La sociedad israelí y las comunidades judías del mundo sintieron meses atrás un inesperado y estremecedor sacudón moral. La nominación al Oscar del documental israelí «Guardianes del umbral» repentinamente los enfrentó ante una realidad que durante décadas los voceros oficiales y los medios a su servicio trataron de ocultar.
Seis de los últimos directores jefes de los temibles servicios secretos de seguridad de Israel dieron su cara a la pantalla grande y sin tapujos liberaron conmovedoras apreciaciones de la realidad que les tocó vivir en su lucha antiterrorista.
Pero esto sólo fue el principio. El aspecto central de las entrevistas incluía una punzante visión crítica de su accionar en base a sorprendentes confesiones de haber sido herramientas en el trabajo sucio encomendado por el poder político para mantener y profundizar la conquista y dominación del los territorios palestinos en vez de buscar una solución política y pacífica. Uno de ellos llegó a equiparar al ejército israelí con el ejército alemán de la Segunda Guerra Mundial [1].
El arrepentimiento de estos altos funcionarios de seguridad de haber sido fichas en manos de líderes políticos en contraposición a sus visiones personales no debe sorprender a nadie. Generales del ejército de Israel nos proporcionan innumerables ejemplos.
«El 5 de junio de 1979, el comandante militar de la región de Cisjordania, el general de brigada Binyamín Ben Eliezer, firmó la orden de confiscación de 70 hectáreas palestinas en la cercanía de la ciudad de Nablus aduciendo necesidades militares como motivo central. Tan sólo dos días después los miembros del grupo judío Elón Moré, con gran ayuda del ejército, dan la orden de comenzar el operativo de fundación de un asentamiento civil en el lugar. Para esta misión, totalmente televisada, se movilizaron helicópteros del ejército mientras que el equipo pesado de la unidad de Ingeniería de Combate abría el camino a las colinas que comenzaban a cubrirse de carpas. A la noche se izó la bandera de Israel» [2].
En 1982, el general de brigada Ben Eliezer pasó a retiro e inmediatamente se incorpora a la política. Paradójicamente, el alto oficial, que en funciones de comandante militar de Cisjordania fue parte activa del plan de usurpación de tierras palestinas para satisfacer las crecientes exigencias de los colonos judíos guiados por rabinos con ideales fundamentalistas, encontró su lugar justamente en el Partido Laborista, que en su plataforma política resalta una y otra vez el diálogo y la predisposición a un compromiso territorial con los palestinos. Así fue que en función de ministro de Defensa en el gobierno liderado por Ariel Sharón, en 2002, el retirado brigadier general Ben Eliezer declaró que para promover la paz con los palestinos es necesario desmantelar asentamientos judíos y una división de Jerusalén [3]. La experiencia de los años siguientes atestigua que esta conducta farsante de Ben Eliezer tuvo réplicas en no pocos generales, que también, después de retirarse, aterrizaron en las filas laboristas.
Esta prolongada reseña no es más que un preámbulo de un nuevo capítulo de esta farsa con el repetido uso del los servicios de seguridad y altos oficiales del ejército de Israel como hojas de parra para tapar el bochorno y las infamias de la conquista y ocupación civil judía de Cisjordania.
Orit Struck, joven diputada del Parlamento y preocupada por los derechos de la mujer trabajadora, consideró imprescindible que la ley que protege el trabajo de mujeres en Israel entre en vigor también en Cisjordania. Su proyecto de ley obtuvo el exaltado y público apoyo del primer ministro Netanyahu, pero chocó con el dictamen del Procurador General del Estado, quien argumentó claras limitaciones jurídicas para que el gobierno dé vigor a dicha ley en Cisjordania.
Atento a la reconocida justicia israelí, y bajo su mayor preocupación de la colonización civil judía, el gobierno decidió que en Cisjordania lo que no entra en vigor por la razón del derecho, pues entrará por la fuerza de las botas. Ante la imposibilidad jurídica de modificar la ley vigente, se encomendó al general del ejército, comandante militar de la región Cisjordania, y con la obligación según el derecho internacional de proteger igualmente a toda la población de la región, la imposición de una orden militar que cumpla con el ecuánime objetivo de defender los derechos «de las trabajadoras empleadas únicamente en empresas israelíes en Cisjordania» [4].
Difícilmente el general Nitzán Alón, actual comandante militar de la zona centro y con jurisdicción en Cisjordania, pueda desviarse del camino de sus predecesores y con seguridad actuará de acuerdo a las sugerencias del ejecutivo israelí pese a que contradicen claramente las leyes internacionales que lo obligan. El futuro nos dirá si actuó bajo una completa convicción personal o su accionar lo fue bajo presión con un significado parecido a una obediencia debida en contra de su visión personal, como se interpreta en algunos casos con los jefes de los servicios de seguridad y otros tantos generales.
Lamentablemente, durante los últimas décadas somos testigos en repetidas ocasiones que la valentía y heroísmo que mueven a nuestros generales en el campo de batalla en defensa de la población de Israel no se equiparan a la entereza necesaria para no agachar la cabeza y preferir el puestito y sueldito cuando el poder central demanda acciones en contraposición a normas internacionales o a su escala personal de valores.
Como dice el profesor Zeev Shternhell: «El silencio de las ovejas que caracteriza al ejército de Israel de hoy no vaticina nada bueno en el futuro» [5].
[1] «Los guardianes del umbral»; Haaretz; 7.1.13.
[2] «Así surgió el asentamiento Elón Moré»; Maariv; 8.6.79 en «Los nobles de la tierra»; Zartal y Eldar; pág 463.
[3] «Ben Eliezer: Dispuesto a desmantelar asentamientos»; Globes; 27.8.02.
[4] «Se detuvo el proyecto de ley de Struck. Alternativa: orden del comandantel de la región centro»; Haaretz; 1.9.13; «Proyecto de Ley Trabajo de Mujeres - 2013»: Promotores: Orit Struck y otros; Knéset; 3.6.13.
[5] «Tenemos mucho lo que extrañar»; Zeev Shternhell; Haaretz; 4.4.08.