«Nunca nos aburrimos», podría ser el lema de Israel, según un profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, el día que se alcance la paz. Y es que la seguridad de la población judía sigue siendo el principal leitmotiv de la política israelí.
Durante la campaña electoral se ha comentado que los problemas sociales y económicos eran las cuestiones prioritarias. Sin embargo, cuando aumenta la tensión en alguna de las fronteras con los países árabes los asuntos sociales desaparecen de la agenda ciudadana.
En los 64 años de historia de Israel la seguridad ha sido la principal preocupación como demuestra el peso que tiene la defensa en el presupuesto del gobierno o en el 53% de la opinión pública.
La reciente operación militar en Gaza, «Pilar Defensivo», contra el terrorismo de Hamás, lla Yihad Islámica y demás grupos islamistas, la posibilidad de un Irán nuclear a corto plazo, los efectos de la «primavera árabe» en Siria y Egipto así como el reconocimiento de Palestina como Estado observador no miembro en la ONU, son amenazas suficientemente potentes para dejar en un segundo plano los problemas sociales con los ultraortodoxos y su futura incorporación al Ejército o los retos económicos relacionados con el aumento del precio de la vivienda o los alimentos que sacaron a la población a la calle en el verano de 2011.
El sistema de partidos israelí está fragmentado por el distrito único y una población pequeña y dispersa que se ha ido sedimentando con una inmigración variada con intereses distintos que tienen que estar representados.
El umbral electoral está en el 2%. De este modo, de los 34 partidos que inician la contienda electoral cerca de 15 conseguirán representación parlamentaria.
En Israel ninguna facción política ha alcanzado nunca la mayoría absoluta de 61 escaños en el Parlamento. Los gobiernos siempre han sido de coalición y estas elecciones no van a ser la excepción.
Pese a que la alianza de derecha entre el Likud e Israel Beiteinu lleva ventaja, las encuestas no les dan más de 34 diputados, 8 menos de los que sacaron por separado en los comicios de 2009.
Los israelíes apuestan por la seguridad y el crecimiento económico. Y en los bloques políticos a derecha e izquierda del espectro, Netanyahu volvería a ser el candidato para mantener esos objetivos.
Los gobiernos israelíes no suelen durar mucho más de dos años sin pedir elecciones anticipadas. El del Likud ha sido un poco más extenso, hasta que tuvo que convocarlas el pasado mes de octubre por la incapacidad de aprobar el presupuesto y el déficit de 40.000 millones de shekels, el doble de lo previsto.
Pese a ello, Netanyahu parte con ventaja porque el desempleo no llega al 6% y el Estado judío es un modelo en el mundo de la innovación y las start ups.
Durante el mandato del líder del Likud, la población de Israel no ha sufrido las consecuencias directas de la «primavera árabe», salvo el distanciamiento de Egipto y, previamente, de Turquía. Asimismo, ha conseguido que se endurecieran las sanciones internacionales a Irán desafiando a Obama con más asentamientos.
En el debe de Netanyahu estaría la pérdida de apoyo de la Unión Europea, el reconocimiento de Palestina como Estado observador no miembro de la ONU o el ascenso de la ultraderecha, que representa el sector religioso nacionalista israelí, que se opone a un Estado palestino, justifica los asentamientos en Cisjordania y pretende anexar dicho territorio.
Por otra parte, el socio político del Likud, el ex canciller Avigdor Liberman, está siendo investigado por los tribunales por abuso de confianza y blanqueo de dinero, lo que le podría obligar a dejar la política. Aun así cuenta con el apoyo de los judíos procedentes de la ex Unión Soviética que son el 15% de la población.
Mientras, Netanyahu debería pensar en recomponer su coalición con partidos de centro-izquierda o seguir con los partidos religiosos y la derecha más extrema.
La izquierda también están de capa caída debido al derrumbe de los laboristas, que se han convertido en una facción de clase alta, y a la proliferación de partidos de centro.
La campaña de la líder laborista, Shelly Yachimovich, se ha centrado en temas socioeconómicos y es mucho más moderado que la derecha respecto a los palestinos y las concesiones territoriales.
Aun así, en asuntos como la seguridad del país los grandes partidos apenas difieren y, frente a la amenaza de Irán, hay un acuerdo tácito en la población para defenderse del enemigo nuclear, lo que saca el asunto del debate electoral.
En sus 64 años de historia, Israel es como un péndulo que se mueve entre la amenaza a la seguridad y la política socioeconómica. Y en estos comicios esos mismos asuntos son los que determinarán los resultados.