Pareciera que la conjunción del agudo poder de convencimiento, inagotable optimismo, obstinación y presión permanente de John Kerry ya no es suficiente. Pese al secreto absoluto impuesto por su patrocinador, el canciller norteamericano, día a día se acumulan trascendidos de las actuales negociaciones entre palestinos e israelíes indicando que se aproximan rápidamente a un callejón sin salida.
En un desesperado intento de ganar tiempo, funcionarios norteamericanos de alto rango se preocuparon por filtrar información con testimonios que insinúan que sus representantes a la mesa de negociaciones dejarían de lado su posición de coordinadores entre las partes para pasar a una activa intervención directa.
Esta campaña destinada a infundir temor en las partes fue rápidamente aprovechada por sectores allegados a la izquierda israelí que no tardaron más que unos pocos días para usarla como herramienta de presión sobre el Gobierno.
Zehava Gal-On, líder del partido de izquierda de oposición Meretz, resumió sus encuentros de los últimos días con altos funcionarios norteamericanos y palestinos afirmando que «el Gobierno norteamericano difundirá el próximo mes de enero un nuevo plan de paz entre las partes que se ocupará de todos los componentes centrales del conflicto y en el cual la fijación de fronteras entre los dos Estados se basará en las líneas de 1967 con intercambio de tierras de común acuerdo» [1].
La diputada Gal-On no fue la única que mordió el anzuelo. Eitán Haber, el mitológico director de la oficina del primer ministro durante el mandato de Itzjak Rabín hasta su asesinato, está convencido que las posiciones norteamericanas de los últimos gobiernos, incluyendo el de Obama, no sufrieron ni las más mínima modificación de aquella declarada en el séptimo día de la Guerra de los Seis Días, en junio de 1967.
«Del primer ministro hacia abajo, incluyendo los colonos de Cisjordania, todos saben muy bien que una propuesta norteamericana de un acuerdo entre palestinos e israelíes será puesta sobre la mesa de negociaciones en cualquier momento. Desde el séptimo día de la Guerra de los Seis Días los norteamericanos le dicen a todos aquellos que quieran escucharlos que no reconocen la soberanía israelí sobre los territorios conquistados, liberados o controlados en esa guerra; que no reconocen a Jerusalén como capital de Israel, y otras cosas más. En Israel no quisieron y no quieren escuchar esta canción» [2].
El convencimiento de Haber de la seguridad de una intervención norteamericana y el consecuente desmantelamiento de asentamientos judíos en Cisjordania, lo lleva a proponer a parejas que programan su casamiento en Kedumim o Elon Moré (ambos asentamientos judíos en Cisjordania) para el verano de 2015, buscarse una empresa de seguros, si existe, que le garantice ese acontecimiento tan importante.
Llama la atención que a este plan para atemorizar al Gobierno y la opinión pública se acople un destacado personaje cuya cercanía al ala izquierda del mapa político israelí es totalmente inverosímil. El general retirado Yaakov Amidror, director del Consejo Nacional de Seguridad de Israel, muy cercano a Netanyahu, finaliza en estos días su mandato. En la última reunión de Gabinete aprovechó la oportunidad para despedirse de los ministros, no sin antes alertar que «el debilitamiento de Washington en Oriente Medio debilita a Israel» y «si las actuales negociaciones con los palestinos fracasan, Israel será boicoteado» [3].
Si no se tuviera en cuenta las posibles consecuencias trágicas, las manipulaciones de los altos funcionarios de la cancillería norteamericana, con el apoyo de los sectores de la izquierda nacional, muy bien podrían ser consideradas divertidas. Es muy comprensible la posición de aquellos sectores que, con mucha razón, sueñan con una paz inmediata cuando el Gobierno israelí los arrastra a profundizar la conquista territorial. No por ello deben dejar de comprender que aferrarse al salvavidas político norteamericano peca de una clara falta de percepción de profundos cambios en la visión de los centros de poder de EE.UU con serias implicaciones estratégicas.
Tal como lo afirma Haber, la continua y redundante perorata norteamericana de los territorios conquistados por Israel desde el séptimo día de la Guerra de los Seis Días hasta hoy efectivamente no se modificó en nada. Lo que cambió drásticamente es el poderío económico y político de Israel y de sus grupos de presión en EE.UU. Solo un gobierno norteamericano con una inexorable predisposición al suicidio político y económico sería capaz de elucubrar materialmente un plan de paz en clara contradicción con el declarado propósito de los sectores que conducen en la práctica la política y estrategia de Israel en la región.
De ahí que se pueda estimar con suficiente grado de seguridad que el futuro de las próximas décadas no demandará cambios fundamentales en el status quo de hoy que implica el control de facto de Cisjordania en manos de Israel y una permanente profundización de la colonización judía.
Como máximo, los norteamericanos tragarán saliva.
Ojalá me equivoque...
[1] «EE.UU presentará el marco de un acuerdo definitivo»; Haaretz; 4.11.13.
[2] «No quisimos escuchar»; Eitán Haber; Ynet; 5.11.13.
[3] «Amidror: Si las negociaciones fracasan, Israel será boicoteado»; Ynet; 3.11.13.