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Amenazar con amenazar

Si usted es un estadounidense promedio y está confundido y preocupado porque nos enredemos en una guerra civil en Siria que no se puede ganar, hace bien en estar interesado. Significa que está prestando atención.

Pero, si usted es un miembro del Congreso o un senador que aún se pregunta si debe o no otorgarle al presidente Barack Obama la autoridad para usar la fuerza a fin de disuadir al presidente sirio, Bashar al-Assad, de que asesine nuevamente a cientos de sus compatriotas con armas químicas, ahora tiene sentido tomarse un tiempo para pensar. Eso también significa que está prestando atención.

Se ha creado una nueva situación en los últimos dos días por la propuesta rusa - acogida por Obama, todos nuestros aliados principales y China, pero aún vagamente aceptada por Siria; para que Al Assad entregue sus arsenales de armas químicas al control internacional.

No nos hagamos ilusiones. Aún existe una verdadera posibilidad de que tanto los rusos como los sirios esté tan sólo ganando tiempo para manipular al final, e incluso si uno o ambos van en serio, existen formidables obstáculos logísticos y políticos para asegurar el control internacional de las armas químicas de Siria rápida y completamente.

Una parte de mí se pregunta: ¿Alguien ha pensado en ésto seriamente?

Sin embargo, todo mi ser quiere reconocer que si se pusiera en marcha una entrega del gas tóxico de Al Assad - lo cual aún es muy dudoso -, sería un buen final para esta crisis a corto plazo. Se mantendría el tabú mundial sobre las armas químicas y Estados Unidos no tendría que enredarse en una guerra en Siria.

En ese contexto, pienso que vale la pena que Obama y el Congreso amenacen con realizar una votación para aprobar la amenaza de Obama sobre el uso de la fuerza - si los sirios y rusos no actúan de buena fe -, pero que no programen llevarla a cabo justo ahora. Ese fue esencialmente el mensaje del presidente en su pasado discurso a la nación.

Al «amenazar con amenazar», Obama conservaría influencia para mantener a sirios y rusos concentrados en poner en marcha cualquier acuerdo, pero sin tener que probar la verdadera voluntad del Congreso para permitirle hacer realidad esa amenaza. Esto porque, si no lograra ser aprobada, tanto rusos como sirios no tendrían incentivo alguno para moverse.

Si todo lo anterior suena increíblemente desordenado y confuso, lo es. Y si bien Obama y su equipo han contribuido a este desorden mediante demasiadas palabras sueltas, para ser justos, existe también una profunda razón estructural para ello. Obama está lidiando con un mundo árabe que ningún presidente moderno ha tenido que enfrentar anteriormente.

Hasta 2010, el Oriente Medio árabe había sido relativamente estable durante 35 años. La combinación de la Guerra Fría, el ascenso de dictadores financiados por el petróleo, que erigieron fuertes Estados de seguridad, y la paz entre Egipto e Israel impusieron orden.

Sin embargo, la convergencia en los años posteriores a 2010 de explosiones demográficas de árabes, desempleo, degradación ambiental, escasez de agua, menguantes ingresos del petróleo y la revolución informática, como principales factores, destrozaron gobiernos que en otra época parecían sólidos - Siria, Egipto, Túnez, Irak, Libia y Yemen -, obligándonos a enfrentar interrogantes nuevos y muy incómodos, no sólo el uso de la fuerza.

Uno de ellos es el siguiente: ¿Son verdaderas algunas cosas incluso si George W. Bush creía en ellas? Nadie, militarista o pacifista, quiere ver botas estadounidenses en tierra en Siria, bajo ninguna condición. Cuéntenme entre ellos. El único problema es que es imposible imaginar una solución al conflicto en Siria sin un poco de ayuda exterior que ponga botas en el territorio. Cuando se llega al nivel de ruptura social y del estado que se ve en una sociedad tan multitribal y multisectaria como Siria, no hay confianza con la cual gobernar y pretender que haya rotación en el poder.

Por lo tanto, se necesita ya sea una comadre o un Mandela o un Ejército confiable - como el de Egipto - para arbitrar la transición hacia un nuevo orden; y debido a que Siria no tiene ningún Mandela ni un Ejército en cual confiar, va a necesitar una comadre externa. Entiendo la razón de que no haya voluntaria alguna, pero el Consejo de Seguridad de la ONU tendrá que abordar con el tiempo esa realidad, de lo contrario Siria se convertirá en un Afganistán en el Mediterráneo.

Existen además incómodas preguntas que necesitamos presentar a nuestros aliados árabes. Durante la Guerra Fría, nuestro temor al comunismo y a la dependencia del petróleo nos hizo que estuviéramos listos para alinearnos con cualquiera que estuviera con nosotros en contra de los soviéticos. Nunca cuestionamos a nuestros aliados árabes con respecto a qué valores estaban promoviendo en su ámbito nacional.

Bien, aquí hay otro interrogante que debemos empezar a formular: Se ha informado que hay miles de jóvenes árabes y musulmanes que han llegado desde lugares tan remotos como Australia para unirse a las milicias yihadistas en Siria, y que combaten para crear un Estado islamista sunita allí. ¿Pero cuántos jóvenes árabes y musulmanes han llegado en masa a Siria para pelear junto a los decentes elementos del Ejército Libre de Siria por un Estado multisectario, pluralista y democrático; esto es, el tipo de Siria que nosotros esperamos e imaginamos? Yo no he sabido de ninguno. Proveedores de armas, sí, pero no gente que ponga su propia vida en riesgo.

Me alegra que líderes árabes del Golfo Pérsico nos estén apoyando en público - en su mayoría son moderados en el contexto de Oriente Medio - pero todos saben que tanto mezquitas como organizaciones de caridad en esos mismos países están financiando a los grupos yihadistas. Atención: Con la salida de los soviéticos y las líneas de petróleo, los estadounidenses no van tirar sangre y recursos en la actualidad para defender personas y lugares en el mundo árabe que no compartan sus valores y tampoco estén dispuestos a sacrificarse por ellos. Ya no podemos darnos ese lujo, y no tenemos ninguna necesidad de hacerlo.

Así que denle a Obama el reconocimiento por mantener un importante principio en una región caótica.

Sin embargo, también hay que darle un merecido reconocimiento a la población de Estados Unidos. Ésta le está enviando a nuestros dirigentes un mensaje muy importante: Es difícil seguir intimidando a Hitlers de Oriente Medio cuando no hay Churchills del otro lado para hacerlo.

Fuente: The New York Times
Traducción: www.israelenlinea.com