Lo que hace falta hoy en día en tantos lugares son líderes que sorprendan sobreponiéndose a sus propias historias, a su electorado, a las encuestas, a sus circunstancias, y que se preocupen solamente por hacer lo correcto por sus países.
Acabo de ver la película "Invictus" - que cuenta la historia acerca de cómo Nelson Mandela, durante su primer mandato como presidente de Sudáfrica, recluta al célebre equipo nacional de rugby, los Springboks, para una misión que tiene como objetivo ganar la Copa Mundial de Rugby de 1995 y, a través de ella, iniciar la recuperación de esa tierra desgarrada por el apartheid.Los Springboks, compuestos en su mayoría por jugadores blancos, han sido el símbolo de la dominación blanca, y habitualmente los negros les negaban todo apoyo. Después del apartheid, el Comité de Deportes de Sudáfrica, liderado por los negros, obligó a modificar el nombre y los colores del equipo, pero el presidente Mandela se opuso. En aquél momento, él se preocupó por dejar en claro que un factor para que los blancos se sintieran en su casa, en una Sudáfrica gobernada por negros, consistía en no arrancarles sus apreciados símbolos. "Ese es un pensamiento egoísta", dice Mandela en la película, interpretado por Morgan Freeman, "no hace ningún servicio a la nación". Luego, refiriéndose a los blancos de Sudáfrica, el mandatario agrega, "Debemos sorprenderlos con nuestra moderación y generosidad".
Me encanta esa frase: "Debemos sorprenderlos". Venía viendo la película en un avión y garrapateé esa línea en la servilleta porque creo que resume lo que hace falta hoy en día, en tantos lugares: líderes que nos sorprendan sobreponiéndose a sus propias historias, a su electorado, a sus encuestadores, a sus circunstancias, y que se preocupen por hacer solamente lo correcto por sus países.
Traté de recordar la última vez que un líder importante me sorprendió gratamente haciendo algo positivo, valiente, y en contra de la voluntad popular de su país o partido. Sólo puedo recordar unos pocos: Itzjak Rabín, cuando firmó los Acuerdos de Oslo, Anwar Sadat, cuando fue a Jerusalén. y, claro, Mandela, en el modo con el que supo liderar a Sudáfrica.
Pero éstas son sólo excepciones. Miremos a Irak hoy. Cinco meses después de su elección general, verdaderamente abierta, en la cual todas las comunidades importantes pudieron votar; su elite política no pudo superar las identidades de chiítas o sunitas y acercarse al otro lado a fin de alcanzar un gobierno de unidad nacional que pueda insertar al país en el futuro. Es cierto, la democracia necesita un largo tiempo para desarrollarse, especialmente sobre un suelo ensangrentado por un dictador asesino durante 30 años. No obstante, hasta ahora, los nuevos líderes de Irak únicamente nos han sorprendido por el lado negativo.
¿Habrán de sorprendernos alguna vez del lado positivo? ¿Deberíamos preocuparnos ahora que nos estamos retirando? Sí, porque las raíces del 11/9 tienen su origen en el ámbito interno de una pelea entre musulmanes a la cual llegaron los Estados Unidos en su calidad de aliado de una de las facciones. Hay hoy, por lo menos, tres diferentes guerras musulmanas internas resonando. Una se da entre la extrema derecha sunita y la extremadamente extrema derecha sunita en Arabia Saudita. Esta era la guerra entre Osama bin Laden (la extremadamente extrema derecha) y la familia regente saudita (la extrema derecha). Es el conflicto entre los que piensan que las mujeres no deberían conducir y aquellos que sostienen que ellas ni siquiera deberían salir de sus casas. Bin Laden nos atacó porque nosotros
apuntalamos a sus rivales sauditas, lo cual hicimos para obtener su petróleo.
En Irak tenemos la lucha entre los sunitas contra los y sufíes. Se notará que en cada una de estas guerras civiles, apenas pasa una semana sin que una facción musulmana haga volar por los aires la mezquita perteneciente a las otras o asesine inocentes, como fue en el caso de los bombardeos de Bagdad, en el comienzo del Ramadán, que dejó un saldo de 61 muertos.
En resumen: la principal lucha del Islam no es entre norteamericanos y musulmanes. Es dentro de las comunidades y continuando sobre todo el mundo musulmán. La razón por la cual la guerra de Irak fue, es y será importante, consiste en que brindó la oportunidad para que los árabes sunitas y chiítas hicieran algo que nunca habían hecho durante la historia moderna: sorprendernos y escribir libremente su propio contrato social que establece cómo convivir juntos y compartir poder y recursos. Si ellos pudieron alcanzar eso, en el corazón del mundo árabe, y, de hecho, comenzar a templar un poco los impulsos guerreros entre comunidades dentro del Islam, significa un ejemplo de enorme valor para los otros. Hará ver que cualquier país árabe puede convertirse en una democracia sin que su unidad necesite de la sujeción a cañonazos.
Pero ello no será posible sin "Mandelas" de Irak, chiítas y sunitas, dispuestos a dejar que el futuro entierre definitivamente al pasado. Tal como uno de los guardias de Mandela, al observar la colaboración del presidente con los blancos sudafricanos, le pregunta en la película: "¿Cómo es posible que pase 30 años en una pequeña celda y luego salga de allí dispuesto a perdonar a la gente que lo encerró? Para eso hace falta un líder muy especial.
Ésta también es la razón por la cual el asunto de la mezquita y centro comunitario cerca del sitio del 11/9 deviene algo secundario. La cuestión realmente importante no es "si pueden las diversas sectas musulmanas convivir con los norteamericanos en armonía, sino si pueden convivir ellos mutuamente en armonía", sostiene Stephen P. Cohen, experto en relaciones inter-religiosas y autor de "Más allá del alcance de Estados Unidos: un siglo de fracaso diplomático en Oriente Medio".
De hecho, el gran problema no lo constituyen los musulmanes que levantan mezquitas en Norteamérica, sino los musulmanes que hacen volar por los aires las mezquitas en Oriente Medio. Para ellos, la respuesta no es un diálogo inter-religioso en EE.UU. Es un diálogo intra-religioso - tan fuertemente añorado - en el mundo musulmán.
Nuestros adelantos en Irak nunca darán frutos sin un rápido progreso político de árabes y musulmanes para curar las divisiones entre comunidades. Sería excelente si el presidente Obama nos sorprendiera a todos proponiendo eso durante otro discurso en El Cairo o en Bagdad.
Fuente: The New York Times - 27.8.10
Traducción: Argentina.co.il