Imprimir

Libertad es el mensaje

En lugar de impartir órdenes a Netanyahu y Abbás, Barack Obama deber ocuparse de señalar con total claridad a los pueblos de Oriente Medio cuáles son los valores que Estados Unidos representa. Todos ellos concentrados en una sola palabra: "Libertad".

Barack Obama ha prometido anunciar públicamente en las próximas semanas su política para Oriente Medio y presentar lo que será la actualización de su enfoque para un acuerdo entre Israel y los palestinos.

La muerte de Osama bin Laden otorga a Obama una nueva dosis de credibilidad e incrementa las expectativas en torno a él en un momento en que las posiciones en Oriente Medio son cada vez más extremas. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbás, se ha reconciliado con Hamás, mientras que la derecha israelí va quitándose de a poco la máscara de corrección política y exige la anexión de Cisjordania. Las partes están subiendo las apuestas, desafiando a Obama a decidir entre ellos.

Entonces, el presidente pronunciará otro discurso, pero ¿qué habrá de decir? Ardorosos izquierdistas verán ahí una excelente oportunidad para cumplir su sueño. Le pedirán a Obama que le ponga a Israel un ultimátum: Abandonen los territorios o serán castigados con el fin de la "relación especial" que mantienen con Estados Unidos; con una suspensión total de la ayuda que reciben y con un boicot internacional. Ese mismo hombre que fue capaz de eliminar resueltamente al líder de Al Qaeda, se supone que habrá de enfrentar ahora al primer ministro Binyamín Netanyahu: lo convocara a la Casa Blanca y le impondrá un ultimátum al mejor estilo norteamericano, dejando en claro que no se admiten discusiones ni objeciones de ninguna clase, y obtendrá de Bibi una respuesta afirmativa o negativa, haciéndolo asumir las consecuencias.

Eso tiene toda la apariencia de una bella fantasía, pero está completamente separada de la realidad política. A diferencia de bin Laden, Netanyahu no puede ser sojuzgado en 40 minutos mediante un sorpresivo asalto de una unidad de elite; sólo a través de un enfrentamiento político a largo plazo. Obama, quien se postula para un segundo mandato, no tiene paciencia para Israel y sus dirigentes. Incluso si el presidente soñara con sacar a Israel de los territorios y establecer un Estado palestino sobre las ruinas de los asentamientos en Cisjordania, no podría hacer realidad su sueño amenazando a Netanyahu. No ahora.

La gente vinculada a la "industria de la paz" ha sugerido a Obama otro enfoque, directamente extraído del almacén de clichés de un proceso de paz sin fin: Presenta un plan de paz detallado que va a resolver todos los problemas. ¿Jerusalén? ¿Refugiados? ¿Fronteras? ¿Seguridad? ¿Asentamientos? No hay de qué preocuparse, Barack tiene la respuesta: Embalar unos cuantos asentamientos de este lado; mover algunos refugiados de este otro; inventar alguna manera de controlar el Monte del Templo; seducir a Israel con unos cuantos asuntos relativos a seguridad, y habrá justificado finalmente su Premio Nobel de la Paz, que recibió como un anticipo a cuenta de todo aquello que ni siquiera había sido capaz de realizar aún para poder merecerlo.

Este enfoque plantea dos problemas. La opinión pública suele enredarse en la maraña de detalles, mientras que los líderes dependen de ellos para desarticular los argumentos con respuestas del tipo "sí, pero". Así fue como los planes de Clinton y Arabia Saudita fueron neutralizados durante la última década. Eso también ocurrirá con Obama.

En lugar de caer en estas trampas, Obama tiene que centrarse en lo que mejor sabe hacer: complicados mensajes de marketing entregados bajo una forma fácil de entender. De ese modo logró hacerse con la presidencia: con un mensaje de "cambio", un mensaje que todos podían entender.

Ahora debería centrar todo su esfuerzo en un nuevo mensaje: "Libertad". Libertad frente a la tiranía, frente a la ocupación y frente al terrorismo. El anhelo de libertad crea un vínculo entre los manifestantes de la Plaza Tahrir en El Cairo y los palestinos que esperan indefinidamente en los puestos de control, y también con los israelíes, amenazados por misiles que en cualquier momento pueden caer sobre sus casas, y por ataques suicidas que en cualquiera de sus calles pueden convertirlos en víctimas. La libertad es la esencia de EE.UU, la visión de sus fundadores y de su política exterior. Y más que cualquier otro presidente, Obama, en su personalidad y a lo largo de su vida, es la expresión viva de ese mensaje. Si se decide a hablar de libertad, la gente habrá de creerle.

En lugar de impartir órdenes a Netanyahu y Abbás, quienes se desentenderán de toda responsabilidad echándose la culpa mutuamente, Obama deber ocuparse de señalar con total claridad a los pueblos de Oriente Medio cuáles son los valores que EE.UU representa. Todos ellos concentrados en una sola palabra: "Libertad". Sólo así será capaz de movilizar a la opinión pública para lograr un cambio, generándolo desde abajo.

Es necesario que los árabes estén plenamente convencidos de que Obama habrá de darles derechos humanos, dignidad y libertad frente a la opresión. Los israelíes necesitan tener la firme certeza de que el presidente permanecerá junto a ellos ante la amenaza de enemigos decididos como Irán, con la misma resolución que mostró con bin Laden.

Hasta ahora, Obama ha tenido dificultades para lograr que ambas partes depositen su confianza en él. El mandatario es percibido como un político débil, distante y poco decidido, y que en la mayoría de los casos, ha tomado decisiones equivocadas. El homicidio cometido cerca de Islamabad le ha otorgado una nueva oportunidad de reiniciar su política para Oriente Medio. Sería una lástima que se desperdiciara a causa de fantasías políticas que nunca pueden realizarse, o por culpa de modelos teóricos creados por diplomáticos y abogados que ya han demostrado repetidamente su ineficacia.

La libertad es el mensaje. Si se concentra completamente en él, será considerado como un líder, y será valorado como lo es ahora que tuvo éxito allí donde sus predecesores fracasaron: atrapando al enemigo público N° 1, que antes se les había escapado de las manos.

Fuente: Haaretz - 6.5.11
Traducción: www.argentina.co.il