Es difícil decidir de qué deben preocuparse más los israelíes: si del hecho de que en Ginebra se firmó un acuerdo que el primer ministro Binyamín Netanyahu presentó como «muy peligroso y muy malo», o de la manera como Israel maniobró hacia el aislamiento internacional, sólo con Arabia Saudita y los senadores republicanos de su lado.
Y no está totalmente claro cuál es el peligro más inminente para la seguridad nacional de Israel: si la posibilidad de que Irán vaya a aprovechar el nuevo acuerdo para avanzar en su programa de armas nucleares, tal como sospecha Jerusalén, o la probabilidad de que Netanyahu libre una vez más una campaña dura pero inútil contra el Gobierno de Obama, exponiendo, para que todo el mundo vea, su creciente discordia con lo que fue, es y al parecer seguirá siendo su único aliado estratégico.
Así que la pregunta no es si Israel tiene razón, sino si además es inteligente. ¿Proferir insultos, calumnias, acusaciones y denuncias facilitan o perjudican los intereses nacionales del país? ¿Son el perpetuo reclamo queja y la eterna arrogancia formas constructivas de hacer diplomacia? Es así, en todo caso, como llegamos a este punto.
Porque los israelíes no deben engañarse a sí mismos: incluso si consideran los fallos y faltas del nuevo acuerdo de Ginebra como evidentes y claros como el agua, es bienvenido por una mayoría de los norteamericanos, incluyendo a los judíos estadounidenses. El pacto conseguido se verá, al menos a corto plazo, como un logro importante para la Administración Obama, especialmente en el contexto de la controvertida ley de salud. Se evaluará como que hubo concesiones más exigentes de los iraníes que lo que se esperaba y que se redujeron menos sanciones de lo prevido inicialmente. El acuerdo es suficientemente sólido, acordaron la mayoría de los analistas, como para darle una oportunidad a la paz.
Era una táctica premeditada, por supuesto: contrariamente a los iraníes, que prometieron profundas concesiones durante las tratativas y luego un tiempo más arduo señalándolas, la Casa Blanca y el Departamento de Estado mantuvieron el orden y guardaron su as en la manga para la crucial batalla de la manipulación mediática, que comenzó tras los apretones de manos y abrazos entre los integrantes del Grupo 5+1 en Ginebra. El presidente Obama no perdió un minuto en pronunciar un discurso a la nación en una hora inusual en la noche del sábado con el fin de anunciar un acuerdo que «consigue un gran avance». Obama quería establecer el tono del debate antes de que sus críticos de Oriente Medio despertaran y empezaran a disparar.
La arena principal para la próxima batalla política es la cláusula que determina que no se impondrán nuevas sanciones a Irán durante el período transitorio si mantiene su parte del trato. Senadores de ambos partidos ya anunciaron su intención de dictar sanciones más severas. Además, AIPAC tomó el inusual paso de declarar de forma explícita y pública su apoyo a dicha movida en un video en el sitio web de la organización. Si AIPAC está ahí, entonces, implícitamente, Israel está detrás.
Pero por ahora es claro para todos que esas nuevas sanciones podrían sabotear el acuerdo, humillar al Gobierno norteamericano, erosionar la coalición internacional y posiblemente desestabilizar aún más Oriente Medio. Obama, se puede asumir con seguridad, no escatimará esfuerzos contra esa acció, incluyendo una invocación a la disciplina del partido, recurrir a la opinión pública y, si el problema empeora, a un veto presidencial.
Esto muy bien podría convertirse en un tipo de guerra sucia total, que comparada a las tensiones de las últimas semanas entre Jerusalén y Washington parecerá un juego de niños. Y no sólo será una derrota israelí casi inevitable, los lazos entre Israel y Estados unidos podrían quedar irreparablemente dañados e irrevocablemente deshilachados, con trascendentales consecuencias negativas.
Eso es cierto, y más aún, si Israel decide que al final no tiene más remedio que defenderse y lanzar un ataque militar. Como dijo Tuco en la famosa película «El bueno, el malo y el feo»: Si quieres disparar, dispara, no hables, sobre todo cuando los que insultas hoy son las mismas personas que mañana te sacarán del pantano en el que ellos mismos te suplicaron que no te metieras.
Fuente: Haaretz
Traducción: www.israelenlinea.com