Luego de una ruptura que se prolongó durante casi siete años, las organizaciones palestinas Al Fatah y Hamás, llegaron a un acuerdo. La iniciativa fue celebrada por los palestinos, agobiados por los rigores de la economía y las presiones para mantener tratativas con Israel.
Según declaraciones de los dirigentes, está previsto para los próximos meses un llamado a elecciones generales para renovar autoridades en Cisjordania y la Franja de Gaza.
El acuerdo incluye compartir responsabilidades de gestión y deponer los recelos que en algún momento llegaron a expresarse a través de enfrentamientos armados con su secuela de muertes y heridos, y el creciente fermento del odio entre ambas facciones.
Por el contrario, en Israel la reconciliación fue considerada negativa y, en cierta manera, alarmante. Para el Gobierno de Netanyahu el entendimiento de Al Fatah con Hamás es una imperdonable concesión al terrorismo y un retorno a las tradiciones más belicistas por parte de los seguidores del presidente Mahmud Abbás.
El rechazo fue tan amplio que incluso los sectores más moderados de la política de israelí advirtieron sobre el peligro del retorno a la violencia, además de insistir en que más que unir lo imposible, lo que deben hacer los dirigentes palestinos que valoran la paz con sinceridad, es reanudar las negociaciones con el Estado judío.
¿Que tipo de negociaciones? Acerca de los territorios en disputa, los hechos demuestran que no hay mucho terreno para avanzar, sobre todo cuando los partidos representantes de los colonos en el Gobierno y el Parlamento siguen exigiendo la anexión total de Cisjordania.
Otro reclamo de los palestinos es el de la libertad de sus presos. Sobre este tema, el Gabinete de Netanyahu afirmó que los responsables de atentados terroristas y masacres de inocentes no serán excarcelados. Todos fueron juzgados por tribunales, contaron con las correspondientes garantías procesales, y sus delitos fueron probados. Liberarlos significaría devolver militantes a organizaciones terroristas. Una explicación difícil de entender cuando 78 de los 104 prisioneros acordados ya caminan libres en Cisjordania, Gaza e incluso en Jerusalén Oriental.
No obstante, las prevenciones de Israel por este acuerdo seguramente son justificadas, pero está claro que desde la lógica palestina la unidad era una necesidad política de primer orden.
Ahora bien, aceptando que la paz es un objetivo compartido por muchos, no se puede desconocer que la actitud del actual Ejecutivo hebreo no deja mucho margen para el optimismo. A nadie se le escapa que la unidad de Hamás con Al Fatah tiene como objetivo central no declarado reanudar la violencia contra Israel.
El odio a los judíos responde en esta región a varios motivos, pero más allá de cualquier consideración, lo cierto es que sigue siendo un factor fuerte de unidad entre los palestinos.
En este sentido, no es un secreto que para Hamás la destrucción de Israel es un objetivo político y militar de primer orden.
¿Se sumará Al Fatah a esta consigna?
Dependerá de diversos factores, pero lo cierto, a partir de ahora, es que Israel tiene buenos motivos para estar intranquilo.