Con la mayoría de pronósticos de experimentados analistas en contra, a pocos meses de asumir su función de canciller norteamericano, John Kerry consiguió reavivar las congeladas conversaciones de paz entre palestinos e israelíes.
El logro del secretario de Estado estadounidense cobra magnitud histórica si se tiene en cuenta que, a diferencia de rondas anteriores, en esta oportunidad no se establecieron condiciones previas o encuadre de las conversaciones, o al menos no se admitieron públicamente.
La sola excepción, hasta el momento, fue el compromiso de Israel de liberar 104 terroristas palestinos, acto sin ninguna importancia estratégica seria, salvo una cachetada al honor y la veracidad de las repetidas y gastadas promesas de Netanyahu y sus seguidores de extrema derecha.
El valioso avance de la reanudación de las negociaciones palestino-israelíes fue motivo de una avalancha de notas y artículos en donde optimistas, pesimistas y realistas volcaron sus apreciaciones y, por encima de todo, sus anhelos e ideales. De ese cuantioso material escrito, y como consecuencia del estricto secreto que el jefe de la diplomacia de EE.UU impuso al marco de las tratativas, fue muy difícil seleccionar una versión que trasmita seriamente una «Hojaa de Rutas» que pueda insinuar algún tipo desenlace fiable, salvo, recurrir al disco rayado de las versiones anteriores o imaginarios cambios psicológicos en alguna de las direcciones políticas.
Un prolongado status quo se mantiene en la región, básicamente, por beneficiar directamente a las capas dirigentes de ambas partes. La de Israel por la anuencia tácita de las potencias del mundo que le permiten continuar colonizando Cisjordania sin admitir su soberanía de facto y persistir en el control de 2,5 millones de palestinos sin derechos civiles básicos. La de los palestinos, en manos de OLP, por el financiamiento ilimitado de países árabes ricos y las potencias del mundo más la presencia del Ejército hebreo que impide una toma segura del poder en manos de Hamás.
Kerry se enfrentó a esa misión imposible cuando ambas partes declaran coincidir en el apoyo a la solución de dos Estados para dos pueblos, aunque en los puntos cardinales de un posible acuerdo definitivo se atrincheran detrás de demandas inaceptables para sus interlocutores.
Las exigencias territoriales palestinas chocan con una realidad política israelí que imposibilita su materialización mientras que los palestinos se desentienden del reclamo israelí de ser reconocido como Estado Judío.
El empecinamiento de Washington nos hace suponer que la nueva diplomacia norteamericana, con el experimentado Kerry y un Obama liberado de compromisos de reelección presidencial, puede actualmente rehusar a continuar con el servilismo y la ineptitud que caracterizaron al dúo Obama-Clinton. De aquí la presunción que la renovación de las negociaciones sin condiciones previas ni agenda predeterminada que fuesen conocidas públicamente podría encubrir compromisos, amenazas y todos los elementos de una clara y terminante decisión de EE.UU de imponer el tan ansiado acuerdo en un periodo de hasta nueve meses.
En ese sentido, ser testigos de la facilidad y prontitud con que el Ejecutivo israelí aceptó liberar terroristas palestinos, incluyendo ciudadanos israelíes, y la declaración de «evitar la creación de un Estado binacional es un objetivo estratégico de Israel» [1] en boca de un Netanyahu cuya mayor preocupación es la posibilidad de una «Shoá atómica», suman argumentos para sospechar que en el horno de Kerry se cocina algo serio.
En estos días se dio a conocer la acostumbrada provocación israelí para sabotear las negociaciones: el Gobierno hebreo autorizó la construcción de 800 viviendas en Cisjordania [2]. Si los palestinos sólo atinan a gruñir sin abandonar la sala de inmediato con un portazo, esto será una nueva prueba de que Kerry los tiene bien atados.
El marco formal de este probable proyecto diplomático lo sugiere el conocido y experimentado analista Akiva Eldar [3]. Según el autor, el consentimiento de Netanyahu a la instauración de un Estado palestino sobre la base de las fronteras de junio de 1967 sólo sería posible si EE.UU se compromete incondicionalmente, y en un tiempo delimitado, a neutralizar, pacífica o militarmente, el proyecto atómico iraní. El período de nueve meses no se fijó caprichosamente, sino que obedecería a una planificación escrupulosa que no sólo «evita de los palestinos reclamar en la ONU el reconocimiento de su Estado independiente en la próxima asamblea anual, sino, lo que es más importante, ese plazo incluye la primavera de 2014 donde las nubes abrirán una apropiada ventana de posibilidades a los aviones norteamericanos e israelíes en el cielo iraní [4].
En pocos meses más podremos detectar las señales si se está en camino de la creación de un Estado palestino independiente en un Oriente Medio en donde un solo país dispone de poder atómico (según fuentes extranjeras), o alternativamente, se consolidan las condiciones de la instauración de un Estado binacional judío-palestino con dos países con instalaciones atómicas en la región (nuevamente según fuentes extranjeras).
Si de todas maneras el Estado binacional se crea de facto y queda como el único país con armamento atómico en la región (según fuentes extranjeras), entonces se confirmará que a partir de ese momento hay una nueva superpotencia que domina el mundo: Israel.
Hasta que el panorama aclare, Kerry nos mantendrá en un tenso suspenso.
[1] «Evitar la creación de un Estado binacional en Israel: objetivo estratégico»; Walla; 20.7.13.
[2] «EE.UU deslegitimiza construcción en colonias»; Walla; 9.8.13.
[3] «For Netanyahu, peace talks revolve around Iran»; Akiva Elda;, Al Monitor; 31.7.13.
[4] Akiva Eldar; ídem.