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Demografía, juventud y violencia

poblaQué hay detrás del caos en el mundo árabe y en Oriente Medio? ¿A qué se deben los interminables conflictos, las crueles masacres, la constante aparición de nuevos grupos terroristas, los millones de refugiados?

A diario leemos toda clase de explicaciones que en el mejor de los casos sólo explican aspectos parciales de una muy compleja realidad. Por ejemplo, no cabe duda de que desde el inicio de la revolución islámica del ayatolá Jomeini la lucha entre la chía y la suna en el islam se ha intensificado en todo el mundo árabe.

También es cierto que paralelamente a ese enfrentamiento sectario hay una lucha por la supremacía en el islam entre Irán y Arabia Saudita. Pero ¿Cómo explicar los enfrentamientos entre unos y otros sunitas o las alianzas circunstanciales entre sunitas y chiítas? ¿Cómo explicar los choques de intereses y la animosidad entre Turquía y Egipto, ambos países sunitas, por ejemplo?
             
Durante mucho tiempo, el mundo occidental creyó en la teoría simplista de que el conflicto israelí-palestino es la clave de los problemas de Oriente Medio. La fallida «primavera árabe», con todo lo que reveló sobre los profundos problemas sociales, económicos y políticos del mundo árabe, puso en evidencia el carácter ridículo de esa tesis.

El conflicto israelí-palestino no tiene nada que ver ni con la interminable guerra de Bashar al-Assad contra su propio pueblo, ni con las crueldades del Estado Islámico (EI) contra todos los que se atreven a acatar a su autoridad, ni con la efervescencia social en Egipto, ni con las luchas de unas milicias contra otras en la Libia post-Gaddafi, ni con la inestabilidad y las luchas tribales crónicas en Yemen, ni con la precaria situación institucional en Líbano.

Si mañana finalmente hubiera una solución pacífica y real del conflicto israelí-palestino, esto no brindaría ninguna clase de garantía de que asimismo podrían solucionarse otros conflictos de dimensiones mayores.
         
En el mundo árabe es muy común la difusión teorías conspirativas, especialmente las que culpan a Estados Unidos y a Israel de todos los males que afligen a la región. Pero de tanto en tanto, surgen voces lúcidas que desmienten con lógica y fundamentos esa clase de planteos simplistas. Es el caso de la periodista franco-libanesa Mona Alami que escribió un muy interesante artículo titulado «Los teóricos de la conspiración están equivocados». La autora del artículo publicado el 3.11.14 en el «Daily Star» se basa ni más ni menos que en un informe de la CIA publicado en 2001 - que no es secreto y puede ser consultado en Internet – en el cual predijo que «habría revoluciones en Oriente Medio en las dos primeras décadas del siglo XXI».
           
¿En qué se basa su afirmación? En el fracaso de los países en integrar a sus grandes poblaciones jóvenes. Este problema fundamental, afirmó la Agencia de Inteligencia norteamericana trece años atrás, «perpetuaría el ciclo de inestabilidad política, guerras étnicas, revoluciones y actividades hostiles contra los regímenes existentes».  

Si bien el informe se centra en el tema demográfico, no deja de lado los aspectos políticos. Por ejemplo, observó que «Irak y otros países en Oriente Medio son artificiales y sus grupos étnicos son dinámicos. Esto creará una sociedad conflictiva en la cual seguirán siendo muy importantes las identidades étnicas».
          
Alami, por su parte, señala que «la región árabe está plagada por altas tasas de fertilidad y un crecimiento errático. Países como Egipto, Sudán y Yemen, entre otros, enfrentan un considerable crecimiento de su población juvenil. La fertilidad egipcia ha crecido desde 2008 de 3 a 3.5 de nacimientos por mujer, mientras Sudán ha alcanzado la cifra de 4.49 y Yemen 4.21. Exceptuando a los ciudadanos de los países del Golfo, muchos jóvenes árabes no podrán encontrar empleo ya que el bajo nivel de crecimiento económico en sus países reduce las oportunidades.

Alami cita además del informe de la CIA un documento de la Agencia de las Naciones Unidas para la Población. Su autor, Michael Hermann, llega a conclusiones muy parecidas a las del documento norteamericano: «Gente joven, enérgica y dinámica, que normalmente utilizaría sus energías para hacer una carrera, establecer una familia y tratar de realizar sus sueños, se encuentra marginada y sin chances de insertarse creativamente en la economía».

La conclusión del informe de la CIA es muy lógica: «La juventud desempleada brinda una excelente carne de cañón para los movimientos radicales y las organizaciones terroristas, particularmente en Oriente Medio».
          
Si bien la explosión demográfica es un problema particularmente agudo en el mundo árabe e islámico, no incrementa las chances de violencia e inestabilidad tan sólo en los países donde el islam radical es un factor activo.
          
Según el sociólogo alemán Gunnar Heinsohn, de la Universidad de Bremen, hay una relación muy directa entre el crecimiento demográfico y la violencia. En su libro «Hijos y poder mundial», editado en alemán en 2003, cita algunos datos reveladores. Entre 1988 y 2002, 900 millones de niños nacieron de madres del mundo en desarrollo y un demógrafo atento podía haber hecho predicciones exactas sobre los países en los cuales habrían de desatarse conflictos violentos. En la década anterior a 1993, en vísperas del surgimiento de los Talibanes, la población de Afganistán creció de 14 a 22 millones. Irak tenía 5 millones de habitantes en 1950 y tiene actualmente 25 millones, a pesar de un cuarto de siglo de guerras. Hay 67 países en el mundo con explosión demográfica y multitudes de jóvenes. En 60 de ellos hay algún tipo de guerra civil o de crisis violenta.         
          
Si la teoría del Dr. Heinsohn es correcta, la violencia palestina no se explica por la ocupación de Israel en territorios que los palestinos consideran suyos - que después de todo, se ha mantenido durante 47 años - sino al considerable aumento de la población árabe desde 1967, de 450.000 a 3.3 millones, de la cual casi la mitad es menor de 15 años.
          
El sociólogo de Bremen considera que la causa de la violencia no es económica ni se debe a la lucha por recursos naturales. Tampoco el factor religioso es, a su juicio, el motivo determinante en los grandes conflictos de la actualidad. Aunque no minimiza al islam como factor conflictivo en el mundo actual, a su juicio es un gran pretexto para  la violencia y no su verdadera causa.
          
En una entrevista con la «Neue Zürcher Zeitung» hace unos años, el Dr. Heinsohn señaló que si Alemania tuviera un crecimiento de población como el de Gaza - 9 niños por mujer - tendría ahora 550 millones de habitantes y 80 millones de jóvenes entre 15 y 30 años de edad. ¿Piensa usted que esos 80 millones de jóvenes serían 10 veces más pacifistas que los 7 millones que tenemos hoy?

De ninguna manera. Sería mucho más probable que tiren bombas en Praga, Gdansk o Wroclaw y se justificarían como los palestinos diciendo «este es nuestro país. Nos lo arrebataron por razones históricas por las cuales nosotros no tenemos responsabilidad alguna».