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«Sansón el pobrecito»

Binyamín NetanyahuComo corresponde en estos tiempos, Binyamín Netanyahu proclamó su victoria en Facebook: «Gracias por reelegirme». Aquel mismo día, antes que cerraran las urnas, en un acceso de temor, urgió - también por Facebook - a los votantes: «El gobierno del Likud está en peligro, vayan a votar para asegurar el futuro del país».

Cuando tuvo claro el panorama, Bibi tecleó de nuevo. Ofreció incluir a Yair Lapid, en «una coalición lo más amplia posible». Lapid, ex presentador de la televisión, dio la sorpresa: su partido, Yesh Atid, fue el segundo con mejor votación.

Eran muchos los factores en juego en esta elección. Por una parte, la nación de pioneros sionistas, que empezó a construir el Estado de Israel antes de la Partición de Palestina en 1947, devino hace tiempo en una sociedad mayoritariamente consumista. Sin embargo, subsiste - y tiene mucho poder - una minoría religiosa, cuyas leyes son las de la Torá. El resultado fue una gran dispersión de sufragios.

El partido de Netanyahu - el Likud-Beiteinu, la unión con su socio Avigdor Liberman -, sigue siendo la fuerza con más escaños (31). Los partidos de derecha y religiosos no lograron, sin embargo, darle una mayoría absoluta. En total, esta coalición obtuvo 60 bancas, la mitad del Parlamento.

La otra mitad la conforman los partidos de centro-izquierda y las facciones árabes.

Para Bibi, conforme sus primeras reacciones, lo ideal sería combinar fuerzas con Lapid. Pero ello implicaría un cambio profundo en su política.

En los últimos años, Netanyahu aceleró la construcción de asentamientos judíos en Cisjordania y la ampliación de barrios en Jerusalén Oriental, lo que molesta a líderes palestinos y genera críticas de sus socios occidentales.

Los problemas que vienen desde Gaza, que llevaron a un enfrentamiento con Hamás, tampoco ayudan. Agrava la situación el hecho que la Autoridad Palestina ganó terreno en el escenario internacional, incluyendo uel reconocimiento en Naciones Unidas como Estado observador no miembro.

Más allá de las fronteras, el principal desafío para Israel sigue siendo Irán. Pese a que están del mismo lado con Estados Unidos, casi no tienen otro entendimiento.

Obama presiona inútilmente para moderar la política de Netanyahu. Hasta ahora, su mayoría de ultraderecha le dio la razón; pero con los nuevos resultados electorales eso podría estar terminando.

Otro problema para Bibi en su terreno de paradojas es que la «primavera árabe» puso en marcha un proceso de imprevisibles consecuencias: las viejas dictaduras, sobre todo las apoyadas por Estados Unidos, permitían un mejor control de la situación.

Tras la dura transición actual, el futuro puede ser muy complejo para Israel. Y hay que agregar la gran incógnita siria una vez que acabe la guerra civil y el accionar de la organización terrorista Hezbolá en Líbano, cada vez más y mejor armada.

El primer ministro hebreo ya fallecido, Levi Eshkol, definió una vez a Israel como «Sansón el pobrecito», intentando hacer un paralelismo entre su fuerza militar y su desarrollo económico y tecnológico, con su situación de seguridad en la región.

Un apodo que no le vendría mal a Netanyahu.