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Amigos e influencia política


El lobby árabe, que no cuenta con el apoyo popular y que tampoco se esfuerza demasiado para atraer a dirigentes políticos, impacta mucho más profundamente que el judío sobre la toma de decisiones en la democracia estadounidense.

Mientras los medios de comunicación y los políticos están ocupados en un frenético debate sobre las virtudes y los vicios de la construcción de - o de la prohibición de la construcción de - un centro comunitario musulmán (junto con una mezquita) cerca de la "Zona Cero", Irán continúa desarrollando un arma nuclear, en tanto, israelíes y palestinos deciden dar un paso tentativo orientado al logro de una solución pacífica a su conflicto. De modo inevitable, cada vez que los problemas de Oriente Medio ocupan el centro de atención, el asunto acerca del rol que ejercen los lobbies, en particular, los que abogan por los países extranjeros, se convierte en un tema candente.

El libro "Israel y los lobbies árabes" de Bard Mitchell, es desde hace mucho tiempo una autoridad sobre temas de Oriente Medio y resulta una lectura obligada para cualquiera a quien le interese - ¿a quién no? – conocer acerca del rol y la influencia que los lobbies ejercen sobre la política estadounidense en Oriente Medio. Su tesis, que seguramente resultará polémica, es fácil de resumir: Sí, Virginia, un feroz lobby está distorsionando la política exterior de los Estados Unidos en Oriente Medio, del todo desproporcionado si se tienen en cuenta el apoyo real que recibe por parte del pueblo norteamericano. Los profesores Stephen Walt y John Mearsheimer, autores de "El lobby Israelí", aciertan cuando se refieren al asunto. Pero el lobby indeseable no lo constituye AIPAC, que apoya a Israel, sino más bien, el lobby árabe, que se opone al estado judío.

Tanto el lobby pro-israelí como el lobby pro-árabe poseen enorme poder e influencia, pero con una diferencia capital - diferencia que hace a la práctica misma (práctica de presión activa) de estos grupos en una democracia.

Bard lo expresa así: "Una de las características más distintivas del lobby árabe es su carencia de apoyo popular. Mientras que el lobby israelí cuenta con cientos de miles de miembros de extracción popular y las encuestas de opinión revelan claramente un gran desfase entre el apoyo a Israel y el de las naciones árabes y los palestinos, el lobby árabe casi no tiene soldados de a pie ni goza de la simpatía popular.

Sus elementos más poderosos tienden a ser burócratas que representan únicamente sus propias opiniones personales o lo que ellos consideran como intereses institucionales, y los gobiernos extranjeros que sólo se ocupan de sus intereses nacionales y no de los de los Estados Unidos. Su carencia de capital humano en términos de partidarios incondicionales en Norteamérica, ellos lo compensan apelando a recursos casi ilimitados que intentan comprar lo que normalmente sus argumentos no pueden obtener de acuerdo con sus propios méritos.”

Esta es una distinción fundamental en una democracia.

La defensa de Israel (aunque no para todas sus políticas) es algo fácil de vender para los grupos de presión pro-israelí, en especial, a los representantes electos. La votación en favor de Israel tiene gran popularidad no únicamente en zonas con gran concentración de votantes judíos, sino también en todo el país, ya que Israel es muy popular entre los cristianos evangélicos, en particular, y en una parte importante, aunque no completamente, de la opinión pública.

Los lobbies que reflejan la voluntad del pueblo constituyen una parte importante del proceso democrático.

Por lo tanto, la Asociación Americana de Jubilados, el principal lobby de los ancianos, tiene un inmenso poder debido a la gran cantidad de gente mayor en los Estados Unidos, interesada en proteger la seguridad social, Medicaid y otros beneficios.

La Asociación Nacional del Rifle constituye otro poderoso lobby, precisamente porque muchos norteamericanos, para bien o para mal, aman sus armas. Y también AIPAC es un lobby poderoso ya que los estadounidenses, en general, no dudan en apoyar a la única democracia de Oriente Medio y a su confiable aliado de Norteamérica.

Pero ¿por qué el lobby árabe, y más concretamente el lobby saudí, tiene tanto poder? Arabia Saudita no tiene prácticamente ningún apoyo entre los estadounidenses. De hecho, es fuertemente criticada por su exportación de terroristas tales como Osama bin Laden, su manipulación de los precios del petróleo, sus políticas anticristianas y antisemitas, la carencia absoluta de cualquier indicio de libertad de expresión o disenso y sus formas primitivas de castigo que incluyen la lapidación y la amputación.

Sin embargo, como demuestra Bard, el lobby saudí ha derrotado al lobby pro-Israel una y otra vez en el mano a mano, como en el caso de la venta de armas sofisticadas a un régimen que ni siquiera posee las habilidades técnicas para utilizarlos, y el conflicto en torno a si se debe trasladar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén. Incluso ahora, Arabia Saudita está presionando para obtener un contrato multimillonario de armamentos, y es probable que tenga éxito pese a las objeciones de Israel.

Entonces, ¿cómo un lobby sin apoyo popular puede ejercer tal influencia en un país democrático? El secreto es muy simple. El lobby árabe en general y, particularmente, los sauditas, hacen muy poco esfuerzo para influir en los funcionarios públicos elegidos por el voto popular, en particular, en los legisladores. Veamos una vez más lo que dice Bard: "Los sauditas han obrado con un sentido de discreción diferente al del lobby israelí, dirigiendo una presión de arriba hacia abajo en lugar de enfocarla de abajo hacia arriba. Como J. Crawford Cook escribió al exponer su estrategia para el reino, ‘Arabia Saudita necesita influir en aquellos  pocos que ejercen gran influencia sobre muchos, y no influir sobre aquellos muchos a los que se deben los pocos.’” El principal medio de que disponen los sauditas para poner en práctica este tipo de influencia es el dinero. Gastan enormes cantidades de dinero para comprar (o alquilar) ex funcionarios del Departamento de Estado, diplomáticos, asesores de la Casa Blanca y líderes legislativos, quienes pasan a formar parte de su grupo de élite dedicado al lobby. De manera más insidiosa aún, los sauditas hacen saber a los funcionarios actuales del gobierno que, si desean ser contratados después de jubilarse, sería mejor que se ciñeran a la línea saudita mientras presten servicio en el gobierno de los Estados Unidos.

El ex embajador saudita en Estados Unidos, el príncipe Bandar, quien fue tan afín al presidente George W. Bush que se refirió a si mismo como "Bandar Bush", reconoció la correspondencia entre el comportamiento de un funcionario de gobierno durante su mandato y lo bien que habrá de ser recompensado una vez que deje el cargo.

"Entonces, si la reputación hace que los sauditas cuiden con particular cuidado de los amigos una vez que dejan sus cargos, uno se sorprendería aún más con las amistades mucho mejores que se pueden encontrar al momento de iniciar el mandato."

Lo que Bard deduce de este célebre quid pro quo es que "dado el potencial que generan están oportunidades después de la jubilación, no sería sorprendente que los funcionarios en actividad adoptaran ciertas posiciones que los hicieran más prometedores a los ojos del lobby árabe".

La metodología empleada por el lobby árabe es, pues, totalmente incompatible con los principios de gobernabilidad democrática, ya que no refleja la soberana voluntad del pueblo, sino más bien la corrupción de la élite, mientras que el lobby israelí, por el contrario, parece operar de acuerdo a los parámetros de los procesos democráticos.

Sin embargo, se ha escrito mucho sobre el supuesto carácter corrosivo del lobby israelí, mientras que el poderoso lobby árabe ha logrado zafarse exitosamente del escrutinio y la crítica. Este valioso libro realiza así su importante contribución al abierto mercado de las ideas, iluminando el lado oscuro de aquellos desmesurados y marcadamente antidemocráticos esfuerzos que lleva a cavo el lobby árabe para influir en la política estadounidense con respecto a Oriente Medio.

Fuente: The Daily Beast - 5.9.10
Traducción: www.argentina.co.il