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Tel Aviv no es la Plaza Tahrir de Israel

Protestas callejeras, manifestaciones populares, miles y miles se molestan en salir de sus casas para exigir lo que consideran justo y quejarse contra lo que ven mal. Es bueno, es sano, es propio de democracia. Y está pasando hoy en Israel.

Cada uno tendrá su opinión sobre lo justo de las exigencias y la repartición de culpas por los problemas a resolver - ya que está claro que los procesos que hoy deben ser corregidos no comenzaron con el gobierno actual - pero mientras se trate de protestas no violentas, deben tener lugar en la vida pública de Israel.

Este miércoles, junto a los manifestantes en diferentes partes del país por la carestía de la vivienda, salieron a la calle los encargados de los tambos en moshavim y kibutzim a protestar por la intención del gobierno de importar productos lácteos del exterior. Y seguían de huelga los médicos; al parecer a punto de lograr un acuerdo, tras semanas de lucha. Sus reivindicaciones sobre las condiciones de trabajo, ponen énfasis en la necesidad de que se agreguen cupos para nuevos puestos en los hospitales a fin de que los turnos y guardias no sean tan prolongados como ahora, dado que ello atenta contra la calidad del desempeño del profesional que debe atender pacientes después de demasiadas horas de trabajo de corrido.

Las protestas que estallaron hace pocas semanas en Tel Aviv por la carestía de la vivienda y que se han ido extendiendo a disversas partes del país con una agenda más amplia, son una expresión popular a la que las autoridades deben prestar atención, ya que reflejan un auténtico sentimiento de diferentes sectores de la población de que hay no pocas cosas que corregir.

Pero ahora, justamente al iniciarse en El Cairo el juicio al ex presidente de Egipto, Hosni Mubarak, nos parece importante aclarar: estas manifestaciones, no son el paralelo de la Plaza Tahrir.

Sin minimizar en absoluto la necesidad de reformas en el sistema económico israelí a fin de reducir las diferencias socio-económicas que han ido creciendo demasiado en los últimos años y de limitar la concentración de demasiado poder en manos de los "monstruos" empresariales, el trasfondo es totalmente diferente. Si bien hay claras diferencias en las situaciones económicas de Israel por un lado y de países árabes como Egipto por otro, la principal distinción debe hacerse en el plano político.

En Israel, las protestas son en el marco de un Estado democrático y una sociedad libre - a diferencia de lo que ocurrió en Egipto y lo que está ocurriendo en Libia y Siria. Lo que está pasando ahora en Israel, no es la plaza Tahrir de El Cairo, ni las calles de Bengazi en Libia ni tampoco las ciudades sirias acosadas por el ejército de Bashar al-Assad. Porque no hay riesgo ninguno en la salida misma a una manifestación, porque está permitido y a nadie se le ocurre frenarlo. Como debe ser.

Hace pocos años, tuvimos la oportunidad de entrevistar en Tel Aviv al conocido escritor cubano residente en Madrid, Carlos Alberto Montaner, tras una conferencia magistral que brindó sobre qué tiene América Latina para aprender de Israel, al que él había llamado "el tigre semita". Esta fue su respuesta cuando le preguntamos cómo explicaría el éxito económico y de desarrollo de Israel, país situado en el lugar número 23, entre Alemania y Grecia, del total de 177 que clasifica Naciones Unidas en el Índice de Desarrollo Humano que el organismo compila anualmente.

"Yo creo que el éxito de Israel es que ha hecho lo que hacen las 30 naciones más exitosas del mundo", respondió. "La existencia del estado de derecho que funciona, una economía abierta basada en el mercado, un sistema democrático, un poder judicial que creo que es la espina dorsal del sistema. Si hay algo innato en las personas es la necesidad de justicia, que es lo que falta en América Latina, en todo sentido, no sólo la justicia de los tribunales sino porque la sociedad es injusta".

Hablando de justicia, uno piensa, claro, en justicia social, en igualdad, equidad, repartición ecuánime, y claro está, como comentábamos antes, que el Israel de hoy no es el Estado socialista fundado hace algo más de seis décadas. Recordamos que preguntamos a Montaner al respecto. Y esta fue su respuesta:

"Es que incluso el proceso de cambio que vivió Israel, fue ejemplar. Es una sociedad que surge con un primer impulso socialista típico de la época, pero como es una sociedad abierta y democrática, la propia sociedad va corrigiendo el rumbo ideológico del país y el discurso político sin necesidad de destrozar las instituciones, sino sirviéndose de ellas, que es lo importante. El poder cambiar y hacer un cambio tan fundamental como el que se hizo, una verdadera revolución desde el punto de vista de las ideas, sin violencia, sin atropellar a los demás y siriviéndose de las estructuras institucionales que tiene el país, es magnífico". Y agregó: "Y lo que predicaban las cátedras universitarias en los años '30 y '40 es distinto a lo que predican hoy en día; y lo que dicen los periódicos es distinto; y lo que sostienen los políticos es diferente; y todo eso se ha podido hacer sin necesidad de que se produzca una matanza o haya represiones o la imposición arbitraria de un caudillo que viene a hacer el cambio. El cambio lo ha hecho la propia sociedad israelí. Y ese es un ejemplo del que tienen que estar orgullosos los israelíes. Porque esa sí que es una revolución. Revolución se ha hecho aquí, y no las matanzas periódicas o las estupideces que se hacen en el Tercer Mundo".

Con esto de fondo, es interesante agregar hoy la visión de quienes llegan de otros lares, más cerca por cierto, geográficamente hablando, de Israel. Concretamente, el analista Khalaf Al Harbi, del diario "Okaz" de Arabia Saudita. El pasado 7 de junio, escribió así:

"El secreto de la supervivencia de Israel, a pesar de los grandes retos que esta ha enfrentado, yace en la democracia y el respeto al valor del individuo israelí", escribió Al Harbi, aunque agregó luego que eso es " independientemente del racismo de Israel y la brutalidad respecto a sus enemigos árabes". Discrepamos por cierto con esta expresión, pero este no es el tema de hoy. "El secreto al colapso de los países árabes, uno tras otro, yace en la dictadura y la opresión del individuo. Es imposible para un país árabe, vecino de Israel, tener éxito en liberar Palestina al tiempo que niega la dignidad de individuos dentro de sus propias fronteras", agregó. "A lo largo de todas las etapas de su desarrollo, sacó a relucir su poder del honor que este le concede a sus ciudadanos, mientras que sus vecinos árabes pisotean a las pobres criaturas conocidas como sus ciudadanos bajo las botas militares".

Y su colega, Fawaz Al-'Ilmi, del diario "Al Watan", aborda otro aspecto:

"Este año, Israel ha publicado numerosos estudios científicos que lo colocan en primer lugar a nivel mundial en términos de la serie de estudios publicados per cápita: 12 estudios por cada 10.000 personas. Estados Unidos está en segundo lugar con 10 estudios por cada 10.000 personas, seguido por Gran Bretaña, con nueve. En cuanto a los países árabes, todos ellos están en el extremo inferior de estas estadísticas.
Informes sobre las lagunas de la ciencia y tecnología entre los árabes e Israel demuestran que los gastos anuales en la educación del ciudadano promedio árabe han caído a $ 340, mientras que en Israel es más de $ 2.500. Índices que miden el ingreso, la educación y los niveles de salud colocan a Israel en el lugar 23 del mundo, mientras que Egipto ha bajado al puesto 199, Siria al 111, Jordania al 99 y el Líbano al 82. En cuanto al número de científicos dedicados a la investigación en base a un millón de ciudadanos, Israel tiene 1.395, frente a 136 en el mundo árabe. Las estadísticas de la UNESCO indican que, en promedio, los gastos en investigación científica en los países árabes no superan el 0,2% del presupuesto anual, mientras que en Israel la cifra es del 4,7%, situándose en el primer lugar a nivel mundial".

Los ejemplos que da el columnista saudí son muchos más.

Claro está que Israel debe compararse con quienes están mejor, no con su entorno menos desarrollado. Por eso, está bien que los manifestantes busquen las mejoras y no sería apropiado que se consuelen pensando que otros están peor. Pero es bueno tener el cuadro general bien claro y seguir manifestando para conseguir los cambios deseados sin perder de vista los logros y los buenos aspectos de la realidad.

Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay