De las negociaciones actuales entre israelíes y palestinos saldrá una nueva frontera entre Israel y Palestina. Si el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, logra, por un lado, convencer a los palestinos de que sigan negociando un año más y de que no acudan con demandas a organismos internacionales - entre ellos, el Tribunal Internacional de La Haya - y si, por otro lado, consigue hacer que el Gobierno israelí acepte el documento que está preparando y firme las condiciones que establece EE.UU, es muy probable que se llegue a la solución de dos Estados sobre la base de las fronteras de 1967.
Para ello habrá que hacer un intercambio equitativo de territorios. Será una negociación difícil: el Gobierno conservador de Israel querrá anexionarse el mayor número de asentamientos posible y la delegación palestina intentará reducir al máximo cualquier cesión de territorios.
Si el Gobierno israelí supiera que, en cualquier caso, no hay que esperar enfrentamientos entre sus fuerzas de seguridad y los colonos que se queden al otro lado de la nueva frontera, ya que no habría que sacar a ninguno de su casa, le sería más fácil alcanzar un acuerdo con los palestinos y establecer una frontera lógica que no obligase a Israel a ceder demasiados territorios en compensación de la anexión de territorios en Cisjordania.
En el Foro Económico de Davos el primer ministro Netanyahu dijo a unos periodistas israelíes que no estaba dispuesto a sacar de su casa a ningún colono, y la interpretación de esas palabras es clara: si habla de la creación de un Estado palestino, pero es remiso a evacuar colonos de los asentamientos, quiere decir en realidad que habrá colonos a los que se les permitirá permanecer en sus hogares, pero dentro de las fronteras del futuro Estado palestino.
Algunos líderes políticos palestinos protestaron contra esa idea y dijeron que no iban a aceptar la presencia de israelíes en su futuro Estado. También varios líderes de organizaciones de colonos se opusieron con rabia a esa posibilidad.
Destaca sobre todo la opinión del ministro israelí de Economía, Neftali Bennett, quien dijo que si se quedaban judíos en un Estado palestino los matarían y que el comentario de Netanyahu había sido un momento de confusión de valores.
Está claro que los colonos saben que si se acuerda que pueden quedarse en sus asentamientos, no podrían recurrir a la principal amenaza que vienen usando desde la evacuación de asentamientos judíos de la península del Sinaí en 1982: el derramamiento de sangre a raíz del choque entre los cuerpos de seguridad israelíes y los colonos, que no querrían desalojar sus casas.
Pero lo cierto es que nunca hubo heridos, ni en 1982, ni en 2005, cuando Ariel Sharón evacuó los asentamientos de la Franja de Gaza. Sin embargo, ese temor siempre preocupó a los gobernantes israelíes y lo sigue haciendo ahora.
Una encuesta realizada en Israel en las últimas semanas revela que el 80% de los encuestados apoya la permanencia de los colonos en sus colonias para evitar así cualquier enfrentamiento con ellos.
Originalmente, esta idea surgió en unas conversaciones secretas que mantuve con Mahmud Abbás durante los años 1994 y 1995 y que concluyeron con un documento - que nunca se firmó - conocido como «Acuerdo Beilin-Abu Mazen». Este documento, que pretendía resolver el conflicto israelí-palestino, establecía que se desmantelarían todas las colonias de la Franja de Gaza, pero se mantendrían los asentamientos de Cisjordania, de forma que los colonos podrían vivir en el Estado palestino siempre y cuando no impidiesen a los palestinos residir también en dichos asentamientos.
Pero los acontecimientos acaecidos durante las dos últimas décadas cambiaron la situación sobre el terreno. Por un lado, se ampliaron muchísimo los asentamientos y hoy en día viven centenares de miles de colonos en Cisjordania y, por otro, el estallido de la segunda Intifada en el año 2000 elevó tanto el grado de violencia entre ambas partes que se hizo bastante inviable la posibilidad de una convivencia entre las mismas en un futuro Estado palestino.
Por esa razón, en la Iniciativa de Ginebra de 2003, no se planteó siquiera esa posibilidad. Pero ahora que está claro que lo que más coarta a Netanyahu es entrar en conflicto con los colonos, esa opción vuelve a ponerse encima de la mesa.
¿Cómo se podría materializar? Mi propuesta es que con la firma del acuerdo se les permita a los colonos vivir en sus asentamientos, tanto a los que se queden dentro de Israel, según la nueva frontera, como a los que se queden fuera. En este último caso se les daría a los colonos la posibilidad de elegir entre ser indemnizados y trasladarse a vivir a Israel o quedarse en el Estado palestino como ciudadanos israelíes con un permiso fijo de residencia.
Pasados cinco años, se haría un censo y, según el número de colonos que se quedasen en Palestina, se fijaría la cuota de ciudadanos palestinos que podrían irse a vivir a Israel con un permiso fijo de residencia.
Una solución como esta permitiría evitar un conflicto entre las fuerzas de seguridad israelíes y los colonos, a la vez que ayudaría a resolver el problema de los refugiados palestinos.
Se trata de una solución realista y posible.