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De limón a limonada

Binyamín Netanyahu y Barack ObamaLa idea suena ridícula. Uno no aguanta al otro y ambos tienen diferentes visiones de mundo. Pero por mucho que tratan de poner en evidencia sus diferencias, quien diga que la historia no los llegará a unir en un futuro no muy lejano, pordría equivocarse.

Eso sería posible si en los próximos seis meses, las negociaciones lideradas por Estados Unidos para desactivar la capacidad nuclear de Irán y las tratativas mediadas por Estados Unidos entre israelíes y palestinos, llegasen a un final feliz en conjunto.

Es que si estos dos líderes son capaces de rehacer Oriente Medio, se merecerán un Premio Emmy, un Óscar y el Premio Pritzker de Arquitectura.

Vamos a empezar con las tratativas con Irán. Después del arrebato contra el acuerdo liderado por Estados Unidos para congelar y deshacer el programa nuclear de Teherán a cambio de un alivio en las sanciones económicas, Netanyahu, aunque molesto, formó un equipo para trabajar con los norteamericanos y asesorar a los negociadores.

No creo que Bibi recobró el sueño profundo por la noche, pero entiendo que el acuerdo provisional es una base sólida para la negociación sobre un verdadero punto final a las actividades de fabricación de bombas nucleares de Irán. Obama utiliza a Bibi como quien se vale de un perro rabioso para calmar a otro.

Los judíos y los kurdos son una de las pocas minorías que lograron espacios autónomos en el mundo árabe-musulmán, porque, al fin y al cabo, nunca dejaron que cualquiera de sus enemigos los saque de quicio . Quienes vieron el accionar de Irán y Hezbolá - los atentados contra las embajadas y el cuartel de los Marines de EE.UU en Beirut, el asesinato del primer ministro Rafik Hariri en Líbano, el bombardeo a las Torres Khobar en Arabia Saudita y el atentado a la AMIA en Buenos Aires, entre muchos otros -, sabe que los dirigentes de la República Islámica son capaces de llegar hasta las últimas consecuencias.

No se puede negociar con los iraníes sin amenzarlos con un mal peor.

Si bien es verdad que es necesario un Obama tranquilo para concretar un acuerdo con Irán, también se precisa de la dureza de Bibi.

El núcleo oscuro de este régimen iraní no desapareció. Cambió de maquillaje y por eso necesita creer que todas las opciones son posibles. Sin Bibi Irán nunca se hubiese sentado en la mesa de negociaciones, pero sin un presidente de EE.UU como Obama, el acuerdo tampoco sería posible.

Todo lo contrario sucede en el frente israelí-palestino. Si Kerry no hubiese empujado a Netanyahu y a Abbás a la mesa de negociaciones, Bibi no habría ido por si solo. Como dijo recientemente Stanley Fischer, el muy respetado ex gobernador del Banco de Israel, en un foro de la Universidad de Nueva York: «El enfoque de que tenemos que ser poderosos porque si no lo somos seremos derrotados, es absolutamente correcto, pero esa es no es nuestra única estrategia nacional. Otra es buscar la paz, pero ella no está funcionando».

Creo que los europeos permitirían una posición más dura de Israel contra Irán si vieran al Estado judío avanzar en las tratativas de paz con los palestinos. Por otra parte, si Israel avanza con los palestinos, ello es en virtud de la coincidencia de intereses que ahora tiene con Arabia Saudita y los países árabes del Golfo, que se basan en su enemigo en común: Irán.

En el frente de iraní, la función de Bibi es ser tan fastidioso como sea posible para que Obama pueda ofrecer eliminar las sanciones sólo si se verifica el fin del programa nuclear. En el frente israelí-palestino, el rol de Obama es ser tan molesto como sea posible para Bibi.

Este es un momento donde muchas cosas están cambiando en Oriente Medio. No me hago ilusiones de que todos los problemas puedan solucionarse. Pero con un poco de imaginación y con la combinación adecuada de tenacidad y apertura hacia Irán y hacia la cuestión israelí-palestina, Bibi y Obama podrían convertir sus agrias relaciones en limonada.

Fuente: The New York Times
Traducción: www.israelenlinea.com