«Quien cree no teme», tararea en hebreo el reelecto primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, una tonada muy popular en el país repetida por sus seguidores.
De hecho, fe es precisamente lo que necesita dada la merma de apoyo popular registrada en las últimas elecciones. «Tendremos problemas en armar la coalición de gobierno», confesó un diputado del gobernante partido Likud.
Netanyahu logró apenas mantenerse en el cargo debido a la caída en los votos recogidos por su alianza con la facción del ex canciller Avigdor Liberman en los comicios parlamentarios, frente a un fuerte avance de los partidarios centristas que se volcaron en el apoyo a Yair Lapid, hace tan solo un año una celebridad de la televisión devenida en figura política, y ahora una persona influyente que posiblemente cambie el orden de prioridades en el Estado judío.
Netanyahu, que recibió este sábado oficialmente la solicitud de formar un nuevo ejecutivo, se dedicará a construir una coalición de centroderecha que incluya a Lapid. Resta por ver si excluirá a sus aliados naturales, los ultranacionalistas religiosos o los ultraortodoxos o conseguirá incluir a todos, algo digno de un mago, como suelen calificarlo.
Lapid quiere dejar claro que quienes lo votaron eligieron normalidad, confianza mutua, educación, vivienda y atención para los débiles.
Israel afronta los más complejos desafíos. La crisis económica amenaza a la clase media y el país está aislado debido al impasse diplomático. «El pueblo reclama justicia social» se convirtió en el lema de quienes trabajan duro y aspiran a encontrar un estilo de vida que llene sus expectativas: normalidad. La protesta fue canalizada en las elecciones, pero los problemas sociales, económicos y de seguridad permanecen.
Atento a los reclamos de los ciudadanos, Lapid abogó en su campaña electoral por una reducción del costo de vida, incluida vivienda económica para parejas jóvenes, distribución más equitativa de la carga militar, con la idea de reclutar a los ultraortodoxos, hasta ahora exentos del servicio, y la reanudación de las negociaciones de paz con el presidente palestino Mahmud Abbás.
Netanyahu, que en su discurso para formar gobierno llamó a Abbás a reanudar las tratativas de inmediato, eligió durante su pasado mandato ignorar esas reclamaciones y, en cambio, recicló viejas ideas. Su inflexible eslogan durante la campaña electoral fue «un primer ministro fuerte para un Israel fuerte». Pero un déficit presupuestario de 10.500 millones de dólares (4,2% del PIB) muestra la vulnerabilidad del país.
Al igual que las anteriores veces que asumió el cargo de primer ministro - en 1996 y 2009 - frente al Muro de los Lamentos, Netanyahu se paró allí después de votar como si él mismo fuera el último muro contra la división de Jerusalén. Pensó que defendería su importancia política con sólo mantener el status quo de los asentamientos judíos en Cisjordania y reforzar las fronteras de Israel con vallas sofisticadas frente a Siria, Egipto, Líbano y la Franja de Gaza.
Se negó a proseguir con el proceso de de Annápolis, iniciado en esa ciudad estadounidense por su antecesor Ehud Omert en 2007-2008, y, en cambio, prefirió discutir otra vez el inicio de las conversaciones con los palestinos.
Al comienzo de su anterior mandato, en mayo de 2009, en su discurso en la Universidad Bar Ilán, se comprometió con el principio de un «Estado palestino desmilitarizado». Luego accedió, aunque con renuencia, a imponer una moratoria de 10 meses en la construcción de asentamientos. Pero en vez de seguir el consejo de Estados Unidos de prolongarla otros tres meses más, disparó la expansión de asentamientos y decidió edificar miles viviendas en el conflictivo territorio denominado E-1, las cuales unirían Jerusalén con el asentamiento de Maalé Adumim, aislando a la Autoridad palestina de la ciudad tres veces santa.
En su campaña electoral, además de autodeclarar tener el récord en materia de seguridad, la única acción de la que presumió fueron las medidas promovidas por su gobierno para crear un ambiente competitivo en el mercado de la telefonía celular, el que permitió una disminución tangible de las tarifas de las telecomunicaciones.
Reelegido, aunque con muy escaso margen, Netanyahu reformuló, con retraso, sus principios básicos. Impedir que Irán se dote de una bomba nuclear» sigue siendo la «primera prioridad». También prometió corregir las desigualdades sociales. La búsqueda de la paz es ahora la tercera. Asimismo, la amenaza de un ataque unilateral contra instalaciones nucleares de la República Islámica se reduce a las habituales diatribas vacías, a juzgar por las recientes declaraciones del diputado del Likud, Tzaji Hanegbi.
«Netanyahu tiene muy claro que, a menos que el mundo evite que Irán se dote de una bomba atómica, nosotros tendremos que tomar la iniciativa», aseguró.
La mayoría de los analistas opinan que sobre armas nucleares no hay diferencias entre derecha, centro e izquierda, todo el mundo entiende que Irán es una amenaza. Netanyahu goza así de un consenso poco común en Israel. Obviamente depende de lo que haga el gobierno de Teherán.
Respecto de si Netanyahu mantendrá el conflicto con los palestinos o tratará de resolverlo, los politólogos muestran cautela. Una abrumadora mayoría de los israelíes esperan un avance en el proceso, siempre y cuando exista la misma comprensión y compromiso histórico de sus vecinos más cercanos.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, puede permitirse una sonrisa. Netanyahu querrá mejorar su relación y formará una coalición moderada, pero le será más difícil mantener a Israel en el mismo status quo y con falta de iniciativas.
Si es fiel a sí mismo, se apartará de los anexionistas favorables a la ocupación y de la derecha religiosa, y se acercará al centro y, quizá consiga un módico acuerdo de dos Estados a largo plazo con pactos intermedios que intenten mejorar la realidad en la región.
Entretanto, entre el viejo Netanyahu de «mucho ruido y pocas nueces», que hizo poco y nada durante su anterior legislatura, y el nuevo que, mientras forma una coalición hace lo que puede para sobrevivir, los expertos ya pronostican elecciones anticipadas.