucha y motor de un Estado democrático como Israel.
Pero parece ser que hay algo que los judíos de fuera y los de dentro de Israel ya empiezan a comprender: para situar a Israel en el futuro se están librando dos guerras, una la que gloriosamente llevan a cabo las Fuerzas de Defensa de Israel y otra de mucha más complejidad que nos sitúa a judíos y no judíos de este mundo que defendemos a Israel, en un escenario hostil ante el nuevo avance de un antijudaísmo feroz salpimentado como siempre con un criminal libelo de siglos que nos sitúa a todos en conjunto en ese otro tiroteo mediático en el que nos partimos la cara por la patria de los judíos. Somos cada vez más los intelectuales de todo el mundo los que respondemos a ese ataque sin cuartel dirigido contra los judíos y contra su hogar nacional, somos la mejor inteligencia que tiene Israel, somos una fuerza imparable que se sustenta en el discurso de la razón y en esa maraña de conocimientos que hemos sabido entretejer en el curso de milenios para responder a la tremenda injusticia que se comete contra los hebreos, somos Israel pese a quien pese y nos batimos como los mejores ante la turba antisemita que aprovecha todos los resquicios para intentar socavar la unidad de los judíos y los firmes cimientos del Estado de Israel.
Esta otra guerra que libra el Estado judío debería dejar bien claro a todos los ciudadanos de Israel que ridículos fanatismos religiosos, declaraciones abiertamente homófobas, racistas, absurdas críticas y hasta insultos graves, deberían desaparecer de inmediato del panorama informativo y de opinión que curiosamente se lanza contra otros judíos que difieren y también contra los amigos de Israel. La suelen hacer personajes con un desconocimiento absoluto de la realidad política internacional, parapetándose en un más que dudoso conocimiento de la Halajá (ley rabínica) y en una absoluta falta de educación y de visión política para entender que el mundo en que vivimos no es judío pues judíos son sólo trece millones y cada vez van a menos porque, tanto dentro como fuera de Israel, muchos optan por los matrimonios mixtos no sólo por amor sino por una clara manifestación de hartazgo, de incomprensión con los homosexuales, de falta de atención con el derecho de las mujeres, de tanto fanático religioso y de tanto sectarismo en una comunidad que sigue asombrando con sus privilegiados cerebros para la ciencia, para la cultura y para lo que se proponga si los dejan.
Esta borrasca que tenemos encima los que defendemos a Israel como fuerza intelectual, está entorpeciendo por completo un trabajo muy duro y costoso, pero afortunadamente creativo para nuestro tiempo y para nuestra vida; estos nubarrones están oscureciendo el horizonte de Israel en una época crucial que nos conduce a todos por ese precipicio económico que intentan sortear los norteamericanos y los europeos y que hoy no son otra cosa que aliados de Israel, a pesar de sus propios problemas y de todo ese vergonzante historial antisemita que la Historia quiere dejar atrás.
Preservar la existencia de este gran pueblo pasa primero por la defensa del Estado de Israel y segundo por mucho conocimiento e inteligencia para tratar de detener la peor de las desgracias que nos puede ocurrir: la asimilación lenta pero continua que en gran parte está provocada por una suerte de «salvadores de la patria» a los que solo hace falta leer por encima para entender el terrible daño que están causando a Israel.
Por fortuna para el Estado judío, muchos de sus políticos ya han tomado nota desde Israel y desde sus embajadas en todo el mundo. Tzipi Livni, por ejemplo, ya ha lanzado el grito al cielo para avisar de que hay que tener mucha educación y mucho cuidado con las expresiones de desprecio a Estados Unidos o a Europa que se parten la cara por Israel así como por todos sus ciudadanos que, de tal o cual cultura o religión, manifiestan su amor y defienden a muerte el Estado judío.
¡Despierta Israel! El mundo no es israelí, somos bien poca cosa en el concierto mundial por mucho gobierno en la sombra que nos quieran adjudicar los antisemitas y sus bandas de criminales que nos han señalado para el exterminio y para la destrucción de nuestro hogar nacional. Pero somos muchos los judíos de esta tierra los que, con papeles o simplemente de corazón, hemos paseado nuestro ingenio por toda la historia de los humanos y ahora hemos convenido salir a la palestra mostrando abiertamente y a voces, la más grande historia que se ha escrito nunca, un maravilloso suceso que tuvo lugar durante milenios y que desde hace dos mil años ensombrece la historia del mundo y de nuestro pueblo causando espanto en la Edad Media y que horrorizó al siglo XX con la diabólica idea de exterminarnos por completo.
Nos batimos en un campo de batalla utilizando la palabra como arma y mostrando las manos abiertas a nuestros amigos de todo el mundo. Nos hemos asomado al mapa del tiempo y hemos comprobado que la nubosidad siempre es variable, pero fíjense bien porque a Israel siempre lo colocan en el centro de la tormenta y somos nosotros los que tenemos que contar al mundo que nuestras predicciones contienen tantas variables ocultas como dinamismo complejo y desconocido utilizan los enemigos de Israel.
La Historia está de nuestra parte y es precisamente ese relato el que abre las puertas para que el mundo contemple nuestro universo judío.