¿Qué hace la Autoridad Palestina (AP) con el dinero de los países donantes? ¿Qué hace Hamás para proteger a su población en Gaza? ¿Qué hacen ambos para evitar el próximo estallido social en Gaza y el subsecuente enfrentamiento cíclico con Israel?
«Como todos los años, también en 2016 las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se preparan para otra vuelta de violencia en Gaza el próximo verano boreal». Así comienza el análisis de Alex Fishman en «Yediot Aharonot» del 22.2.16. Nadie sabe el momento exacto o cuál será el disparador, pero todos tienen claro que el ritual casi anual es una realidad obvia. Y no es sólo una forma de pensar israelí.
Los habitantes de Gaza que salen de la franja y se encuentran con israelíes dejan la impresión de que el fatalismo gobierna también al otro lado. Desde su punto de vista, el enfrentamiento militar es casi seguro. También ellos creen que será mucho más violento, que Israel está harto de los jueguitos del Hamás y que hará todo lo posible por aniquilarlo, mientras que Hamás, por su parte, sorprenderá a Israel con poder de juego y ataques a la población civil israelí para intentar romper el status quo y el bloqueo. Y cuando ambas poblaciones están convencidas de que eso es lo que ocurrirá, sus dirigencias no son quiénes para decepcionarlas, asegura Fishman.
Pero parece ser, continúa, que en esta vuelta que se está cocinando, los liderazgos podrían ser sorprendidos, pues no controlan los acontecimientos. Es probable que este nuevo enfrentamiento no estalle por un error, o provocación, o por un movimiento militar planificado en base a una lógica de Estado. Hay más probabilidades que la intensidad del enfrentamiento y su timing sean fijados por la población de Gaza, que le estallará a Hamás en la cara, en una explosión social que salpicará también a Israel, Cisjordania y Egipto.
Gaza se ha convertido en el laboratorio humano en el que se mide cada día el punto de quiebre de la población. En Israel señalan la crisis de infraestructuras en la franja: electricidad, agua, cloacas. Es apenas la escenografía: la población en Gaza emite gritos de derrumbe personal. La cantidad de suicidios no tiene precedente. El número de asesinatos dentro de la familia va en aumento (hay, por ejemplo, un fenómeno de mujeres que acuchillan a sus maridos desempleados). Uno de cada tres habitantes de Gaza consume medicamentos psiquiátricos. Aumenta el abuso de drogas y el delito, en especial la prostitución, así como un fenómeno que rebela, el de adolescentes que se casan con mayores que las puedan mantener, como segunda o tercera esposa. Por otro lado, no hay dinero, los jóvenes se casan menos, y la edad de matrimonio promedio aumenta.
La AP, encargada de transferir el dinero de las donaciones, no entrega fondos para salud y educación de modo regular. No hay en Gaza un servicio psiquiátrico digno. Hay un aumento del nacimiento de bebés con deformaciones, adjudicado al aumento de los matrimonios entre parientes cercanos. Debido a la crisis mundial de los refugiados, la UNWRA (la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos) recibe menos dinero, de modo que menos familias logran flotar sobre el agua. Y por sobre todo, sobrevuela el miedo aterrador de un ataque israelí. Los gazatíes no tienen escape: no tienen adónde huir, no pueden influir en los acontecimientos. Están enojados con Hamás, que se han cavado una ciudad subterránea donde ocultarse, mientras que ellos, los habitantes, no tienen refugios.
Jóvenes que fueron capturados cuando intentaban cruzar la cerca hacia Israel, relataron que lo hacían porque no tenían lo que comer en casa. Parte de ellos huían por violencia familiar. El 50% de los jóvenes en Gaza declararon en encuestas diversas que querían emigrar de la franja para siempre. Los soldados de las FDI son testigos del fenómeno: universitarios que lograron obtener un permiso para pasar en el cruce de Erez, salen de la franja y besan el suelo. En su vivencia, han salido de la prisión. El ethos del «retorno» ha sido quebrado: déjenlos «huir», no «volver».
Hasta mediados de 2015 las familias que se podían dar el lujo se fueron por los túneles hacia Egipto y Libia, y buscaban un barco hacia Europa. Cientos de palestinos se ahogaron en esos viajes. Los egipcios lograron sobreponerse a la mayoría de los túneles, y esa vía se cerró. Ahora crece el número de personas que falsifican certificados de enfermedad para salir a tratamientos en Cisjordania y no volver más.
Varios habitantes en Gaza ya se inmolaron a lo bonzo en son de protesta. En Túnez, un evento similar desató la llamada «primavera árabe». También Gaza arderá. Es cierto, una población religiosa, tradicional, tiende más a resignarse a su destino, pero también aquí el vaso de veneno se va llenando. Y cuando esta carga humana estalle, no habrá ningún aviso previo. Las esquirlas aterrizarán sobre todos nosotros.