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Un as de la manga

Mahmud AbbásQuienes daban por acabado a Mahmud Abbás, presidente de la Autoridad Palestina, se apresuraron en su veredicto.

Probablemente no haya líder político en el mundo más débil. Su mandato está caducado. Sus 79 años no le permiten pensar en librar una batalla para presentarse de nuevo en caso de que pueda convocar unas elecciones.

Lo que tiene entre manos es menos que un Gobierno regional. Su territorio está ocupado militarmente, dependiente de la liquidez que le proporciona Israel y de las ayudas que le llegan de los donantes internacionales.

Abu Mazen no controla la Franja de Gaza, bajo administración de Hamás. No consiguió nada desde que llegó a la presidencia, ni siquiera el pleno reconocimiento de la Autoridad Palestina como un Estado de pleno derecho por la ONU, tal como prometió.

Y, sin embargo, liquidado y sin aparente margen de maniobra, Abbás se sacó un as de la manga. Una maniobra que a tomó a todos por sorpresa.

Del presidente palestino se esperaban dos iniciativas: o su renuncia e incluso la disolución de la Autoridad Palestina y la devolución de las llaves de Cisjordania a Netanyahu, o un paso más en la firma de acuerdos internacionales, hasta llevar a Israel ante la Corte Penal Internacional por su ocupación militar de los territorios.

Hoy, 29 de abril, día en que vencieron los nueve meses de negociaciones patrocinadas por el secretario de Estado John Kerry, hacía temer la inminencia de una de esas dos opciones cuando Abbás salió con una tercera. Siempre hay margen político para quien quiere buscarlo.

Esta es nada menos que la recuperación de la unidad palestina para la convocatoria de unas elecciones que devuelvan la legitimidad y el pleno funcionamiento a las instituciones.

Semejante movida, imprescindible para que en algún momento se pueda firmar un acuerdo con Israel, tiene el inconveniente de que sólo se puede hacer gracias a la reconciliación con el islamismo intransigente de Hamás.

Por más técnico que sea el Gobierno de unidad, para Israel es un desafío. No puede haber paz ni tiene lo que negociar con quien le declaró la guerra eterna hasta su destrucción. Así que no había que esperar al 29 de abril para terminar con las tratativas. Ya están rotas.

Lo peor para Netanyahu, pero también para Obama y Kerry, es que la iniciativa de Abbás les tomó por sorpresa. Los contactos permanentes, las giras diplomáticas y los servicios secretos sirvieron de poco.

No se trata de un mérito sólo del astuto dirigente palestino. La cocina de este acuerdo se encuentra en Oriente Medio mismo, y más concretamente en los opulentos países del Golfo, lejos de los cocineros occidentales, cada vez más despistados e incómodos entre unos guisos que ya no dominan.