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Guerra a ciegas

Estado IslámicoEl Estado Islámico (EI) ha acompañado su brutal toma de amplias franjas de Irak y Siria con el secuestro y la decapitación de periodistas. Cualquier reportero occidental que se atreviera a aventurarse en territorio controlado por el EI estaría arriesgando la vida a cada momento.

Así pues, Estados Unidos ahora está involucrado en la primera guerra prolongada de Oriente Medio en la que sus periodistas y fotógrafos no pueden informar en línea día con día con la libertad de observar y escribir lo que deseen y con una presencia continua para ofrecer sus perspectivas sobre la evolución de la situación. Eso no es bueno.

Pero se pone peor. «The Times» informó la semana pasada que el EI hizo que uno de sus rehenes británicos actuara como corresponsal de guerra en un video de propaganda en la ciudad siria de Kobani, «prediciendo que dicha localidad está a punto de caer en manos de los militantes a pesar de los incesantes ataques aéreos estadounidenses».

El hecho también señala que el EI está adquiriendo más habilidad para promover su causa, adoptando las técnicas de un canal informativo con 24 horas al día de noticias. «Hola, me llamo John Cantlie - dice el rehén en el video, vestido de negro. Y hoy estamos en la ciudad siria de Kobani, en la frontera con Turquía. De hecho, eso que está atrás de mí es Turquía».

Y se va a poner aun peor. Dylan Byers, reportero de medios de «Politico», reveló el 23 de octubre que el FBI había enviado un boletín a las empresas informativas para advertirlos de que el EI había definido a los reporteros y a las personalidades de los medios como «blancos legítimos en castigo por los ataques aéreos realizados por Estados Unidos».

¿De qué nos estamos perdiendo por no tener reporteros presentes en el territorio del EI? De mucho. No podemos responder por nosotros mismos a preguntas importantes: ¿Cómo se percibe la campaña de bombardeos aéreos de Estados Unidos? ¿La campaña está acercando o separando a los combatientes del EI y los sunitas iraquíes? ¿Cómo está gobernando el EI? ¿Cómo maneja las escuelas y el sistema judicial? ¿Cómo es percibido por los sirios e iraquíes que están bajo su férula? ¿Qué motiva a tantos fracasados y almas perdidas a ingresar en ese movimiento yihadista? ¿Les estamos enviando el mensaje correcto? Y podría seguir con más y más preguntas.

Bill Burns, subsecretario de Estado dimitente, publicó recientemente un artículo en la revista «Foreign Policy» con un consejo de despedida para los diplomáticos estadounidenses. Él citó a Edward R. Murrow, el gigante de «CBS News», que aconsejó a los diplomáticos recién llegados que «el eslabón verdaderamente importante en la cadena de comunicación internacional es el último metro, que se cubre mejor mediante el contacto personal: una persona hablando con otra».

Lo misma vale para reporteros y fotógrafos. Claro, las encuestas, las gráficas y los mensajes en Twitter son importantes. Son una forma de datos. Pero entrevistar a un ser humano sobre sus sueños y esperanzas, sus miedos y sus odios, es también una forma de recabar y analizar datos, algo en lo que se basan los mejores diplomáticos, periodistas e historiadores. No se puede captar en números una ceja alzada, una sonrisa abyecta, el miedo en los ojos de un refugiado o el remordimiento en la voz de un miliciano. A veces el simple silencio es más elocuente que nada.

En ocasiones reflexiono en las entrevistas que hice a mujeres egipcias en una casilla electoral exclusiva para mujeres en el barrio más pobre de El Cairo, en las elecciones de 2012 que llevaron a la presidencia a un miembro de los Hermanos  Musulmanes. Casi todas ellas habían votado por el candidato Mohamed Mursi. Y cuando les pregunté por qué, ni una sola mencionó la religión. Dijeron que Mursi crearía empleos, daría seguridad, construiría calles y avenidas, mejoraría las condiciones de vida y acabaría con la corrupción; en pocas palabras, que habría mejor gobierno. Con el tiempo, Mursi fue destituido por no haber cumplido ninguna de esas esperanzas, no por ser impío.

Recientemente, «Vice News» usó al veterano fotoperiodista árabe de Al Jazeera, Medyan Dairieh, para producir un convincente documental sobre Siria titulado «El Estado Islámico». Pero eso fue un arreglo de una sola vez, logrado en «condiciones para entrar y salir con vida», explicó en una mesa redonda de la Universidad de Nueva York Jason Mojica, jefe de redacción de «Vice News», de acuerdo con «The Huffington Post».

Le pregunté a Mina al-Oraibi, editora asistente de «Asharq al-Awsat, periódico en lengua árabe con sede en Londres, cómo ha cubierto al EI un diario árabe.

«Tenemos nuestros corresponsales, apoyados por periodistas independientes locales, que arriesgan la vida al estar en contacto con nosotros en Irak. Sin embargo, tenemos un bloqueo informativo impuesto en las áreas controladas por el EI en Siria, especialmente en Raqqa. En Irak, usar el teléfono y el correo electrónico para obtener información nos deja preocupados por la seguridad de esos reporteros, muchos de los cuales trabajan sin saber cómo se les va a pagar. Además de eso, nuestra cobertura se enriquece mediante redes de iraquíes y sirios que se comunican con nosotros para contarnos su historia, aparte de las relaciones que tenemos con iraquíes, sirios y otros árabes que han interactuado con algunos militantes del EI o que han tenido relaciones con ellas bajo alguna otra bandera».

Pero la realidad, agregó, «es que gran parte de lo que sabemos es gracias a militantes del EI o de historias anecdóticas de observadores y personas con familias en territorio controlado por los yihadistas».
Así es, el EI nos está diciendo lo que él quiere que sepamos a través de Twitter y Facebook y ocultándonos todo lo que no quiere que sepamos. Por tanto, hay que recelar de cualquier cosa que nos digan sobre esta guerra, ya sea buena, mala o indiferente.

Sin un periodismo independiente en el terreno, nos esperan varias sorpresas. Si no vamos, no sabemos.

Fuente: The New York Times
Traducción: www.israelenlinea.com