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La tetera eléctrica

Los israelíes debemos exigir que Netanyahu exponga la amplitud de un posible acuerdo, que ha ido acumulándose en el fondo de la tetera elétrica durante la última década, y que lo presente a Abbás para saber si finalmente si se cuenta con un socio para resolver el conflicto.

Al igual que sucede con una tetera eléctrica, la política de Israel acerca del conflicto palestino-israelí en las últimas décadas, ha hervido y se ha enfriado, en el transcurso de toda una plétora de genuinos y ficticios intentos destinados a lograr un acuerdo, todos ellos carentes de la voluntad necesaria para pagar el precio establecido por la ONU, EE.UU, la Liga Árabe y la OLP.

Como en el caso de la tetera eléctrica, esas expectativas poco realistas han dejado en la psique israelí un residuo sólido, expresado en la sensación de "haberlo intentado todo". Binyamín Netanyahu lo está utilizando para ocultar al público el grado de acuerdo que, sin embargo, ha ido acumulándose en la parte inferior de la tetera, lo cual fue expuesto recientemente por el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbás, en la Muqataa a los representantes de la mayoría de los partidos políticos israelíes invitados allí por la Iniciativa de Ginebra.

En la base de los acuerdos provisionales del Proceso de Oslo yacía el supuesto de que a través de "los frutos de la paz" y las concesiones graduales, se crearía una realidad que contribuiría al logro de una solución permanente.

La fragilidad de los acuerdos, a la vista de la violencia de los opositores de ambas partes, llevó a Ehud Barak a reconocer que "no es posible cruzar el abismo en dos saltos". Por consiguiente, arrastró a Yasser Arafat y a Bill Clinton hasta Camp David. Pero el fracaso de Barak y Clinton para ofrecer el mínimo necesario a Arafat y el intento de Arafat por "montar el tigre" de la segunda intifada terminaron archivando todo el proceso, consagrando finalmente el unilateralismo.

La ilusión de que a cambio de la retirada de la Franja de Gaza, los estadounidenses legitimarían el 20 por ciento de Cisjordania que Ariel Sharon intentó anexar más allá de la frontera, se evaporó con la toma de posesión de Gaza por parte de Hamás y la presión internacional, lo que dejó a Gush Etzión y a Maalé Adumim por fuera de la valla construida.

Ehud Olmert volvió a la senda del diálogo y logró avanzar aún más en Annápolis; pero fracasó, antes de su renuncia, en alcanzar el nivel pretendido por Abbás para promoverlo como una interpretación razonable de las decisiones internacionales y árabes, en línea con la que él está operando. Al menos, Olmert permitió a Abbás y a Salam Fayyad implementar reformas económicas y de seguridad, lo que ha cumplimentado las obligaciones palestinas de la primera etapa de la Hoja de Rutas y, una vez más, ha puesto a Netanyahu cara a cara con el problema de una solución permanente.

En vista del forzado reconocimiento por parte Netanyahu del principio de dos Estados para dos pueblos, él propone establecer el Estado palestino sobre una parte de Cisjordania para eliminar la carga de la ocupación israelí, pero sin atender a ninguna de las otras cuestiones.

Sin embargo, en esta cuestión, y de manera similar a lo que ocurrió con la desconexión, Netanyahu no hace más que servir a los intereses de Hamás, buscando "liberar" más tierra de "Palestina" a cambio de nada.

Por lo tanto, el primer ministro debería recordar que todos nosotros estamos interesados en llevar el conflicto a su fin, y no sólo la ocupación. Israel y los palestinos no comenzaron las conversaciones en razón de que una de las partes "descubrió" los derechos de la otra, sino porque fueron conscientes de que no tenían otra opción. Israel temió perder su identidad judía y su democracia, y los palestinos temieron perder territorio con la iniciativa negociadora.

Durante la última década, hemos aprendido que las medidas unilaterales o provisionales no nos permiten avanzar; al contrario, sólo refuerzan a aquellos que se oponen a un acuerdo, en ambos lados, y a su ilusión de que el "tiempo ganado" les permitirá derrotar a la otra parte.

Netanyahu tiene sólo dos opciones: un acuerdo permanente o, en su defecto, una retirada unilateral hacia la línea limítrofe prevista. Por eso es que el público debe exigir que el primer ministro exponga la amplitud de un posible acuerdo, que ha ido acumulándose en el fondo de la tetera durante la última década, y que lo presente a Abbás para saber si finalmente si se cuenta con un socio para resolver el conflicto.

Fuente: Israel Haiom - 5.1.11
Traducción: www.argentina.co.il