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«El año que viene en un paraíso fiscal»

Durante dos mil años deambulando por lejanas diásporas, el pueblo judío continuó apegado a ese sagrado anhelo de retornar a Sión, a Jerusalén. Ese milenario ideal encontró su expresión más elocuente en la plegaria que todo judío eleva en repetidas oportunidades: «El año que viene en Jerusalén reconstruida».

La independencia de Israel en 1948 y su posterior e inusitado desarrollo, con dominio parcial o total de una Jerusalén completamente renovada, no lograron modificar hasta el día de hoy esa vieja tradición para la mayoría de la población. No así para un reducidísimo pero muy significativo grupo.

Como es de público conocimiento, la economía israelí sufrió durante los últimos años un drástico cambio y hoy básicamente está concentrada en un pequeño número de gigantescos emporios económicos bajo el control de unos pocos y muy reconocidos magnates.

El ideal sionista del retorno a la Tierra Prometida que hoy les demanda a estos poderosos multimillonarios el pago de impuestos personales como a cualquier ciudadano ya no satisface sus intereses. Sus necesidades de incrementar permanentemente su capital los orientó en la búsqueda de una nueva súplica: «El año que viene en un paraíso fiscal». El dueño del capital, por naturaleza del sistema, no por maldad, no tiene bandera nacional, aunque oportunamente la suele usar en su beneficio.

La comunidad económica de Israel recibió días atrás y sin sorpresa el repentino anuncio que el empresario más rico del país, Idán Ofer, se propone cambiar su domicilio de Israel a Londres.

«Idán Ofer, cuyo capital personal está estimado en 6,5 miles de millones de dólares, tiene planeado asentarse en Londres. Según su vocero personal el cambio se origina en cuestiones familiares y en la necesidad de administrar sus operaciones universales. Sectores cercanos al quehacer empresarial estimaron que el cambio de domicilio, surge, entre otros motivos, por cuestiones impositivas. El número de inmigrantes millonarios que arribaron a Reino Unido dio un gran salto en los últimos años. Londres se convirtió en un centro atractivo por sus grandes ventajas en materia empresarial, estudios, mercado inmobiliario estable, y por supuesto, por el derecho a hacerse acreedor a bonificaciones impositivas muy amplias» [1].

Idán Ofer no es el primer millonario israelí que toma tal decisión. Lo precedieron otras destacadas y enriquecidas personalidades del mundo empresarial local. Lev Levaiev lo espera hace tiempo atrás en Londres mientras que Beny Steinmetz prefirió radicarse en Suiza [2].

Pareciera que a Ofer no le es suficiente con las millonarias bonificaciones impositivas que el Estado de Israel le otorga a parte de sus empresas.  Como ejemplo vale la pena señalar que durante los últimos cinco años la compañía de su propiedad, Israel Chemicals, recibió de regalo impositivo el descomunal importe de casi 700 millones de dólares para una empresa que no emplea más de 5.000 personas en el mercado local y sus ganancias totales durante ese período arribaron a la gigantesca suma de  6,6 miles de millones de dólares [3].

Sin modificar básicamente la rentabilidad de esa empresa, si ese mismo importe de bonificación impositiva se hubiese empleado en subsidiar un 25% de un sueldo mínimo, probablemente se hubiese podido reducir el desempleo nacional en un cuarto - unos 50 mil empleados.

La conmoción social y la crisis económica que se sucedieron con posterioridad a la Guerra de Yom Kipur, en 1973, trajeron como consecuencia una marcada tendencia de jóvenes a buscar nuevos horizontes en el extranjero, principalmente en Estados Unidos. El liderazgo de Israel de ese tiempo vio este fenómeno con muy malos ojos. En una entrevista con motivo del Día de la Independencia en 1976, Itzjak Rabín, entonces primer ministro, se refirió despectivamente hacia estos jóvenes faltos de oportunidades en el país y los catalogó como una «resaca de cobardes». Hoy en día la plana mayor de los líderes se calla la boca ante la misma tendencia, esta vez de poderosos magnates.

El mundo moderno se guía por normas muy claras. El dinero de un millonario lo hará bienvenido en cualquier país, haga lo que haga; en tanto lo mismo le está prohibido a un pobre africano muerto de hambre que sólo busca trabajo para sobrevivir.

[1] «Idán Ofer se muda a Londres»; Globes; 7.4.13.

[2]
«Idán Ofer evalúa radicarse en Londres»; The Marker; 7.4.13.

[3] «Israel Chemicals recibió beneficios por 125 millones de dólares en 2012»; Globes; 13.3.01.