A Aarón Barnea y Bassam Aramin los separaba todo hasta hace pocos años: el primero, palestino; el segundo, israelí, pertenecientes cada uno a dos pueblos con una lucha ancestral por una franja de tierra en la costa del Mediterráneo.
Pero los unió la muerte de sus hijos a manos de bandos enemigos, y la certeza de que el conflicto en Oriente Medio no se resolverá por una violencia cargada de odio y sed de venganza de unos contra otros.
Bassam perdió a su hija de 10 años cuando salía del colegio a manos de un soldado israelí en un puesto fronterizo. El hijo menor de Aarón murió mientras prestaba el servicio militar en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
La fatalidad y el destino los unió. Ambos pertenecen a organizaciones binacionales que trabajan por la paz y la reconciliación entre los dos pueblos por medio del diálogo y el entendimiento.
La mirada y la expresión del rostro de Bassam muestran su dolor por la pérdida de su hija hace siete años. Recuerda cuando le dieron la noticia, cuando llegó al hospital, el dolor de saber que había muerto.
Recuerda que no sintió odio ni ganas de vengarse. Pensó que el soldado no la mató porque era su hija, que no era algo personal, que el problema era la guerra.
Razonó que el soldado era israelí, pero al mismo tiempo centenares de israelíes oraron por la recuperación de su hija en el hospital; que más de un centenar de ex militares de esa nación construyeron un jardín en memoria de su hija en el colegio donde estudiaba.
«Al mismo tiempo pensé que mi hija no hubiera querido que matara a una niña israelí para vengar su muerte», afirmó.
Aarón tampoco culpó a Hezbolá por la muerte de su hijo, aunque murió por una bomba que ellos pusieron, sino al Gobierno israelí por la ocupación de Líbano.
«Al momento de morir, mi hijo tenía puesto un botón que pedía que Israel saliera del Líbano. En aquellos días de duelo sentía su voz diciéndome: yo no puedo hacerlo más, pero sigue tú».
Entonces sintió que su misión era abogar porque Israel saliera del Líbano y de Cisjordania para poder tener paz un día y que el inmenso dolor de perder un hijo, el cual lo hizo pensar en el suicidio, no lo tengan que vivir más familias.
Porque lo que descubrió la organización - Círculo de padres - Foro de familias -, a la que pertenece Aarón, por medio de investigaciones, es que las familias que sufrieron pérdidas de un ser querido tienden a tomar una de tres actitudes.
Unas se encierran en su dolor y no se interesan por lo que sucede fuera; «ya pagué el precio más alto y no quiero saber nada», explicó Aarón. Otros tienden a la venganza, el encarcelamiento o muerte de aquel que causo el dolor. «Lo que lleva a más víctimas y nuevos dolores», agregó.
La otra opción es la vocería para que las cosas cambien con la autoridad moral que les da el ser víctimas, hablar en contra de la venganza y que la fórmula de que la violencia se sofoca con más violencia no es la mejor opción.
«La gente tiene que entender que hay todo un mundo que ganar con la paz, con la voluntad de reconstruir y de perdonar, y también hay todo un mundo que perder con la guerra y la venganza», enfatizó Aarón.
Para Bassam, una frase de Martin Luther King ilustra las causas de los conflictos en el mundo. «La gente se odia unos a otros porque se tienen miedo; se tienen miedo porque no se conocen, y no se conocen porque no se comunican entre ellos».
Percibe y sabe que ese es el gran problema en el largo conflicto de Oriente Medio. La mayoría de la gente está cansada de guerras, quiere vivir en paz y reconciliarse, pero también la mayoría tiene miedo de los otros debido a las narrativas de cada uno: los israelíes son criminales, mientras que los palestinos son terroristas.
Bassam afirmó que el estar en prisión durante siete años lo llevó a conocer a los otros - a los israelíes. Allí, con los guardias, supo del Holocausto, de sus problemas, de sus sueños y también de las pérdidas de seres queridos por el conflicto, «y me di cuenta de que eran seres humanos, como nosotros los palestinos. Los israelíes dejaron de ser para mí los ocupantes de nuestra tierra y empecé a entender por qué actuaban de esa manera».
Entonces se dio cuenta del error de ambos lados al haberse deshumanizado mutuamente, por lo que no era un crimen para un soldado israelí matar a un palestino porque era un terrorista, y no se mataba a un soldado israelí sino a un opresor.
«La cuestión es que ambos bandos se creen que son los buenos y les está permitido hacer con los otros lo que quieran», destacó Bassam.
La manera de perdonar de Bassam es «dejar ir el dolor». «Para mí, lo mejor que puede pasar es que la conciencia del victimario se despierte y reconozca que no lo volverá a hacer. El perdón tiene que ser para la liberación de uno mismo, no para hacer sentir mal al otro». añadió.
Para estas dos víctimas del conflicto israelí-palestino que abogan por una solución no violenta, la reconciliación es lo más importante en el proceso ya que sin ella «es solo un cese del fuego. La violencia no se va; queda, y tarde o temprano vuelve a aparecer», aseguró Bassam.
Para esto es importante que las partes en la mesa acepten la responsabilidad de sus actos en el pasado; «es la única solución», agregó.
¿Y puede existir la reconciliación? «La justicia como la conocemos es castigar al asesino para compensar a la víctima. Aun si eso pasa, ello no le dio derecho de matar a mi hija», dijo Bassam.
Asegura que siempre que piensa en algo, se remite inmediatamente a lo que se logra con ello. «Si metemos a alguien a la cárcel, qué podemos lograr: prevenir que siga matando, por castigo y para que se sienta responsable, con vergüenza y culpable».
Bassam: «Lo pongo a él en la cárcel pero no a su conciencia. Lo que necesito es que cambie su conciencia y reconozca que lo que hizo no lo puede volver a hacer, pero desde adentro».
Aarón: «El problema con la justicia es que puede llegar el momento en que nos sintamos todos justos, pero todos dentro de un gran cementerio».