El pasado 3 de octubre el Pentágono anunció otra serie de ataques aéreos contra el Estado Islámico (EI) en Siria y en Irak. En Siria, un ataque al sur de Al Hasaka destruyó una guarnición del EI, mientras que otro al sur de Deir Ezzor destrozó dos de sus tanques.
Dos bombardeos al norte de Raqa afectaron a dos refinerías modulares de petróleo y a un campo de entrenamiento del EI; en otro ataque al nordeste de Alepo se vio afectado un edificio ocupado por el EI. Un ataque contra una de sus piezas al oeste de Raqa no tuvo éxito.
Lo curioso es lo que no está siendo atacado. En las últimas dos semanas el Estado Islámico ha estado atacando la ciudad de Kobani, defendida por los kurdos. Ha sido tan brutal allí como lo fue en Sinyar, y recientemente incluso decapitó a un grupo de kurdos cautivos, mujeres incluidas.
Puede que quienes gobiernen Kobani sean kurdos, pero la Administración kurda ha dado cobijo y protección a decenas de miles de árabes sunitas y de cristianos.
Conforme avanza el EI, más de 100.000 refugiados han huido a Turquía. En el Pentágono, un informador estratégico denominó, sin tacto alguno, a las matanzas y a las huidas masivas de población «una retirada estratégica».
Pese al fragor de la batalla en torno a Kobani, Estados Unidos y sus aliados del Golfo no han hecho nada por atacar a las fuerzas del EI que están sitiando a los kurdos. Es como si Franklin Delano Roosevelt declarara que Estados Unidos entraría en guerra contra Japón y acto seguido procediera a bombardear Argentina.
Dado que el presidente Obama ha insistido en aprobar cada uno de los ataques en Siria, la única conclusión lógica es que no quiere proteger Kobani, puede que por deferencia hacia Turquía, que sospecha de cualquier entidad kurda.
Esto es fruto de la cortedad de miras: puede que los kurdos sirios no sean perfectos, pero son bastante laicos, moderados y tolerantes. Y, pese a sus vínculos con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), antaño insurgente en Turquía, esos días quedaron atrás: los turcos y el PKK llevan celebrando conversaciones de paz y respetando un alto el fuego desde hace más de 18 meses.
Cuando el Estado Islámico avanzaba sobre Erbil, la capital kurda iraquí, Obama se precipitó a emplear la fuerza aérea a fin de detener el avance terrorista. Que no vaya a a hacerlo en un caso análogo en Siria muestra la absoluta falta de coherencia estratégica de las acciones estadounidenses.
Para que la acción militar sea efectiva debe tener lugar donde está la lucha, no a decenas de kilómetros de ella.