Imprimir

El descarado manipuleo de Hamás

Hamás intenta desdibujar su rol en la muerte intencional de tantos civiles inocentes. Pretende dar legitimidad a su accionar, como si no hubiese perpetrado atentados  suicidas asesinos en forma indiscriminada, inclusive en tiempos de negociaciones.

Hace unos días, la cadena televisiva norteamericana CNN transmitió una entrevista con Khaled Mashal, jefe de la organización terrorista Hamás, quien advirtió desde Damasco que “si la comunidad internacional  no fuerza a Israel a retirarse a las fronteras de 1967, el único recurso del pueblo palestino será la resistencia”.

Luego, al preguntársele sobre el atentado perpetrado por Hamás el mes pasado cerca del asentamiento de Kiryat Arba, en el que cuatro civiles israelíes fueron asesinados por miembros de la organización que dispararon hacia el automóvil en el que viajaban - entre ellos una mujer embarazada -, Mashal respondió que "Hamás continuará matando a los colonos, que son ilegales en nuestra tierra", agregando que "ellos son la base del problema".

Sería interesante saber si Mashal cree realmente  en el cuadro que él mismo presenta, pero dejemos eso a los sicólogos. Lo que a nosotros nos preocupa ahora, es poner los puntos sobre las íes y dejar en evidencia el descaro de Hamás.

El propio Mashal ha dicho en más de una oportunidad que la única forma de relacionarse con Israel es mediante las armas y que Hamás nunca reconocerá su legitimidad. El tema aquí, para Hamás y otros terroristas, no es el de tales o cuales fronteras sino la existencia misma de Israel. Siempre que alguna figura de Hamás se manifestó abiertamente a favor de la fórmula de un estado palestino en las fronteras de 1967 - lo cual podría interpretarse como aceptación de un término medio y abandono de la idea de destruir a Israel que aparece como elemento clave de la carta constitutiva de Hamás - otro de sus miembros se preocupa de aclarar en algún momento que el problema de fondo es en realidad, a sus ojos, la existencia misma de Israel.

Lo confirmamos directamente, personalmente, en entrevistas que realizamos en el transcurso del tiempo con miembros de Hamás. Hace pocos años, tras unas declaraciones del primer ministro de Hamás en Gaza, Ismail Hanyieh, a favor de las fronteras del 67 y la creación en ellas de un estado palestino, hablamos con uno de sus asesores, el Dr. Muhammad Madhun, quien ante la presión de nuestras preguntas acerca del cuadro definitivo en el que está pensando Hamás, confirmó que las declaraciones de Haniyeh no significan en absoluto el fin de las exigencias ni la aceptación de la legitimidad de Israel. En otras palabras, consigamos primero las fronteras del 67, ya que el mundo lo exige - se habrán dicho en Hamás - y luego ya nos preocuparemos  de seguir por etapas.

Mashal lo ha dejado claro repetidamente. Y ni que hablar de Mahmud al Zahar, uno de los principales jefes de Hamás en Gaza, quien en más de una ocasión nos dijo directamente que nunca reconocerán a Israel y que "los territorios ocupados del 48" - en clara referencia al Estado de Israel soberano – "también son tierra sagrada del Islam, a la que nadie tiene derecho a renunciar". Recordamos bien la expresión de su rostro cuando, sentados en el sillón junto al suyo, en su casa en Gaza, en julio del 2005, le preguntamos sobre la posibilidad eventual de reconocimiento de Israel. "Nunca", dijo terminanemente, "es imposible". Y no es que ha cambiado en los últimos años. Nos lo repitió en forma similar hace pocos meses, en una conversación telefónica a Gaza.

Esto no quita, a nuestro criterio, que Israel deba seguir negociando con la Autoridad Palestina, tratando al mismo tiempo de contener y derrotar a Hamás. También está claro hoy en día que no podrá llegarse a ningún acuerdo mientras Israel permanezca  en las fronteras actuales, resultado justamente de la guerra de 1967. Pero oir a Mashal decir que "si no se fuerza Israel a retirarse de las fronteras del 67, Hamás tendrá que recurrir a la resistencia”, es insoportable.

Aclaremos, ante todo, la terminología. Lo que Hamás llama “resistencia” es terrorismo. Ataques a civiles, hombres , mujeres y niños, donde puedan.

Los más grabados en las pupilas del mundo como terrorismo, han sido los atentados suicidas, que durante mucho tiempo eran parte de la realidad diaria de Israel.

Hamás no ha dejado de perpetrar atentados suicidas porque haya optado por abordar la vía negociadora y dialoguista. La explicación radica en la combinación entre los éxitos de las fuerzas de seguridad de Israel en frenar sus numerosos atentados, la presión que los servicios de seguridad de la Autoridad Palestina ejercen sobre los radicales islamistas y las consideraciones propias de Hamás acerca de qué es lo que más le conviene en determinadas situaciones.

De todos modos, terrorismo no es solamente explotar un autobús o un restaurante, sino también disparar cohetes hacia poblados civiles sin provocación alguna, algo que Hamás ha hecho con intensidad, lanzando miles de proyectiles desde Gaza hacia el sur de Israel. Y realmente no importa si en los últimos tiempos, especialmente desde la guerra finalizada en enero del año pasado, no es el propio Hamás el que dispara sino grupos a los que Hamás permite y hasta alienta a actuar desde el territorio que gobierna con mano de hierro.

Terrorismo es también disparar a civiles dondequiera que estén, aunque sean colonos. Mashal hace una evidente manipulación - inteligente en términos de efecto propagandístico por cierto - al hablar de "matar a colonos ilegales". Es consciente de la polémica a nivel mundial sobre el tema de los asentamientos y la aprovecha para dar a entender que matar a quienes viven allí, a quienes presenta como "ilegales", es legìtimo. Esa es otra razón por la que Hamás se concentra ahora en atentados contra israelíes en las zonas en disputa, en Cisjordania, en lugar de intentar nuevamente volar autobuses y cafeterías o discotecas dentro del territorio soberano de Israel, ese territorio que para Hamás también es inaceptable pero que sabe que el mundo promedio ve de otra forma.

Pues bien: la polémica sobre los asentamientos es legitima, pero eso no convierte en legal el asesinato de los civiles que viven en ellos. No es interpretación nuestra. Es una verdad absoluta según el Derecho internacional. Nos lo confirmaron en más de una oportunidad de boca de voceros de la Cruz Roja y ha habido comunicados en este sentido de parte de distintas organizaciones de derechos humanos. Asesinar civiles no es legal, vivan donde vivan, vengan de donde vengan.

Hamás intenta desdibujar su rol en la muerte intencional de tantos civiles inocentes. Pretende dar legitimidad a su accionar, como si no hubiese perpetrado atentados  suicidas asesinos en forma indiscriminada, inclusive en tiempos de negociaciones.

Ya en abril de 1993 - pocos meses antes de firmarse la Declaración de Principios entre el gobierno de Itzjak Rabin y la OLP de Yasser Arafat - los batallones Izz al Din al-Qassam - el brazo armado de Hamás - cometieron varios atentados suicidas contra blancos israelíes.

Algunas fuentes palestinas sostienen que la práctica de los atentados suicidas se afianzó en el terreno como venganza por la matanza de 30 musulmanes que oraban en la “mezquita Ibrahimie” (conocida por los judíos como Tumba de los Patriarcas), a manos de Baruj Goldshtein, el 25 de febrero de 1994. Pero aunque no cabe en absoluto minimizar el terrible efecto que tuvo ese atentado sobre la dinámica en el terreno, numerosos ataques suicidas y atentados de otra índole habían sido cometidos ya antes de eso.

Y fueron numerosos los que vinieron también después. Se habrá agregado el deseo de vengar ese ataque, pero Hamás no esperó a Goldshtein para salir a matar.

Dispararon siempre que pudieron, cuanto pudieron, contra israelìes dondequiera que lograran atacarlos. Dentro del Israel soberano y dentro de los territorios en disputa. Detonaron bombas en autobuses, cafeterías, restaurantes, discotecas, centros comerciales y mercados. Mataron a hombres, mujeres y niños. Y veían bien a quién mataban. ¿Acaso alguien con dos dedos de frente y un mínimo conocimiento del Derecho internacional, puede considerar legítimo disparar hacia una familia entera, matar a una mujer y sus cinco hijas, y aceptarlo porque eran colonos viajando en una carretera de Gush Katif, antes de la retirada de Gaza? David Hachuel, que quedó solo, sin toda su familia, recuerda que Hamás fue quien lo hizo.

Fue también Hamás quien envió a un terrorista a pararse en la fila del "Dolfinarium", una conocida discoteca de la rambla de Tel Aviv, ubicándose entre los adolescentes que esperaban su turno para entrar. La mayor parte de los muertos ese 1º de junio de 2001, eran alumnos de liceo.

Y fue Hamás quien envió a terroristas con una bomba escondida en un estuche de guitarra, a detonarla en la pizzería “Sbarro” en Jerusalén, en plenas vacaciones de verano, cuando el lugar estaba repleto de familias enteras.

 

También fue Hamás quien mandó a un suicida a explotar durante la cena tradicional de Pesaj en el hotel Park de Natania el 27 de marzo de 2002, provocando la muerte de 30 civiles. No por error, no por equivocación, sino porque eran ellos, los civiles, su blanco elegido.

No sorprende, en realidad, para quien conoce, entre otros, el artículo 7 de la carta fundacional de Hamás: "El Día del Juicio no vendrá hasta que los musulmanes combatan a los judíos, maten a los judíos, que se esconden detrás de piedras y árboles. Las piedras y los árboles dirán 'hay un judío detrás mio; ven y mátalo'”.

El 29 de febrero de 2008, un miembro del Consejo Legislativo Palestino, Fathi Hamas, dijo a la televisión Al Aqsa de Hamás: "Para el pueblo palestino, la muerte se ha convertido en una industria, en la que las mujeres cumplen un rol excelente, al igual que todos en esta tierra: los ancianos, los combatientes por la jihad y los niños". Y confirmando lo que claramente es la naturaleza de Hamás, agregó: "Nosotros deseamos la muerte, tanto como ustedes desean la vida".

Se dirigía a Israel, en tono de amenaza. Para nosotros, fue tono de aclaración. Esa es la verdad. Lo que pretende presentar Khaled Mashal en la CNN desde Siria, es un manipuleo engañoso de la realidad.