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Un apodo demasiado simbólico

Jamal Abu al-Rub - «Hitler» palestinoEn una encantadora película francesa recientemente estrenada: «El nombre», se plantea una agitada discusión familiar porque uno de sus integrantes, cuya esposa está por dar a luz, confiesa a su hermana, su cuñado y a un íntimo amigo de la familia, que piensa poner a su hijo el nombre de Adolfo.

Esta revelación, que finalmente resulta ser un chiste de mal gusto, provoca una agitada discusión. ¿Cómo poner el nombre del mayor asesino de la historia a un niño inocente?

El padre bromista argumenta que no pensó en Hitler sino en la novela del autor romántico franco-suizo Benjamín Constant «Adolphe». Por lo tanto habría pensado en el nombre en su versión francesa y no en la alemana.

Pero es inútil. Para sus seres queridos «Adolfo» está demasiado asociado a Hitler por lo que rechazan de plano las presuntas pretensiones de querer deshonrar a la familia incorporando a ella a una inocente criatura con semejante nombre.
         
Lamentablemente hay en el mundo quienes no piensan de esa manera y para ellos el nombre del bárbaro genocida nazi, no es en absoluto ofensivo, sino todo lo contrario. Un ejemplo de esto es el caso del líder palestino, del  grupo presuntamente moderado Al Fatah, Jamal Abu al-Rub, quien se complace en ser llamado por el apodo de Hitler.
           
El caso de este desafiante al liderazgo del presidente palestino Mahmud Abbás, perteneciente al ala joven del movimiento, es muy ilustrativo. Según cuenta el periodista árabe israelí, Khaled Abu Toameh, Al Rub, que ocupa una banca en el Parlamento palestino, golpeó tres veces en la cara al veterano líder de Al Fatah, Jibril Rajoub, en una violenta confrontación en el Hotel Grand Park de Ramallah, hace dos meses luego de que uno de los guardaespaldas de Rajoub lo atacara.

Abu al-Rub explicó más tarde que Rajoub lo había provocado por lo cual decidió responder a la ofensa. Según el «Hitler» palestino, dos meses atrás, él había sido golpeado por uno de los guardaespaldas de Rajoub en un acalorado debate de líderes de Al Fatah en Ramallah.

En respuesta, Abbás resolvió expulsar a Al Rub, lo que provocó una actitud de rechazo de varias docenas de activistas de Al Fatah en la zona de Jenín, al norte de Cisjordania.

En una escalada del conflicto, hombres armados de Al Fatah expulsaron a policías de la Autoridad Palestina de la ciudad de Qabatya, en las cercanías de Jenín. El presidente palestino respondió expulsando a Abu al-Rub de Al Fatah lo que causó una reacción airada de los partidarios del líder contestatario.
          
Los partidarios de Jamal Abu al-Rub le mandaron expresivos mensajes por Facebook tales como «Oh Hitler, diste orgullo a la patria y a Alá» y «Todos somos Hitler, estamos contigo hasta la muerte».

Al Rub no es el único líder joven contrario a Abbás. Según Abu Toameh, otro dirigente local, el Dr. Sufrán Abu Zaida, escapó a un intento de asesinato cuando hombres armados no identificados dispararon 20 tiros contra su automóvil. El ataque vino semanas después de que publicara un artículo denunciando a Abbás como tirano. Hubo ataques similares contra otros críticos de Abbás como Hussam Khader y Majed Abu Shemaleh.
Como suele ser habitual en las discrepancias inter-palestinas, la discusión no fue sobre quién es más pacifista, sino quién es más radical.

Con el apoyo de la Liga Árabe, Abbás revocó una concesión que ya había aceptado Yasser Arafat de reconocer a Israel como Estado judío; con la misma lógica por la cual Israel reconoce a Palestina como Estado árabe. Israel interpretó muy sensatamente ese rechazo de la condición judía del Estado como una forma de dejar abierto el conflicto y preparar el terreno para plantear nuevas exigencias. Es decir, Israel hace concesiones no a cambio de la paz sino a cambio de nada.
               
Lo que preveían los escépticos tuvo que producirse. Las negociaciones de paz empujadas de la peor manera en el peor momento posible por el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, zozobraron. Queda un leve resquicio de esperanza: las partes acordaron «mantenerse en contacto» hasta el 29 de abril, la fecha fijada para el fin de las tratativas.
              
Lo que llevó al reconocimiento del fracaso fue la violación palestina de su compromiso de no solicitar su incorporación a organismos de la ONU y de negociar de buena fe, a cambio de la liberación de 104 prisioneros palestinos, de los cuales 78 ya fueron liberados.

Cuando el gabinete israelí se reunió para decidir si liberar o no el último contingente de 26 prisioneros a la luz de las intransigentes posiciones palestinas, se encontró con hechos consumados. Los palestinos apostaron al triunfalismo, a su abrumador apoyo en la ONU - 57 países islámicos contra un solo Estado judío - y no al difícil proceso de paz.
            
Sin duda, detrás de las intrincadas y poco felices negociaciones propiciadas por el secretario de Estado norteamericano y apoyadas sin demasiado entusiasmo por el presidente Barack Obama, hubo no sólo mala voluntad de los palestinos. También hubo ministros israelíes escépticos que las consideraron un error, así como varias torpezas norteamericanas. Pero el problema de fondo es que los palestinos no están educados para la paz; sus dirigentes no buscan preparar a su pueblo para la convivencia pacífica con un Estado no musulmán como Israel, ni están genuinamente organizados para crear un Estado moderno democrático, que se propone como meta alcanzar un desarrollo económico, tecnológico y cultural digno del siglo XXI.
           
El analista árabe, Ali Salim, explica en estos términos el fracaso de las negociaciones: «El presidente de la OLP, Mahmud Abbás, sin duda sabe que en el momento en que firme la paz con Israel, las organizaciones terroristas palestinas, lo asesinarán. Los malos manejos de Europa, la ONU y la propia debilidad de Abbás han preparado el terreno para una conquista del poder por parte de elementos radicales, lo que ocurrirá en un futuro previsible. Si las elecciones fueran celebradas hoy en Cisjordania, Hamás y otras organizaciones salafistas-yihadistas ganarían. Ashton, Kerry y compañía tratan de crear otro Estado artificial, Palestina, que pronto se convertirá en un Estado islamista, rechazando oficialmente el reconocimiento de Israel y abogando por su destrucción».
           
Lamentablemente la anécdota del apodo del dirigente de Al Fatah, rival del presidente Abbás, otorga una dramática credibilidad a este pronóstico pesimista.