Hace dos semanas participé en dos encuentros con la prensa del nuevo presidente iraní, Hassan Rohani, de los que salí con sensaciones muy variadas:
1. Rohani no es casualidad. Vale decir que la ofensiva de seducción de Irán no se debe a que Rohani, a diferencia de su predecesor, fue a una escuela de modales, sino a que llegó a donde llegó empujado por acuciantes presiones en su país.
2. Finalmente estaremos frente a una negociación seria y cara a cara entre altos diplomáticos iraníes y norteamericanos sobre la cuestión del programa nuclear de Irán.
3. No tengo idea ni me atrevería a predecir si esas negociaciones conducirán a una solución pacífica de la crisis nuclear con Irán.
4. El hecho de que estemos frente a una negociación seria implica que los riesgos son mucho más altos: si el diálogo fracasa, Obama realmente tendrá que decidir entre una acción militar o sanciones permanentes que podrían terminar convirtiendo a Irán en un Estado paria.
5. Hay que rezar para que la opción 2 tenga éxito.
Repasemos estos puntos. Primero, pensemos en las elecciones que llevaron a Rohani a la presidencia de Irán. El Consejo de Guardianes iraní aprobó a sólo ocho candidatos, dos de los cuales se bajaron antes de la votación. Todos ellos eran considerados «seguros» desde el punto de vista del régimen - ninguno de los candidatos era un verdadero reformista -, pero a medida que las elecciones se acercaban quedó claro que Rohani era un poco más reformista que el resto. Así que los iraníes tenían una opción: cuatro candidatos «negros» y un candidato «gris». Y adivinen lo que pasó.
El 14 de junio, Hassan Rohani, el candidato «gris», tuvo un triunfo aplastante: cosechó casi el 51% de los votos y a sideral distancia del segundo, el alcalde de Teherán, que obtuvo alrededor del 16%.
Claramente, muchos iraníes están hartos y usaron la rendija de libertad que tuvieron para volcarse en masa por el candidato más reformista. Está a la vista que los iraníes ya tuvieron suficiente democracia como para saber que quieren más democracia y que han tenido suficiente islamismo y sanciones como para saber que de eso quieren menos.
Y al parecer no soy el único que opina así: el valor del rial, la moneda iraní, que durante los últimos dos años de sanciones económicas perdió casi dos terceras partes de su valor, se disparó tras el triunfo de Rohani, y la bolsa trepó un 7%, ante la esperanza de que el nuevo presidente negocie un acuerdo nuclear que ponga fin a las sanciones. En un país con desempleo galopante y una inflación de casi un 30%, ¿alguien puede sorprenderse?
No, no fue accidental que el supremo líder, el ayatolá Alí Jamenei, permitiera a Rohani presentarse a elecciones, ganarlas y emprender el diálogo.
La lucha por el poder en Irán ya no es sólo entre la Guardia Revolucionaria y los clérigos más pragmáticos. La mayoría silenciosa de Irán ahora tiene más poder y está más involucrada en esta historia, así que el libreto de la ofensiva de seducción de Rohani fue escrito tanto por el supremo líder como por el pueblo de Irán.
Por decirlo de otra manera, Rohani llegó hasta acá porque el régimen de Irán se ha extendido demasiado y no se ha integrado lo suficiente.
Hace diez años, Estados Unidos se había extendido demasiado en Oriente Medio: estaba empantanado en Irak y Afganistán y expuesto a los ataques de Irán y sus aliados. Hoy, el que se ha extendido demasiado es el régimen de Irán, que gasta diariamente dinero, energía y vidas humanas para mantener vivo el régimen de Siria y para apuntalar a Hezbolá en Líbano y a sus aliados en Irak y Afganistán.
Pero aunque el régimen se ha extendido tanto, los iraníes menores de 30 años, alrededor del 60% de la población, se sienten poco integrados al mundo. Quieren poder circular para estudiar, trabajar, escuchar la música, leer los libros y ver las películas de todas partes. Y para eso es necesario el levantamiento de las sanciones.
El hecho de que Rohani no haya podido estrechar la mano de Obama - aunque al final sí hablaron por teléfono -, debido al temor de que una foto pudiera ser usada en su contra por los halcones de la Guardia Revolucionaria en Irán, revela hasta qué punto será difícil alcanzar el único tipo de acuerdo que Obama está dispuesto a firmar.
Ese acuerdo será el que garantice el derecho de Irán a producir combustible para generar energía nuclear para usos civiles, pero con una infraestructura de enriquecimiento de uranio muy pequeña, bajo supervisión internacional y con salvaguardas lo suficientemente estrictas como para que no pueda modificarse para fabricar una bomba en poco tiempo.
En geopolítica, todo depende de quién tiene peso y quién no. Hoy la mesa de negociaciones está levemente inclinada a favor de Estados Unidos. Eso es mérito de Obama. Deberíamos ofrecerles a los iraníes un acuerdo que satisfaga su deseo de tener energía nuclear y que de ese modo reconozca su poderío tecnológico, pero sin dejar de insistir en un régimen de inspección.
Nosotros podemos aceptar un acuerdo así, pero ¿ellos? No lo sé. Pero si lo ponemos sobre la mesa y lo hacemos público, para que pueda expresarse también el pueblo iraní, veremos un resurgir de la verdadera política, que no se limitará meramente a la calidad del programa nuclear iraní, sino a la calidad de la vida en Irán.
Fuente: The New York Times
Traducción: www.israelenlinea.com