Reuvén Rivlin, presidente de Israel, se asombró de los sangrientos ataques y campañas de odio en contra de palestinos y agrupaciones de gays. En una manifestación de protesta por tales crímenes reveló: «Me horroricé de la fuerza del odio. Me avergoncé al ver que en nuestro pueblo hay quienes no dudan en encender fuego y llamaradas sobre la carne de un bebé con el objetivo de potenciar la abominación y el espanto».
Ese niño, Ali Dawabsha, no se me quita de la cabeza. Como tampoco la escena: la mano de un hombre que abre una ventana en plena noche y lanza un cóctel molotov contra una habitación donde duermen una madre, un padre y dos hijos. La sola idea, las imágenes, son desgarradoras.
El asesinato de un bebé palestino de 18 meses, quien murió carbonizado cuando su vivienda fue incendiada por presuntos colonos israelíes en la aldea de Duma, al norte de Cisjordania, provocó gran consternación entre israelíes y palestinos y la comunidad internacional.
Empecé mi carrera como corresponsal extranjero en Beirut en 1979. No lo sabía en esa época, pero 1979 terminó siendo uno de los grandes años clásicos para las noticias internacionales, particularmente las de Oriente Medio. Puso en marcha la dinámica de mayor importancia que aún moldea a la región actualmente.
El acuerdo nuclear entre el Grupo 5+1 e Irán abre una nueva era en las relaciones internacionales de EE UU tanto en Oriente Medio como en todo el espacio musulmán.
¿Por qué Israel se opone al acuerdo entre las potencias e Irán, incluso de un modo más histérico que los musulmanes sunitas, también preocupados?
El acuerdo nuclear alcanzado por Irán y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (China, Francia, Rusia, EE UU y Reino Unido), más Alemania, no supone la capitulación de Teherán, como deseaba el primer ministro israelí Binyamín Netanyahu. Y es casi tan imperfecto como puede serlo cualquier acuerdo negociado entre partes en disputa. Sin embargo, crea un marco sólido para impedir que Irán produzca armas nucleares en los próximos 10 a 15 años, y eso es un cambio muy positivo.
Netanyahu, capitán retirado de una unidad elite del ejército israelí, sabe muy bien que sufrir una derrota no implica perder la guerra. Por ese motivo, después que las potencias del mundo firmaron el acuerdo de Viena con Irán, Bibi moviliza todas sus huestes de correligionarios, simpatizantes y servidores para lanzarse a una dramática contraofensiva sobre Obama en los pasillos del Capitolio.
El acuerdo de Irán con las seis grandes potencias puso punto final a 25 años de primavera israelí.