La elección de un objetivo en Estados Unidos indica que los hermanos Tsarnaev, de origen checheno, se habían unido a musulmanes radicalizados en la búsqueda de la yihad global.
Nadie sabe a ciencia cierta cuántos musulmanes radicales como los terroristas de Boston hay en Estados Unidos. Se trata de un género de terrorismo interno, pero sustentado en la radicalización de personas provenientes de Oriente Medio, Asia Central y hasta del sudeste asiático, que existe en Estados Unidos pero que se da también en Australia y en Europa.
En los dos o tres últimos años, Estados Unidos padeció al menos tres casos bien conocidos de radicalización que a punto estuvieron de acabar en graves atentados terroristas. El primero en 2009, año en que un estadounidense de origen afgano fue arrestado por planear la colocación de potentes bombas en el metro de Nueva York. En ese mismo año el tiroteo de Fort Hood ocasionó más muertes que el ataque a la maratón y fue cometido por un comandante del ejército de procedencia palestina que mató a 13 compañeros de armas de su base military en Texas. Su radicalización se produjo a través de Internet por medio del hoy tristemente célebre Anwar al-Alwaki, un imán predicador de origen yemeníita que residió varios años en Estados Unidos. Al Alwaki también fue declarado sospechoso por los ataques del 11/S, pero fue puesto en libertad tras un interrogatorio estadounidense y, a mediados de esta última década regresó a Yemen, donde se convirtió en un líder religioso muy influyente; fue eliminado por un ataque americano con drones en Yemen.
Por ultimo, en 2010 tuvo lugar el fallido atentado de Times Square, en el que un americano de origen paquistaní, licenciado en aplicaciones informáticas y en sistemas de información, casado y con dos hijos, dejó aparcado un coche bomba en el corazón de la ciudad de Nueva York. Había sido entrenado y recibió órdenes en Pakistán. La misma línea de actuación tuvo lugar en los atentados con bombas en autobuses y en el metro de Londres en julio de 2005. El grupo, compuesto por cuatro terroristas, algunos de origen paquistaní, fue instruido en Pakistán.
La cárcel es un punto clave como foco de radicalización y de conversión al islam. Para determinados reclusos las prisiones constituyen un centro de radicalismo. Algunos individuos se radicalizan en la cárcel, lo que representa una notable amenaza, puesto que esos presos ya están habituados a conductas criminales y pueden dar más fácilmente el paso a la acción política violenta. Este tipo de cambio de la violencia criminal a la violencia política, fue el que se dio en el caso de algún miembro del grupo de Madrid, responsable de la colocación de bombas en los trenes.
Por otra parte, se plantea la cuestión de si los musulmanes extremistas del Cáucaso están más interesados en asuntos regionales y en vengarse de Rusia o se hallan más próximos ideológicamente a Al Qaeda y a la yihad mundial. Los cierto es que la diáspora chechena se concentra en Europa, no en Estados Unidos, donde sólo residen 20.000 chechenos. Hasta el ataque de Boston, la mayor parte de la actividad de los radicales chechenos fue contra Rusia. El principal dirigente de los yihadistas en el Cáucaso, DokkaUmarov, declaró recientemente un alto el fuego en las acciones contra Rusia, que hasta la fecha es relativamente respetado sobre el terreno. Además, pidió a sus seguidores que no acudan a luchar a Siria, como hacen yihadistas e islamistas de todo el mundo.
Hubo un grupo árabe yihadista activo en Chechenia que fue liderado por Ibn al-Khattab desde 1994 hasta mediados de 2005, fecha en que murió a manos de los rusos. De modo que había un claro vínculo entre algunos radicales chechenos y grupos internacionales yihadistas. Los rusos tienen razón al resaltar que junto con el aspecto nacionalista de la cuestión chechena convive otro yihadista y global.
En cuanto a la amenaza que podrían suponer estos radicales contra Israel y contra objetivos judíos en Estados Unidos, se debe decir que no sabemos de amenazas de extremistas chechenos en años recientes contra intereses israelíes o judíos, aunque entre ellos sí existe un amplio respaldo a Al Qaeda, a los yihadistas e incluso a Hamás.
A finales de los '90 y al comienzo de la segunda Intifada, los rebeldes chechenos del momento se mostraron más o menos activos en Internet en apoyo de los grupos radicales palestinos. En 1999 vi documentos en los que acusaban a Israel de ayudar a la fuerza aérea rusa en sus bombardeos contra los rebeldes chechenos, lo que se presentaba como un claro argumento para atacar a Israel y a los judíos. En esa época hubo amenazas concretas contra intereses judíos.
Al comienzo de la segunda Intifada, los extremistas chechenos ofrecieron a Hamás el envío de 150 voluntarios para combatir en Gaza, lo que pone de manifiesto que querían mostrar algún género de solidaridad con los palestinos y, en mi opinión, pretendían además obtener un mayor apoyo financiero de los países del Golfo Pérsico. Otras personas indican que hay vínculos entre las distintas causas: uno de los turcos de la flotilla del Mavi Marmara destinada a Gaza había participado como voluntario junto a combatientes chechenos.
En lo que se refiere a los países vecinos de Israel, no constatamos recientemente, salvo en Turquía, una específica actividad del radicalismo checheno. Hay chechenos que viven en Jordania y chechenos que combaten en Siria, pero no fueron enviados por la organización rebelde chechena liderada por Umarov.
Pero en los tres o cuatro últimos años se está produciendo una creciente tendencia a participar en una yihad más globalizada. Es admisible decir que los chechenos que decidieron ir a combatir a Siria se vieron influidos más por la tendencia global de la yihad que por la rama local de Chechenia y que, por extensión, podrían en algún momento involucrarse en actividades antiisraelíes.
Asimismo, volviendo a los terroristas de Boston, no descartaría la posibilidad de que si se trata de yihadistas internacionales - en el sentido de no tener un interés particular por la causa de los combatientes chechenos -, pudieran buscar también objetivos israelíes o judíos y no sólo en Estados Unidos.
La actividad de esa clase de radicales en occidente se desarrolla en pequeñas células, en ocasiones basadas en lazos familiares, una estrategia apoyada e inequívocamente elaborada por el líder de Al Qaeda, Abu Musab al-Suri, cuyo verdadero nombre es Mustafá Setmariam Nasar.
Como líder muy conocido de Al Qaeda, Al Suri estuvo involucrado en la actividad yihadista en España, incluyendo los atentados con bombas en trenes, y a su libro de 2004 se lo conoce como la «Llamada a la resistencia islamista global». Allí, en 1.600 páginas, propone lo que denomina «estrategia de resistencia sin líderes», es decir, pequeñas células independientes, radicalizadas a través de la lectura de la ideología islamista, manuales terroristas publicados en Internet y el intercambio de información en foros islámicos.
Dicha estrategia hace muy difícil la vigilancia estatal de esos grupos o infiltrarse en ellos que, a su vez, tuvieron como modelo la estrategia de «resistencia sin liderazgo» de los grupos norteamericanos de la extrema derecha blanca radical.