Ninguno de los escenarios que se perfilan para Siria beneficia a Israel. «La elección es entre el infierno y el averno», resumió Nahum Barnea, analista del diario «Yediot Aharonot».
El clan Assad es un viejo enemigo pero mantuvo la frontera tranquila desde 1973 y su posible sucesión es tan incierta que asusta. El miedo a que islamistas, salafistas, yihadistas y antisionistas, ocupen su lugar tiene a la inteligencia israelí dividida.
Si colapsa el régimen de Damasco caerá con él el eje Hezbolá-Irán. Si llegan los afines a Al Qaeda, los ataques podrían revivir, sobre todo en los Altos del Golán. Por eso la postura más extendida entre los políticos y altos oficiales de Israel es la de mantener el status quo todo el tiempo que se pueda. Vigilar y prevenir, pero no intervenir.
Esa es la opinión mayoritaria cuando se habla de una posible operación armada para impedir que Assad emplee armas químicas contra los civiles sirios, ataques de los que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) dicen tener pruebas.
«El reto de Israel es preservar su seguridad, evitar la llegada de misiles e impedir que las armas químicas vayan a manos de Hezbolá o a los yihadistas, si el Gobierno cae. Todavía no se llegó a ese punto», añadió Barnea.
El riesgo de que compuestos como el gas sarín acaben siendo usados contra la población de Israel es real, no exagerado, recuerdan en las FDI. ¿Pero es inminente? ¿Y es una incursión armada la manera de evitarlo?
Si Assad usa esas armas no es probable que estén descontroladas, es la conclusión de los expertos. A finales de enero, Israel atacó un convoy que iba hacia Líbano, supuestamente camino de un depósito de Hezbolá. Portaba armas convencionales. «Vamos a hacer frente a las armas que están siendo almacenadas cerca de nosotros, que amenazan a nuestros civiles», afrmó Netanyahu. Entonces no hubo reparos en atacar, aunque Bibi tardó casi una semana en reconocer dicho golpe. Pero con armas químicas por medio, la situación se complica.
«Israel debe limitar su participación a recopilar inteligencia y aquellas pruebas que lleguen hasta el Golán. EE.UU tampoco debe optar por un ataque. Es mejor identificar a las fuerzas rebeldes y, de ser posible, armarlas, si está seguro de ellas. Si no, mejor no apoyar a nadie y seguir buscando otras salidas, como una zona de exclusión aérea, si se logra pactar con Rusia», explicó Yehohsúa Teitelbaum, analista del Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos de la Universidad de Bar Ilán.
Su colega, el profesor Eitán Gilboa, agregó que Israel debe estar preparado para nuevos desafíos militares desde Siria y Líbano, pero debe abstenerse de toda intervención con palabras o acciones.
El reto inmediato de Israel es el frente norte y su defensa, ante la posibilidad de incidentes. El diario «Maariv» informó que las FDI retomaron varios puestos de avanzada y bases sin uso en la zona para reforzar la vigilancia y la semana pasada se desarrolló un ejercicio con 2.000 reservistas, emulando un ataque sorpresa.
«Prevención y disuasión es nuestra política. La zona es volátil y cualquier acontecimiento puede tener una evolución imprevista. Israel está preparado para afrontar cualquier amenaza», señaló el ministro de Defensa, Moshé Yaalón.
Más allá de estos movimientos, nadie en el Gobierno actual hace alusiones a un ataque, propio o de EE.UU. Los que sí se pronuncian son antiguos militares como el ex jefe de Estado Mayor, el general Gabi Ashkenazi. En una entrevista a la raduo pública israelí, reconoció que el momento ideal de atacar pasó hace un año, «con menos muertos y una menor participación de agentes yihadistas extranjeros». Si se consiguieron pruebas del uso de armas químicas en Siria, añadió, «no hacer nada no es una opción».
Ashkenazi apostó también por armar a los rebeldes y por crear una zona de exclusión y, «sólo si tenemos la espada en la garganta», ir a una acción directa. Si Assad cruza esa línea roja que le trazó Obama, y no hay respuesta, «se puede mandar un mensaje equivocado», dijo el general.
Esa es la tesis que defienden la gran mayoría de los medios israelíes, que el Gobierno está anunciando que tiene pruebas y azuzando el miedo para ver cómo reacciona Washington, para ver si cumple sus promesas. No lo haría, indican los editoriales en «Haaretz» o «The Jerusalem Post», pensando en Siria, sino en Irán.
Obama se comprometió a impedir que consiga una bomba nuclear. Y Netanyahu hizo alusión expresa al riesgo del programa atómico de Teherán en tres ocasiones, aunque recientemente confirmó que aún no llegó a esa fase crítica, el momento en que Irán tendrá listo al 90% el dispositivo, tanto por carga de uranio enriquecido como por el mecanismo que lo alberga.
Habrá que esperar...