El conflicto aparentemente sinfín de Oriente Medio desvía la atención y los recursos de una amenaza más grave que se cierne sobre toda esa región a largo plazo, la creciente escasez de agua. Y la situación va a empeorar antes de mejorar, si alguna vez lo hace.
Años de guerra, la gestión descuidada de las reservas de agua, el crecimiento demográfico descontrolado, políticas agrícolas imprudentes y subsidios que fomentan el consumo transformaron una zona básicamente árida del mundo en una voraz consumidora de agua.
La trayectoria no es sostenible. Esas fueron las conclusiones, sombrías aunque no sorprendentes, de una conferencia de tres días sobre el tema celebrada en Estambul este mes.
En el territorio que abarca desde Libia hasta Iraq y Yemen, demasiadas personas y animales utilizan los recursos de agua más allá de sus límites. Algunos países donde la urgencia es mayor, como Siria y Yemen, son los menos equipados para evitar crisis de gravedad. Jordania, siempre con escasez de agua, está abrumada por la avalancha de refugiados de Siria. Iraq, que en el pasado tuvo recursos más que suficientes, perdió reservas fundamentales debido a la guerra y a las presas que Turquía construyó sobre los ríos Tigris y Éufrates. Egipto, con sus 86 millones de habitantes, tiene una población dos veces mayor que hace 50 años pero sin recursos de agua adicionales.
La aislada Franja de Gaza lidia con una crisis hídrica desde hace años. Y las escasas reservas de Yemen son absorbidas por la producción descontrolada de cat (Catha edulis), un cultivo especial de la zona tropical africana y arábiga que consume mucha agua y posee un valor nutricional nulo. Masticar la hoja ligeramente narcótica de cat es el pasatiempo nacional yemení.
Pero no todas las noticias son malas. Países estables, liderados por Arabia Saudita e Israel, exhiben avances notables en sus reservas, tecnología, gestión y educación del consumidor.
En otros lugares, sin embargo, el pronóstico es poco alentador. Nadie predice que se desencadenarán guerras por el agua o conflictos armados por las reservas, un fantasma que se evoca con frecuencia pero nunca se materializó.
Pero en algún momento del futuro no muy lejano la escasez de agua podría provocar grandes migraciones, penurias, malas cosechas y una selección de prioridades en las poblaciones a medida que los gobiernos se vean obligados a asignar las reservas de agua.
Todo esto no pasa desapercibido. El problema del agua en Oriente Medio es objeto de noticias, análisis de organismos como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), y estudios realizados por centros de investigación y grupos humanitarios durante años.
Sólo les falta entender que sin petróleo no hay energía, pero sin agua no hay vida.
Fuente: The New York Times
Traducción: www.israelenlinea.com