Ahora que las partes en el conflicto israelí-palestino han reconocido la realidad y aceptado la idea de dos Estados para dos pueblos, el canciller norteamericano, John Kerry, tiene la obligación de alumbrar el camino para los dos rivales, cada uno de los cuales insiste en que la pelota está del otro lado del campo de juego.
Al participar en la reciente Conferencia Presidencial denominada «Mirando al Futuro», pude percibir que muchos adultos se inclinan a añorar el pasado y a quejarse de que fue mejor. A veces también peco de nostalgia y pienso que la preocupación por lo que acontece aquí hace que exagere pintando el pasado de rosa.
El reciente esclarecimiento de la masacre en la comunidad LGTB en Tel Aviv, ocurrida hace casi cuatro años, indujo a realizar encuestas. Una de ellas puso de manifiesto que el 49% de los israelíes piensan que la homosexualidad es una aberración, es decir, un fenómeno anormal.
«Fijensé en el Gobierno: nunca se trajo a debate o a votación la fórmula de dos Estados. Nadie lo haría porque si lo hiciera, vería a una mayoría oponerse», afirmó recientemente el viceministro de Defensa, Danny Danón, miembro del Likud, que apoya la anexión total de Cisjordania a Israel.
La posición de Danón no es ninguna novedad. Hace años que la sostiene. Entonces sólo resta preguntar por qué la expresa ahora, como miembro del Gobierno, tres días antes de la quinta visita del secretario de Estado norteamericano, John Kerry, a Israel y la Autoridad Palestina para tratar de reanudar el diálogo entre las partes en base a dicha fórmula propuesta por el primer ministro Netanyahu en su discurso en la Universidad de Bar Ilán.