Más allá de las serias discrepancias que hay entre el gobierno de Israel y la Autoridad Nacional Palestina sobre una diversidad de temas - no sólo la iniciativa unilateral de reconocimiento en la ONU -, hay en el terreno fenómenos preocupantes que deberían ser atendidos al máximo nivel.
Esta semana, el ejército israelí demolió tres estructuras construidas ilegalmente en Cisjordania, en el puesto no autorizado de Migrón, por habitantes judíos de la zona decididos a permanecer en el lugar a pesar de la orden de la Suprema Corte de Justicia de desalojarlos. De fondo, hay quejas palestinas alegando que la ley no se impone en forma igualitaria en los territorios en disputa, y que mientras hay mano dura respecto a infracciones palestinas, hay permisividad ante los colonos. Un documento originado en la oficina del Comandante de la Administración Civil, recalca que es clave imponer la ley ante todos y que en ese marco se dio la orden de destruir las casas erigidas sin permiso en Migrón.
Un grupo de extremistas aún no ubicados, presumiblemente miembros de lo que se considera es el "núcleo duro" en el seno de la población judía de los asentamientos, resolvió responder a la demolición con una práctica que se ha estado adoptando en los últimos años: vengarse de las autoridades políticas y de su propio ejército, atacando propiedades palestinas. De ese modo, no sólo complican al establishment sino que amedrentan a quienes ven como enemigos.
Esta vez, el blanco elegido fue una mezquita en la aldea Qusra, en la zona de Ramallah. Los extremistas tiraron neumáticos encendidos hacia la misma, rompieron ventanas y escribieron grafittis ofensivos en sus paredes.
A las condenas de la Autoridad Palestina se sumó el primer ministro de Israel, Binyamín Netanyahu, quien declaró que es imperioso ubicar y detener a los responsables, que pretenden arruinar el equilibrio y el mutuo respeto entre culturas y religiones en la zona.
Cabe esperar que su llamado se cumpla ya que las derivaciones de lo contrario, pueden ser letales. El tema religioso, que aquí es usado como manija de presión para reivindicaciones política, puede encender llamas cuya potencia sea imprevislble. Y precisamente por lo clave de apagar esos incendios - problemas no faltan en varios frentes - el propio liderazgo de los colonos debería estar con los ojos bien abiertos y vomitar de su seno a los extremistas que actúan de esa forma. Aunque sean "unos pocos locos", como alegan algunos - evaluación ésta con la que otros discrepan -, evidentemente tienen la suficiente capacidad de destrucción como para poner en peligro muchas cosas.
Del otro lado, en la arena palestina, se ha vuelto a dar en los últimos días un fenómeno lamentablemente nada nuevo, que sinceramente creemos debería preocupar no sólo a los israelíes sino a los padres y madres palestinos, a esa mayoría silenciosa que cabe suponer lo que desea es criar a sus hijos en paz y verlos crecer y convertirse simplemente en personas felices y de bien.
Nos referimos al tema de la glorificación de terroristas suicidas a los que se presenta como ejemplos a emular, como símbolos nacionales que deben guiar a los niños y jóvenes palestinos. Nos cuenta entender cómo de la legítima discusión con Israel - que puede ser aguda y amarga como es propio de un conflicto - se pasa a transmitir mensajes que defienden abiertamente la violencia contra civiles inocentes. Con ello, los primeros dañados, a nuestro criterio, son los propios palestinos que miran los programas en cuestión y son los receptores de esos mensajes.
Los ejemplos son numerosos.
El más reciente fue del 10 de agosto, en el programa "En el hogar de un combatiente", en cuyo marco las figuras del mismo van a la casa de un palestino preso en Israel, conversan con su familia y hablan de lo que simboliza. De más está decir que no se puede esperar que un palestino vea un preso tal cual lo ve Israel. Pero cuando se trata de una persona responsable del asesinato a mansalva de civiles inocentes, adultos, mujeres, ancianos y niños, intencionalmente, hay un serio problema.
Esto es lo que sucedió hace pocos días, cuando el equipo del programa fue a la casa de Muhammad Wael Daghlas, el cerebro tras el atentado suicida en la pizzería Sbarro de Jerusalén, el 9 de agosto de 2001. Él fue condenado a 15 cadenas perpetuas, una por cada uno de los 15 civiles muertos en dicha explosión. Con él, fue presa también Ahlam Tamimi (foto), la joven que condujo al terrorista a la pizzería, dándole las últimas instrucciones. El suicida llevaba una potente carga en un estuche de guitarra con el que entró a la pizzería repleta de gente, además de un cinturón explosivo. Era poco después del mediodía, en el verano israelí, con familias enteras llenando la pizzería en medio de las vacaciones.
El terroristas los vio a todos... a las mujeres... a los niños... y explotó.
15 civiles murieron, 7 de ellos niños. 130 personas resultaron heridas. Entre los muertos, estaba Tzvika Golombek, cuyo padre, Efraim, es uruguayo, radicado desde hace años en la ciudad norteña israelí de Karmiel. Familias destruídas intencionalmente.
Y la televisión palestina, honra a los responsables, enviados por Hamás.
"Nosotros, en el programa 'En el hogar de un combatiente', enviamos nuestros mejores deseos a Ahlam Tamimi", dijo la presentadora. "Le auguramos libertad a ella y al resto de nuestras gloriosas prisioneras. Deseos especiales para ti, Ahlam, de nuestro programa y de nuestro equipo, desde el hogar de nuestro heroico combatiente preso Muhammad Wael Daghlas".
Ahlam Tamimi fue honrada por el grupo Al Fatah, el principal de la OLP, encabezado en su momento por Yasser Arafat y hoy por el presidente Mahmud Abbás, como "heroína". La misma distinción, destacada en los medios de comunicación palestinos, fue dada a otras terroristas responsables del asesinato de numerosos civiles.
Y en un espacio destinado a publicitar un programa especial para la mujer palestina, titulado "La Campaña de las Manos Blancas" - que comenzó a salir al aire en diciembre último y se repitió dos veces por semana desde mayo hasta fin de julio - en el texto declamado por la presentadora que aparecía en pantalla, al hablar de modelos a seguir, se incluía los nombres de mujeres famosas por los atentados que habían perpetrado y por haber cometido ataques suicidas.
Así decía: "La mujer es la fundación de la existencia. Amor - Ishtar - el símbolo de la fertilidad y el altruismo. Fuerza de voluntad - Cleopatra - inteligencia y sabiduría. Inteligencia - Balqis y Zenobia - lucha. Determinación - Al Khansa -Martirologio y entrega. Coraje: Bin al–Azwar. Fe firme. Martirologio - Dalal Mughrabi - Victoria sobre la enemistad. Lucha - Djamila Bouhired - libertad humana. Libertad, entrega, paciencia, sacrificio, vida, lealtad. "Manos blancas".
El problema no radica en Ishtar, una diosa babilonia. Tampoco en la sabiduría de Cleopatra, reina de Egipto, ni en la inteligencia de Balqis y Zenobia, reinas de Saba y Palmyra.
El problema es el mensaje de admiración por Al Khansa, una poetisa del siglo VII que celebró la muerte de sus cuatro hijos en el campo de batalla. ¿Modelo de qué? Y por Dalal Mughrabi, la terrorista responsible del mayor atentado contra civiles, en el que secuestró un ómnibus y mató a 37 personas, entre ellas 12 niños.
Todos estos mensajes fueron transmitidos el 28 de julio en la televisión palestina.
Los mensajes en sí, son lamentables y peligrosos. Y no menos preocupante es que salgan en pantalla en la televisión oficial de la Autoridad Palestina, encabezada por el presidente Mahmud Abbás.