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"Circo Palestina"

Bibi está haciendo malabarismos y no le va tan mal, pero nosotros ya podemos anticipar el tropiezo. Obama y sus colegas lo están esperando a la vuelta de la esquina, y como suelen hacer los norteamericanos, lo dejarán abandonado a su suerte.

En el circo, cualquier circo, el público mantiene su boca bien abierta ante la destreza de un malabarista que mantiene tres, cinco y hasta siete pelotas en el aire. Parte de la gente se muestra realmente impresionada ante las bolas volando y la forma en que éstas son atrapadas con una sola mano. Otros aguardan con impaciencia la caída de una o dos al suelo. Todos exclaman extasiados ¡uuuh! cuando el malabarista falla y las bolas van a parar al piso. La inmensa mayoría se siente reconfortada al ver su tropiezo y comprobar que él también es un ser humano como todos los demás.

En este preciso momento, Bibi Netanyahu se encuentra en ese punto donde las bolas se mantienen aún en el aire, una a una. ¿Y el público? Está ocupado conteniendo la respiración. ¿Caerán finalmente al piso? ¿Van a seguir volando? En nuestro caso, el público está compuesto por el presidente de los EE.UU, con todo lo que representa, la Unión Europea, los palestinos y, por supuesto, nosotros, los israelíes.

Al igual que el público del circo, nosotros, los israelíes, también nos dividimos en dos bandos: una parte está impresionada con las bolas en movimiento; la otra no hace más que esperar el preciso instante en el que impacten en el suelo. Pero incluso los mejores malabaristas son incapaces de mantener todas las bolas en el aire por un tiempo ilimitado.

El que suscribe considera que, lo quiera o no, Bibi ya ha tomado una trascendental decisión. Una vez que ha declarado su apoyo a la solución de dos Estados, no hay vuelta atrás. Al igual que las ovejas destinadas al matadero, él ahora sólo podrá seguir marchando en una única dirección. A Ariel Sharón le gustaba mucho usar esta analogía con respecto a la política del gobierno israelí. Pero cuando el momento de la verdad llegó, decidió darle la espalda a todos los que creyeron en él durante décadas. Simplemente, se deshizo por completo de su anterior doctrina.

Bibi cree, y tiene bases sólidas para mantener esta creencia, que él conoce a los norteamericanos mejor que cualquier otro político israelí. "Voy a manejarlos", dice. De hecho, Netanyahu está muy familiarizado con la conducta de los funcionarios de la administración norteamericana, aunque no es el único que ha logrado aprender algo a lo largo de los años.

También los norteamericanos se han ocupado de estudiar a Netanyahu. Ellos saben qué le vende a cada partido sobre el conflicto, incluidos a los miembros de su propio partido: lo que cada uno de ellos quiere oír. Y así, lamentablemente, va enredándose cada vez más.

Al regreso de sus conversaciones en EE.UU, se jactaba de una serie de logros excepcionales, pero más tarde resultó que no era tan así. Como respuesta a las declaraciones que suele hacer aquí, los norteamericanos "pelan sus palabras" como si se tratara de capas de cebolla. Por el momento aún pueden hacerlo sin derramar lágrimas. Ellos apenas consiguen contener la risa a sus espaldas cuando insiste en afirmar: "Voy a sorprender a la gente".

Mientras tanto, y sólo por ahora, los estadounidenses siguen mostrando moderación. Sin embargo, Bibi, el experto en lo referente a EE.UU, no entiende que el "medio ambiente" donde suele moverse ha cambiado por completo. Si él cree que seguirá engañando a los norteamericanos a raíz del fracaso de Obama y el aumento de los republicanos en las recientes elecciones de mitad de período, él (y nosotros) ciertamente puede llevarse una verdadera sorpresa.

Obama y sus colegas están esperando a Netanyahu a la vuelta de la esquina, y como suelen hacer los norteamericanos, lo dejarán abandonado a su suerte. ¿No somos una república bananera? Cierto. ¿No somos vasallos de Estados Unidos? Correcto. ¿Somos un país independiente, libre y soberano? Esa es la verdad. Eso es lo que el presidente norteamericano o alguno de sus representantes diría, a modo de introducción, justo antes de que EE.UU continúe su impetuosa marcha lanzando un bramido. Y cuando Norteamérica ruge, todos nos asustamos.

Recuerdo la hermosa película de Eyal Halfón, "Circo Palestina". Sé que cada malabarista regresaba entonces a esa oscuridad detrás del escenario, mientras las bolas que caían al suelo parecían ser demasiadas.

No hay espectáculo que resulte más triste y penoso de presenciar que el de un malabarista que pierde el dominio de sus bolas, y su oportunidad.

Fuente: Yediot Aharonot - 17.12.10
Traducción: www.argentina.co.il