Un cambio clave de la política norteamericana fue pasado por alto en medio de la andanada de noticias relativas a la visita de Barack Obama a Israel a finales de marzo. Es la exigencia de que los palestinos reconozcan a Israel como Estado judío, algo considerado por la dirigencia de Hamás como «la declaración más peligrosa realizada nunca por un presidente norteamericano a tenor de la cuestión palestina».
En primer lugar, el contexto: Los documentos fundacionales de Israel se orientan a hacer del país un Estado judío. El sionismo moderno comenzó en la práctica con la publicación en 1896 de la obra de Theodor Herzl «Der Judenstaat» («El Estado Judío»). La Declaración de Balfour en 1917 favorece «un hogar nacional para el pueblo judío». La resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1947, que divide Palestina en dos, menciona el término «Estado judío» 30 veces. El Acta de Independencia de Israel en 1948 menciona «Estado judío» 5 veces, como cuando dice «en adelante… declaramos la creación de un Estado judío en Eretz Israel, que se conocerá como Estado de Israel».
A causa de esta estrecha relación, cuando los contactos diplomáticos árabe-israelíes arrancaron durante la década de los '70, la formulación Estado judío desapareció casi por completo; todo hijo de vecino daba simplemente por sentado que el reconocimiento diplomático de Israel significaba aceptarlo como el Estado judío. Sólo durante los últimos años los israelíes repararon en que no era así, a medida que los árabes israelíes acababan por aceptar a Israel pero rechazaban su naturaleza judía. Por ejemplo, el importante estudio de 2006 encargado al Centro Mossawa de Haifa, La futura visión de los árabes palestinos en Israel, propone que el país pase a ser religiosamente neutral y patria conjunta. En resumen, los árabes israelíes han terminado considerando a Israel una versión de Palestina con otro nombre.
Conscientes de este cambio lingüístico, obtener la aceptación árabe de Israel deja de ser suficiente; los israelíes y sus socios se dieron cuenta de que tenían que insistir en la aceptación árabe explícita de Israel como el Estado judío. En 2007, el primer ministro israelí, Ehud Olmert, anunció que a menos que los palestinos lo aceptaran así, los contactos diplomáticos se interrumpirían: «No tengo intención de comprometer en ningún sentido la cuestión del Estado judío», enfatizó. La Autoridad Palestina rechazó de forma inmediata y unánime esta exigencia. Su presidente, Mahmud Abbás, respondió: «En Israel viven judíos entre otros. Esto estamos dispuestos a reconocerlo y nada más».
Cuando Binyamín Netanyahu sucedió a Olmert como primer ministro en 2009, reiteró esta exigencia como precondición a unas negociaciones serias: «Israel espera que los palestinos reconozcan primero a Israel como Estado judío antes de hablar de dos Estados para dos pueblos». Los palestinos no sólo se negaron a acceder sino que ridiculizaron la idea misma. Abbás, de nuevo: «¿Qué es un Estado judío? Nosotros lo llamamos Estado de Israel. Lo pueden llamar como quieran. Pero yo no voy a aceptarlo... No es competencia mía… poner una definición al Estado y lo que alberga. Lo pueden llamar República Sionista, República Hebrea, República Nacional o República Socialista, lo que quieran; no me importa».
Abbás volvía a criticar el concepto de Estado judío. El rechazo palestino a dicho concepto no podría ser más enfático.
Los presidentes estadounidenses, Obama y George W. Bush incluidos, se han venido refiriendo ocasionalmente a Israel como el Estado judío desde 2008, al tiempo incluso que evitaban escrupulosamente obligar a los palestinos a hacer lo propio. En una intervención característica, Obama esbozó en 2011 el objetivo diplomático final como «dos Estados para dos pueblos: Israel como Estado judío y patria del pueblo judío y el Estado de Palestina como patria del pueblo palestino».
Luego, en su discurso durante su visita a Jerusalén, Obama adoptaba de pronto e inesperadamente el requisito israelí íntegro: «Los palestinos tienen que reconocer que Israel será un Estado judío».
Esa frase marca un nuevo hito importante y no puede echarse atrás puntualmente. También constituye una excelente política, dado que sin ese reconocimiento, la aceptación de Israel por parte de los palestinos queda hueca, indicando solamente una cierta disposición a llamar al futuro Estado que ellos dominen «Israel» en lugar de «Palestina».
Si bien no es el único giro político anunciado durante la visita de Obama - otro fue decir a los palestinos que no fijen condiciones previas a las negociaciones -, parece el más relevante con diferencia porque contraviene de forma curiosa el consenso palestino.
Hamás puede afirmar de forma exagerada que «demuestra que Obama ha dado la espalda a todos los árabes», pero esas 11 palabras en la práctica sientan la disposición a abordar la cuestión central del conflicto.
Serán sin duda su contribución más importante, más duradera y más constructiva a la diplomacia árabe-israelí.