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Armar y avergonzar

El Gobierno de Obama lucha claramente con su política hacia Siria, pero se trata realmente de un problema realmente complejo. Es necesaria una respuesta estratégica que, de manera simultánea, disuada otro ataque de Assad con armas químicas, no involucre a Estados Unidos en la guerra civil de ese país ni lleve a un repentino colapso del Estado sirio con todo su arsenal tóxico, o peor, a un fortalecimiento del régimen y sus aliados, Hezbolá e Irán.

Sin embargo, creo que Obama se equivoca en su estrategia para enhebrar esa aguja. Está buscando la aprobación del Congreso para un único ataque quirúrgico del tipo «impactar e intimidar» objetivos militares de Siria. La estrategia correcta debería ser «armar y avergonzar».

Permítanme explicarlo. Cuéntenme entre quienes apoyan la decisión de Obama de responder al asesinato de 1.400 civiles por parte del régimen sirio, más de 400 de los cuales eran niños, con gases tóxicos. Si no hay una respuesta global a esa violación de un tabú universal sobre el uso de armas químicas, el mundo será un lugar mucho más peligroso. Y sólo Estados Unidos puede encabezar una respuesta creíble. Rusia y China han hecho que el Consejo de Seguridad de la ONU carezca de sentido; Europa es un museo militar; la Liga Árabe no tiene ningún valor; todos los demás son espectadores. Estamos en el frente. Solos. Quizá no queremos estar allí, pero allí estamos. Así que debemos liderar.

Sin embargo, mantener esa norma en el contexto de la guerra civil en Siria no es una cuestión simple. Empecemos por el hecho que probablemente la única forma de lograr una Siria unificada, plural y multisectaria sea que una fuerza internacional tome el control del país, monopolice todo armamento y arbitre una larga transición hasta el mandato consensual. Los sirios no pueden forjar eso por sí solos en estos momentos. Sin embargo, una fuerza así no es posible ni siquiera a largo plazo. El modelo de Irak nos demostró cuán duro es que funcione incluso esa opción.

De ahí que la opción más favorable para Siria es algún tipo de partición de facto, con los sirios a favor de Assad, alawitas en su mayoría, controlando una región, y los sirios sunnitas y kurdos controlando el resto.

Sin embargo, los sunnitas mismos están divididos entre el Ejército Libre de Siria, que favorece a Occidente y es secular, al cual nos gustaría ver ganando, y los grupos islamistas y yihadistas a favor de Al Qaeda, como el Frente Nusra, al cual nos gustaría ver perdiendo.

Es por eso que creo que la mejor respuesta al uso de armas químicas por parte del presidente Assad no es un ataque quirúrgico con misiles sobre sus fuerzas o instalaciones, sino un aumento en entrenamiento y armamentos para el Ejército Libre de Siria, incluyendo armas antitanques y antiaéreas que ha buscado largamente. Esto tiene tres ventajas.

1) Armar mejor a unidades rebeldes que sean responsables, que sí existen, realmente puede dañar al régimen de Assad de una manera sostenida - lo cual es toda la idea de la disuasión - sin exponer a Estados Unidos al oprobio mundial por bombardear Siria.

2) Armar mejor a los rebeldes en efecto les permitirá protegerse con mayor efectividad del régimen.

3) Armar mejor a los rebeldes podría incrementar la influencia en el terreno de los grupos de oposición más moderados sobre los yihadistas; y con el tiempo podría ejercer mayor presión sobre Assad y sus aliados para negociar una solución política.

Por el contrario, bombardear Siria de forma limitada nos hace ver débiles en el mejor de los casos, incluso si damos en el blanco. Y si en los bombardeos mueren muchos sirios, eso le permitirá a Assad desviar la atención de los 1.400 civiles inocentes a quienes asesinó con gas hacia aquellos a quienes nosotros matamos.

Además, quién sabe qué otras consecuencias podrían derivar de nuestro bombardeo en Siria. ¿Decidiría Irán que ahora debe apresurarse para fabricar una bomba atómica?

Sin embargo, nuestra respuesta no debe acabar allí.

Necesitamos también hacer uso de cada herramienta diplomática que tengamos para avergonzar a Assad, a su esposa Asma, a su asesino hermano Maher y a cada miembro de su Gabinete o Ejército a quien podamos identificar como involucrado en ese ataque con armas químicas. Necesitamos llevar sus nombres ante el Consejo de Seguridad de la ONU para condenarlos. Debemos arrastrarlos hacia la Corte Penal Internacional de La Haya. Tenemos que hacerlos famosos. Debemos colocar sus fotografías en cada oficina postal del mundo como personas buscadas por crímenes contra la humanidad.

Es verdad; hay pocas probabilidades de que ellos sean llevados ante la justicia ahora; pero no subestimen cuán poderoso puede ser que la comunidad internacional les ponga la marca de Caín en la frente para que se sepa que ellos y sus familias nunca más podrán viajar a ninguna parte con excepción de Corea del Norte, Irán o la dacha de Vladimir Putin. Eso incluso podría dar origen a que seguidores de Assad quieran deshacerse de él y buscar una salida política.

Cuando sólo bombardeamos Siria para defender nuestra línea roja, convertimos al resto del mundo en espectadores, muchos de los cuales apoyarán al bando contrario. Pero cuando avergonzamos a quienes perpetraron ese ataque con gases tóxicos contra niños, podemos convocar al resto del mundo, y quizá inspirarlos incluso, a sumarse a nuestras filas para trazar de nuevo esa línea roja, como una línea moral y, por lo tanto, una línea global.

Es fácil para Putin, China e Irán denunciar cualquier bombardeo estadounidense, pero mucho más difícil para ellos es defender el uso de armas de destrucción masiva por parte de Siria contra niños inocentes. Así que obliguémoslos a elegir. Lo mejor de todo es que una respuesta moral - avergonzarlos - puede ser una respuesta sin límites, no una respuesta limitada.

Un ataque limitado con misiles cubre sólo la necesidad de Obama de preservar su credibilidad. Sin embargo, genera también el riesgo de cambiar el tema de la conducta de Assad hacia la nuestra y - en vez de darles poder a los rebeldes para que actúen y registren la ayuda del mundo para que reaccione después de más de 100.000 muertos - podría volvernos protagonistas de esa historia en formas que no deseamos.

«Armar y avergonzar» es la manera en que mejor ayudamos a las fuerzas decentes en Siria, disuadimos el uso de armas químicas, aislamos a Assad y ejercemos una verdadera presión sobre él y otros a su alrededor para llegar a una salida política de la crisis.

¿Se trata de una solución perfecta? No; pero una solución perfecta hace tiempo que no figura en el menú de Siria.

Fuente: The New York Times
Traducción: www.israelenlinea.com